La fundadora del movimiento católico de los Focolares, Chiara Lubich, le encomendó hace veinte años que se encargara del proyecto ‘Economía de Comunión’, una iniciativa que promueve una cultura económica alternativa al capitalismo, basada en la fraternidad y la solidaridad, particularmente con las personas más necesitadas. Actualmente, empresas de los cinco continentes desarrollan su labor inspiradas en este modo de comunión. Luigino Bruni, coordinador internacional de ‘Economía de Comunión’, visitó la semana pasada Valencia para participar en un simposio sobre ‘Economía y Pobreza’ organizado por la ‘Asociación por una Economía de Comunión España’ en la Universidad Católica de Valencia (UCV). Este experto en pensamiento económico y ensayista de prestigio en Italia, conversó con PARAULA y analizó -entre la crudeza, la preocupación y la esperanza- algunos de los desafíos políticos y económicos más relevantes del momento actual.
Eduardo Martínez | 8-06-2018
Luigino Bruni, coordinador internacional del proyecto ‘Economía de Comunión’ desarrollado por los Focolares. (FOTO: J.PEIRÓ)– Vemos a menudo la economía y la pobreza como mundos enfrentados, pero este simposio quiere aportar una visión diferente. ¿Qué debe cambiar principalmente en la economía para que sea instrumento de solidaridad y justicia social?
– Digamos primeramente que la economía es algo bello, no podemos olvidarlo. Sería una estupidez una sociedad que dijera que es algo sucio, sería una forma de nihilismo, algo pernicioso. La economía, como tal, no puede estar contra la vida, porque precisamente la economía (el trabajo, la producción de bienes, el consumo, etc.) no es otra cosa que un medio para vivir. Pero hay una cierta economía, o una deformación de ella muy extendida, que no sigue esta línea. La economía será más humana si aumenta la comunión y reduce el egoísmo. Los bienes se convierten en algo bueno sobre todo cuando son compartidos. Esta es una ley humana, antropológica, de la familia, de la amistad… que también debe mostrar la economía. Téngase en cuenta que las personas felices son las generosas, las que dan. Esto debe valer también para la economía.
– ¿Qué deberían incorporar los gobiernos del mundo de la ‘Economía de Comunión’ focolar?
– La idea de que si las políticas no tienen una comunión en la base se convierten en una fuente de conflictos. Todos competimos, los partidos, las empresas… pero los países no van adelante si las personas no somos, ante todo, amigas. Hoy parece que Europa ha olvidado esto y debe reencontrar una base común sobre la que fundar sus políticas.
– Se ha insistido en la idea de que la reciente crisis económica vino precedida de una crisis ética. ¿Hemos aprendido algo en estos años de sufrimiento global?
– No creo que hayamos aprendido. Los mercados financieros están actuando de forma similar a lo que hacían en el año 2007. No hemos cambiando mucho las finanzas, pero es que no hemos cambiado nosotros mismos. Hablamos de los bancos, pero también muchos individuos concretos han puesto dinero en el banco porque querían intereses sin importarles mucho cómo. Ha habido una avaricia colectiva. El banco es el chivo expiatorio, pero ¿quién ha llevado el dinero a los bancos? No, no hemos aprendido nada; hemos vuelto al neoliberalismo financiero de hace diez años. Debe haber un rearme ético en Europa o volveremos a caer pronto en otra crisis económica. Confiemos en la Providencia para que no sea así. Espero que al menos, si llega esa crisis, seamos capaces de gestionarla mejor con la experiencia adquirida en la última.
– ¿Cómo se ve desde Italia -o al menos usted- la situación actual en España, con el cambio de Gobierno, el desafío independentista…?
– La riqueza y la diversidad de España parece una bendición y una herida a la vez. No acabo de comprender esta gran tensión y que no se llegue a alguna forma de entendimiento. Aunque es cierto que hay una oleada de nacionalismo en Europa, también en Italia. A veces son ciclos. Uno de ellos es que durante una época se tiende a mirar a lo privado y, pasada esa etapa, se atiende más a lo público. Ahora estamos en un momento de querer salvarse uno solo, privadamente. Sin duda estamos en un momento muy difícil. En veinte años toda la Europa fundada sobre el cristianismo ha entrado en crisis y no es fácil resituarse. Tenemos que adaptarnos a un mundo cada vez más globalizado y a la vez diverso. Lo hemos devorado todo en unas generaciones y Europa se ha quedado sin respuestas morales para resistir a esta gran crisis. Pero estoy, en parte, contento porque al menos no hemos llegado a una guerra. Habitualmente cuando se ha llegado a una situación así, con los nacionalismos o con los problemas económicos, se ha generado una guerra. Yo pienso que esta vez no habrá una guerra, por suerte. Y creo que este momento pasará y que estas incomprensiones se superarán con un nuevo pacto, que llegará la concordia.
– Conoció de cerca a la fundadora de los Focolares, Chiara Lubich. ¿Qué destacaría de ella?
– Tengo un recuerdo muy bello de ella. Una mujer inteligente y sencilla a la vez, genial a su modo, muy ligada a la Iglesia y antinostálgica: no echaba la vista atrás, iba siempre adelante y hasta en el final de su vida planeaba nuevos proyectos. Esto me transmitió, que la Tierra Prometida no está atrás sino delante, que es un camino de ida, no de retorno.