La delegación de las Cáritas de España durante su peregrinación. En esta Semana Santa una delegación de quince representantes de diversas Cáritas Diocesanas (Alcalá, Burgos, Guadalajara, Menorca, Orihuela-Alicante, Segorbe-Castellón Valencia y Zaragoza) junto a dos personas de Cáritas Española, hicimos un viaje institucional para conocer en primera persona las acciones de apoyo a Cáritas Jerusalén que la Confederación de Cáritas Española está llevando a cabo allí. De la diócesis de Valencia fuimos Ignacio Grande Ballesteros (director) y yo, David Montesinos García (responsable de cooperación fraterna). Esta cooperación se enmarca en un proyecto global denominado Iniciativa por la Paz que ya lleva más de 15 años de andadura.
La experiencia fue inolvidable en varios sentidos. De un lado, cabe resaltar la sintonía que desde el primer momento surgió entre los miembros del equipo. La concordia, la simpatía y el buen humor era el pan nuestro de cada día. También iba aumentando nuestra complicidad a medida que transcurrían las intensas y variadas vivencias, desde las comidas donde abundaba el humus hasta los momentos de compartir las sensaciones, intuiciones y sentimientos al final de la jornada. De otro lado, impacta la realidad que allí se vive y que difícilmente te deja indiferente si tienes un corazón abierto y receptivo. Más bien, te deja una profunda marca en el corazón.
Todos los días fueron muy intensos, pero especialmente los tres primeros días en los que compartimos las celebraciones de Jueves Santo, Viernes Santo y la Pascua de Resurrección con la Comunidad cristiana que nos acogió. Las celebraciones eran largas, alguna de más de 3 horas, y aunque solo entendíamos alguna palabra suelta (porque la liturgia es en árabe) sí que podíamos captar la emoción con que era vivida, especialmente en los cantos.
De esta manera hemos tomado conciencia de la existencia de comunidades cristianas en Palestina, las «piedras vivas» de aquella Tierra Santa, denominadas también el «Quinto Evangelio» por ser descendientes de las primeras comunidades cristianas. Sí, en efecto, es importante visitar los Santos Lugares donde Jesús dejó su huella, qué duda cabe, pero, por lo mismo, no podemos olvidar a nuestros hermanos y hermanas que aún mantienen la fe en Jesús Resucitado allí, en su tierra natal. Es más, al compartir con ellos la vida y las celebraciones, el corazón se abre a la amistad y a la fraternidad. Se propiciaron múltiples encuentros para compartir experiencias vividas, la situación actual y expectativas de futuro. Al calor de la verdad y sinceridad de las palabras fue creciendo el deseo de mantener el contacto.
Entre otros aspectos, descubrimos cómo hermanos y hermanas de distintas confesiones cristianas que allí conviven han elaborado conjuntamente el documento Kairós Palestina. Representando a diversas iglesias, han pedido el final de la ocupación de Palestina por Israel. Piden con urgencia la paz a líderes religiosos judíos y musulmanes, al pueblo palestino e israelí, a la comunidad internacional, a las iglesias del mundo y a nosotros, sus hermanos en la fe.
Hemos conocido también que la presencia de cristianos palestinos en Tierra Santa es en torno al 1% y, desafortunadamente, la tendencia es a la baja. Consiguientemente, nos compete seguir mostrando nuestro apoyo y solidaridad para que puedan afrontar en mejores condiciones su realidad, su día a día y colaborar así en su arraigo social, cultural y religioso. De otra parte, es importante que ellos puedan seguir desempeñando su rol de «constructores de paz» (Mt 5, 9) a través del dialogo, la noviolencia y la cooperación. En este sentido, podemos conocer y colaborar en los proyectos de desarrollo que la Confederación de Cáritas Española ya está implementando junto con Cáritas Jerusalén, sensibilizar en nuestras parroquias y realizar peregrinaciones religiosas que efectivamente ayuden a las comunidades cristianas palestinas de allí.
De alguna manera y de forma similar a lo que les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24,13-25) sentimos como ardía nuestro corazón al recordar a Jesús en su tierra y al compartir con la comunidad el pan, la vida y la esperanza en una convivencia y coexistencia en paz: un Bien arduo, futuro, pero posible si todos colaboramos.