A propósito de las reacciones difundidas en diferentes medios de comunicación sobre mis declaraciones del pasado miércoles, lo primero que hago, con toda sinceridad y de buen grado, es pedir perdón a los refugiados, perseguidos y emigrantes venidos a España en los últimos meses, -para mí muy queridos todos, sean de la condición que sean y vengan de donde vengan y como vengan-, si tales declaraciones les han podido producir algún daño por la opinión pública que se ha intentado crear. Saben ellos que no es esa mi posición y que siempre han tenido y tendrán en mí a un hermano que los acoge y defiende, que comparte su tragedia, y que no voy a disminuir para nada ni mi ayuda personal, ni la ayuda institucional de la diócesis. Pido perdón, igualmente, a los diocesanos de Valencia, a los católicos de esta Iglesia, si he podido causar algún daño moral ante las críticas que estos días a propósito de este asunto se han hecho a la Iglesia o a mi persona, de la que se han dicho tales atrocidades, que perdono de todo corazón y de verdad.
La verdad es que no es ése mi pensamiento, jamás lo ha sido, el que me atribuyen estos días algunos medios de comunicación a propósito de mi respuesta a una pregunta en el Foro Nueva Economía de Valencia el pasado miércoles. Lo desmiento rotunda y categóricamente, absolutamente y sin paliativos de ningún tipo, por servicio a la verdad y a la justicia, y, sobre todo, por amor a los refugiados, perseguidos o inmigrantes, que son, tal vez, los más perjudicados y los utilizados en toda esta polémica. Lo que se ha hecho, en un verdadero linchamiento de mi persona en estos días, constituye una manipulación de mi pensamiento, de mis palabras, de mi corazón. Nada más lejos de mí que lo que se me achaca. Si hay una sensibilidad, desde que soy sacerdote, en mi vida, es mi inclinación a los pobres, gracias a Dios.
Confirman este desmentido rotundo mis escritos, recientes y de tiempos atrás, donde me expreso con toda precisión cómo me sitúo ante el drama de los refugiados, de los perseguidos y de los inmigrantes: léanse y saquen conclusiones. Y, sobre todo, confirman este desmentido mis obras, las que directamente he llevado a cabo por mí mismo, en este sentido, a favor de los pobres y de combatir la pobreza, y las que he realizado a través de instituciones que he promovido tanto en mi actual diócesis de Valencia, como en las diócesis a las que anteriormente he servido: ahí queda como testimonio fehaciente lo que he dispuesto y ordenado a mis colaboradores de la diócesis de Valencia en tema de viviendas y alojamientos, medios económicos, gestiones, a favor de estos hermanos nuestros que carecen de todo ante el hecho de tener que abandonar forzosamente sus países de origen.
Y como testimonio también quedan mis conversaciones y ofrecimiento de colaboración y disponibilidad total, que no me desmentirán, a las autoridades de Valencia, concretamente al Sr. Alcalde, al Sr. Concejal del Ayuntamiento de Valencia que se ocupa de estos temas, o al Consejero correspondiente del Gobierno de la Generalitat, y a su mismo Sr. Presidente. Y como testimonio también pueden confirmar cuáles son las normas y criterios que tiene Cáritas, y la delegación diocesana para la pastoral de emigrantes, recibidos de mi persona. La verdad, ante todo; es lo que me permite ahora hablar con total libertad en esta Nota.
Mis palabras en un coloquio en el Foro citado se han magnificado y puedo decir que se han interpretado incorrectamente. ¿Se puede decir en verdad, por ejemplo, que soy un xenófobo, que soy un racista, que soy de la extrema derecha, o que mantengo una posición o actitud contraria a la de la Conferencia Episcopal Española o a la del Papa Francisco? Puedo asegurar con toda firmeza y verdad que me encuentro en comunión plenísima con el Papa Francisco, desde el primer momento de ser elegido, y aún antes de ser elegido Papa, y garantizar con absoluta sinceridad que me hallo en total comunión y sintonía con la Conferencia Episcopal: la verdad es la verdad, y puedo decir, delante de Dios que no miento; y las interpretaciones que se han hecho carguen con ellas sus intérpretes. Y, por encima de todo, soy un hombre de fe plena en Jesucristo y jamás olvidaré sus palabras ni las utilizaré en mi provecho o para mi interés, lo consideraría blasfemo.
Por lo que se refiere a la expresión que “no todos los que llegan son trigo limpio”, no he pretendido descalificar con ella a todos los refugiados, huidos, inmigrantes o perseguidos; al contrario, defenderlos; porque no les favorece a la inmensa mayoría, muy inmensa, de ellos. No tengo ninguna prevención; solo afirmo que se tenga prudencia; no digo más que lo que dijo el Papa: “existe el peligro de infiltración, eso es cierto”. Y añado que hay que defender la identidad y la historia de Europa y de España misma y prevenir; no creo que esto sea reprobable. En cuanto al hecho de “no todo trigo limpio”, me remito a los hechos y a las informaciones veraces de que dispongo; y la Comunidad Europea, en reunión de más alto nivel, acaba de confirmar anoche mismo mis preocupaciones.
Debo confesar, por lealtad y por justicia, que me ha dolido algunas cosas que han dicho de mí, sin fundamento alguno, sobre todo, por venir de quienes venían, personas significativas. Bien sabe Dios, lo digo con toda humildad, que no haría esta Nota y con la firmeza que la hago si no fuese por servir al bien común, a la sociedad, y, principalmente a la Iglesia, cuyo camino es el hombre y su verdad. Nunca hubiese pensado que tendría que escribir una Nota así si no fuese en el ejercicio de mi ministerio de Pastor del pueblo que se me ha confiado al que tengo que defender. No trato de defenderme personalmente, me importan poco los insultos, las calumnias o las descalificaciones, las persecuciones. Todo esto me acerca más a Dios y a vivir las bienaventuranzas evangélicas, que son el retrato de Jesús, al que Dios rico en misericordia me conceda seguirle siempre, sin preocuparme nada de mí ni para mí, sino sólo el bien de la Iglesia, y me conceda también la gracia de una conversión permanente, de ser un pastor conforme al corazón misericordioso de Dios que alimenta a su pueblo con la caridad con predilección por los más pobres, y ser igualmente ministro de reconciliación y de unidad. Olvido todo, y no tengo en cuenta para nada lo sucedido: simple y sencillamente insisto en pedir prudencia, espero reciprocidad y lealtad, y suplico, humildemente, que recen por mí.