Iniciamos en la tarde de la solemnidad de Santa Teresa de Jesús este Sínodo diocesano que he convocado escuchando la voz del Señor y el clamor que nos llega de los hombres de nuestro tiempo para fortalecer y avivar nuestra fe como fieles testigos de Dios vivo y de su Hijo Jesucristo, para vivir esa fe cada vez con mayor vigor y ser capaces de comunicarla a los demás con fuerza y alegría. Vivimos tiempos recios en un mundo en que se padece el olvido de Dios, el silencio de Dios, se vive como si Dios no existiera, la práctica dominical como signo elocuente de lo que sucede ha descendido muchísimo, se echa en falta la presencia de cristianos en la vida pública y crece la apostasía silenciosa de muchos cristianos, cierta pasividad ante los que sufren está ahí, el individualismo se apodera de todos también de los cristianos, hay una debilidad evangelizadora en las comunidades cristianas, y una quiebra moral sobre todo en los países de Occidente. La fuerza del relativismo se impone por doquier… Ante estos hechos innegables, se adueña tal vez de nosotros, pastores, el cansancio y tal vez nos falte incluso empuje evangelizador ¿podemos estar como espectadores pasivos sin reaccionar? ¿Nos da lo mismo que sea así?. Por eso comenzamos el Sínodo diocesano porque necesitamos, con la fuerza del Espíritu Santo, una renovación interior que nos de fuerzas para evangelizar, ser testigos y anunciadores del Evangelio, necesitamos ser en verdad y eficazmente una Iglesia evangelizada y evangelizadora, que se atreva con libertad, obedeciendo a Dios antes que a los hombres o a los poderes del mundo, a anunciar a Jesucristo como la gran verdad que salva y renueva al mundo, una Iglesia que se atreva como Jesús a anunciar el Reino de Dios y a llamar a la conversión, una Iglesia que haga cristianos, discípulos de Jesús, testigos de la fe y el Evangelio en nuestro mundo, en la vida pública, en todas las esferas de la vida personal y social. Sin conversión no hay Iglesia. Por otra parte, de otras partes del mundo, donde el Evangelio no se ha anunciado suficientemente, nos llega un clamor: ¡»venid y ayudadnos»! No podemos seguir así. Hay que hacer algo. Se ha hecho estos años atrás mucho en nuestra diócesis con itinerarios de renovación y evangelización e incluso hemos llegado a esbozar un proyecto diocesano de evangelización, aprobado tal día como hoy hace tres años; pero hay que hacer algo más, concretar más, aprobar entre todos medidas operativas sustanciales y centrales, evaluables, pocas pero centrales y generadoras de un gran dinamismo evangelizador diocesano. POR ESO ESTE SÍNODO DIOCESANO. Iniciamos este Sínodo precisamente el día de Santa Teresa de Jesús, gran santa renovadora y reformadora del siglo XVI, que con su renovación interior, entre otras cosas, alentó desde el claustro la obra evangelizadora y misionera hasta hoy.
Al iniciar este Sínodo diocesano y durante todo él, volvamos a Teresa de Jesús, que nos dice «sólo Dios basta, quien a Dios tiene nada le falta: Ese debe ser el horizonte del Sínodo, ese es el horizonte del mundo que vivimos. Además Teresa de Jesús nos dice la actitud que hemos de tener y conservar en el Sínodo y en el mundo de hoy: «Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Esto es lo que necesitamos: estar atento a lo que Dios mande de nosotros, y no busquemos otra cosa que Dios y su voluntad, como Jesús nos enseñó. Volvamos a Teresa de Jesús, a su espiritualidad y a sus escritos. Ahí aprendemos y saboreamos esa sabiduría eterna de Dios y manifestada en el tiempo, en la carne, en la humanidad llagada del Hijo de Dios, único camino de la Iglesia, único camino de Dios al hombre y del hombre a Dios, único camino del hombre a cada hombre. Necesitamos volver a santa Teresa hoy más que nunca en este mundo de eclipse de lo divino y de pérdida del sentido de Dios. Lo necesitan, sobre todo, los jóvenes hambrientos de trascendencia, de Dios, en sus vidas y de testigos de esa trascendencia, de nada tan necesitados como de Dios, porque tienen sed de vida, de amor, de esperanza, de felicidad y plenitud: y sólo Dios es esa plenitud. Sólo El es la Vida y fuente de la Vida. Sólo Él es el amor que hace renacer constantemente una esperanza firme más allá de todo lo que produce hastío, desamor y mentira. Necesitamos la enseñanza y el testimonio de la Santa porque faltando el sentido de Dios, va perdiéndose hoy el auténtico sentido del hombre y el hombre se vuelve contra el hombre, y porque tratando de eliminar a Dios vamos eliminando al hombre y produciendo su destrucción.
Necesitamos seguir los pasos de la Santa Andariega de Ávila, Teresa de Jesús, para descubrir al «Jesús de Teresa», del que tan necesitados estamos todos los hombres, porque Él es nuestro Redentor, el único que tiene palabras de vida eterna, el único nombre en el que los hombres podemos hallar perdón y misericordia, reconciliación y paz, felicidad y medicina para nuestras heridas y palabra de comprensión para nuestra fragilidad pecadora. Nuestra Santa universal, Doctora y Maestra de toda la Iglesia, no tuvo otro vivir que Cristo, porque supo apropiarse la riqueza de la Iglesia, la única que la Iglesia tiene, que no es otra que Jesucristo, y a ella entregó su vida. Sigamos los pasos de esta mujer santa y no nos dejemos engañar por nadie que trate de mostrarnos otro camino distinto al que ella siguió, otro camino distinto que el del conocimiento y el de la experiencia de Jesucristo, que únicamente se adquiere dentro de la Iglesia: en el trato y amistad con El en la oración; en la Eucaristía donde El se nos entrega con una confianza ilimitada y nos hace participar en su misma vida; en la Penitencia donde El se nos entrega como perdón y gracia reconciliadora; y en la escucha de su palabra, recogida en las Escrituras transmitidas y leídas en la Iglesia.
Viendo y escuchando a Santa Teresa, Teresa de Jesús, me vienen a la mente como dichas por ella, aquellas impresionantes palabras del Papa san Juan Pablo II, elegido Papa precisamente al día siguiente de La Santa «No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo. Abrid a su fuerza salvadora las fronteras de los Estados, los sistemas económicos y políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización, del desarrollo. No tengáis miedo. Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo Él lo sabe. A menudo el hombre se siente invadido por la duda, que se transforma en desesperación. Permitid por tanto, os lo ruego, os lo imploro con humildad y confianza permitid a Cristo que hable al hombre». Llamemos a la conversión, a que los cristianos volvamos de verdad a Cristo, Y surgirá y se edificará una humanidad nueva.
Esto nos dijo el sucesor de Pedro, al que tan unida, como hija fiel de la Iglesia, estuvo santa Teresa; al que tanto quiso, por el que tanto rogó y al que tanto ayudó en vida. Y esto nos diría, nos dice también La Santa: que escuchemos y obedezcamos al Papa Francisco que nos está urgiendo constantemente a evangelizar para la conversión personal, que es ahí donde radica la conversión pastoral. Ella, Teresa de Jesús, nos ruega que nos abramos a Cristo, que le acojamos, es lo mejor que puede decirnos y pedirnos santa Teresa. Que para esto, además, hemos convocado e iniciado este Sínodo diocesano.
Yo también, humildemente y con toda confianza, ante ella esta tarde me postro ante sus pies para pedirle y rogarle, para suplicarle con toda mi alma que nos ayude, que nos proteja, que interceda por nosotros, para que en este Sínodo vayamos a lo sustancial, a Dios y a su Hijo Jesucristo y nos olvidemos de cosas secundarias y sólo estructurales que nos pueden distraer de lo sustancial: la sustancia viva del Evangelio, de la que habla San Pablo VI en su encíclica EN.
Pongo en sus manos esta Iglesia diocesana de Valencia para llevar a cabo esa obra de renovación y revitalización tan necesaria de toda la Iglesia, también de ésta que peregrina en Valencia. Dirijo esta súplica desde esta iglesia madre de la diócesis, la Catedral tan concurrida en este atardecer. Teresa de Jesús, fiel hija de la Iglesia, que amaste y amas con verdadera pasión de hija a la santa Madre Iglesia, ayúdanos a amar como tú a la Iglesia, a sentir con la Iglesia, a vivir el gozo de ser Iglesia, a fortalecer nuestra comunión y nuestra unidad. A ti, Madre Teresa, encomiendo el sínodo diocesano para que lleguemos a ser enteramente una Iglesia evangelizada y evangelizadora, siguiendo en esta diócesis un camino juntos de verdadera sinodalidad como es la Iglesia. Que esta tarde con plena confianza en Dios, en Jesús, tu Hijo, y en su santísima Madre, la Virgen de los Desamparados nos pongamos en camino juntos como iglesia que está en Valencia para encaminarnos juntos y unidos , como peregrinos, a formar la familia santa de los hijos de Dios, donde confesemos nuestra fe en Dios, vivamos el amor de Dios, nos amemos con ese amor y seamos sacramento del amor de Dios en vida y servicio entregada enteramente en favor de los hombres, especialmente de los más pobres y necesitados, llevándoles el Evangelio de Jesucristo para que crean y se conviertan, le amen y le sigan. Queremos, en fidelidad a la llamada de Dios, en esta hora de Dios, que es el tiempo que nos es dado vivir, queremos ser fieles a Dios, buscar, encontrar y cumplir su voluntad y su voluntad es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Queremos ser Iglesia, que como tú, anunciemos a Jesucristo, para que los hombres crean y vivan en Cristo, con Él y desde Él y así alcancen vida eterna y se sientan queridos por Dios que se vuelca en derroche de amor en favor a los hombres. Sabemos que esto no es posible si no se lleva a cabo una renovación de nuestra Iglesia, de las personas que las formamos, de las instituciones. Y esta renovación es la vida interior, es la vida santa. Que nos conduzca por los caminos de la santidad, tus caminos. Sólo una Iglesia de santos podrá evangelizar nuestro mundo.
Santa Teresa, modelo de juventud, que tanto atraes a los jóvenes, que tanta fuerza de vida tienes y que tan grande humanidad nos muestras, te encomiendo los Jóvenes de nuestra diócesis. Por ellos te ruego, guíalos, que te descubran. Los jóvenes, como nadie, necesitan a Cristo, Camino, verdad y Vida. Enséñanos a mostrarles a Cristo. El Papa dijo cuando vino a tu pueblo, a Ávila, dirigiéndose a los jóvenes con palabras casi tuyas «Quiero ofrecer como mensaje a la juventud: En este tiempo es menester amigos fuertes de Dios». Necesitamos jóvenes amigos fuertes de Dios. No está en los métodos, no está en las organizaciones, tú lo sabes; todo está en la amistad con Dios, todo radica en la amistad con el Amigo que es Jesús el único que no defrauda. Enséñanos a ir a los jóvenes.
Teresa de Jesús, Teresa de Ávila, Teresa de la Iglesia que es la gran familia de Dios, te encomiendo a las familias Que siguiendo tus enseñanzas y bajo tu protección, siguiendo las enseñanza de los papas, en particular, del Papa Francisco, las familias sean los santuarios de la vida, sedes de la cultura de la vida, hogar de la nueva civilización del amor, iglesia doméstica, transmisoras de la fe, lugar de encuentro con Dios, centro de irradiación de la fe, escuela de vida cristiana. El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Que nos esforcemos y con tu ayuda lo consigamos en salvar y promover los valores y exigencias de la familia.
Tú eres Doctora universal de la Iglesia, maestra de la sabiduría, porque has preferido la sabiduría de Dios a todos los cetros de la tierra. Necesitamos esa sabiduría. La sabiduría de Dios que nos lleva a saborear la verdad suya y la verdad del hombre. Tú eres maestra que muestras la verdad, la verdad que nos hace libres, la verdad que se realiza en el amor. Necesitamos una cultura nueva, la única capaz de humanizar nuestro mundo, que es la cultura del amor y de la verdad. Necesitamos centros donde se genere y se cree esa cultura, te pido por ello, por las universidades que están en Valencia con más de 250.000 alumnos y muchos miles de profesores. ¡qué responsabilidad tan grande la de la diócesis ante las universidades, si no evangelizamos en ese ámbito, así como en todo el ámbito de la enseñanza y de la educación tan prioritarios para el futuro del hombre. El Evangelio de Jesucristo, como tú nos lo muestras, tiene una capacidad inmensa de humanización y creación de cultura. Danos tu luz y tu sabiduría para que acertemos en estos momentos a fomentar y orientar instituciones que creen cultura, que crean en el hombre y apuesten decididamente por su verdad, que crean que el camino de la sociedad y de la Iglesia no es otro que el hombre tal y como es querido por Dios en Jesucristo, donde se dé el gozo de la verdad. En tus manos, Doctora universal de la Iglesia pongo estas instituciones, ayúdanos a que la sabiduría que te ha guiado sea la única que a nosotros nos guíe.
Imploro igualmente para este Sínodo que comenzamos el auxilio y la ayuda de los santos valencianos, mártires y confesores que son muchos, por ejemplo, san Vicente Mártir, san Vicente Ferrer, santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ribera, el Padre Jofré, santa Teresa de Jesús Jornet, …. y, de manera muy principal, la intercesión y la ayuda en la que tanto confiamos de nuestra Santísima Mare dels Desamparats, en sus manos ponemos nuestro Sínodo, hoy Ella nos indica y responde como en las bodas de Caná, estamos celebrando, un banquete de bodas, la Eucaristía : «Haced lo que Él, mi Hijo, os diga». Y todo saldrá bien y brotará la alegría de la presencia de Jesús sobre nosotros para comunicarla y dar fe de ella.
Que Dios bendiga a todos y vuestros trabajos sinodales