L.B. | 15-06-2018

Desde su fundación en 1732, su misión es la de evangelizar en las periferias. Hoy, los Misioneros Redentoristas siguen evangelizando en las periferias, también de Valencia, donde llegaron hace algo más de cien años. “Desempeñamos una labor muy acorde con el papa Francisco, en las periferias de las ciudades, pero también las periferias existenciales, en todo el ámbito moral de la persona, a través de misiones parroquiales itinerantes y de misiones en el Tercer Mundo”, explica Antonio Manuel Quesada, quien junto con Raúl Valencia y Carlos Antonio Galán forma la comunidad redentorista que realiza su labor desde la parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados en el barrio valenciano de Nazaret y en la Purísima Concepción, de La Punta.
“Nazaret vive a la sombra del Puerto de Valencia. Su realidad social es compleja, plural. Hay familias con buen nivel económico que trabajan en el Puerto, labradores y pescadores de toda vida, junto con muchos gitanos, inmigrantes (subsaharianos, rumanos, pakistaníes…) y ocupas. Y todo ello con un tejido social muy fuerte, con gran sentido de pertenencia”, explican los religiosos.
“Esto es como un pueblo. Requiere un trabajo muy de calle, de estar y hablar con los vecinos, para que nos vean y sientan nuestra presencia”, añade Antonio.
Por eso, para ellos es fundamental, además de la dimensión litúrgica y celebrativa propia de una parroquia, la educación y evangelización de niños, adolescentes y jóvenes. “El colegio parroquial realiza una gran labor evangelizadora y ofrece una formación integral de la persona en el contexto concreto en el que viven y del que surgen muchos desafíos, como el de prestar ayuda y apoyo a la familia”, indican. Así, el colegio Nuestra Señora de los Desamparados está llevando a cabo el proyecto ‘NSD+’, por el que a través del deporte se ayuda a los niños. O el grupo Scout ‘Iter’ de la parroquia, en el que se realiza un trabajo de atención a los chavales en un ámbito más extraescolar. “En medio de la naturaleza y la aventura intentamos inculcarles valores humanos y evangélicos como la responsabilidad o la lealtad”.
Con mujeres e inmigrantes
Dado el contexto socioeconómico tan frágil de la zona, la Cáritas parroquial juega un papel fundamental y “ofrece un gran testimonio en el barrio, donde acompaña, ilumina y es testigo de la fe”, indica Antonio quien reconoce que toda su infraestructura ya existía cuando ellos se hicieron cargo de la parroquia.
Los religiosos insisten en destacar lo necesario que es para Cáritas parroquial “trabajar en colaboración con los servicios sociales del Ayuntamiento, asociaciones vecinales y otras comunidades religiosas del barrio”, como las Hermanas del Sagrado Corazón y las de la Caridad de Santa Ana.
Entre todos, destaca el proyecto ‘Mare’ en el que desde el año 2000 se atiende a las mujeres en exclusión e intenta promocionarles a través de un taller prelaboral que funciona como un centro de día en el que reciben formación y orientación para el empleo.
Las mujeres que acuden al proyecto, algunas de ellas salidas de la prostitución, reciben clases de español, alfabetización, limpieza, cocina, costura, formación en salud, atención de mayores, y también se trabajan hábitos de responsabilidad, horarios, etc. Los talleres se programan y se llevan adelante con una trabajadora social y una educadora y se adaptan a las necesidades de las mujeres en cada momento.
Además, en el taller prelaboral ‘Mil.una’, las mujeres dan los primeros pasos para acceder al trabajo. Cosen productos textiles como bolsos, monederos, mochilas, delantales o flores de tela, que venden a través de esa marca y con lo que obtienen unos pequeños ingresos.
Esta misma labor de trabajar hábitos y formar para buscar empleo se lleva a cabo también con los inmigrantes, abundantes en la zona. “La parroquia, junto con la asociación de vecinos, tiene dos pisos donde se les ha realojado y se les forma”. Ahora también se está trabajando con ellos el autoempleo, a través de la agricultura ecológica. “Los subsaharianos tienen mucha capacidad de trabajar la huerta, que aquí se está abandonando”, por eso, cultivan productos ecológicos que luego venden a las tiendas. “No es que saquen mucho dinero, pero es un trabajo mucho más digno que aparcar coches en la Alameda”. Desde que se puso en marcha el proyecto se ha atendido ya a 50.
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