CARLOS ALBIACH | 17-05-2019
En el altar estuvo presente la cruz de Lampedusa, elaborada con madera de patera de inmigrantes. A.SAIZ
Las campanas del Micalet nos anuncian tu fiesta”. Con estas palabras un escolán de la Virgen de los Desamparados comenzaba la monición con la que se abría la missa d’ infants en una plaza de la Virgen, como es habitual en esta celebración, estaba abarrotada. De hecho, desde una hora antes ya era difícil hacerse con alguna de las sillas de plástico más cercanas al altar, donde este año se colocó la bautizada como cruz de Lampedussa, bendecida por el papa Francisco y hecha con madera de pateras de inmigrantes y refugiados.
Personas de todas las edades, familias enteras con niños pequeños, grupos de jóvenes, personas mayores o religiosas se encontraban entre los fieles presentes. Muchos de ellos habían llegado a pie en peregrinaciones nocturnas desde localidades del área metropolitana de Valencia. También se podían ver caras de sueño en los más ‘matiners’ y sobre todo en los que ya habían participado en la misa de descoberta, que se celebró a las 5 de la madrugada en el interior de la Basílica. Pero ni sueño, ni cansancio contaban porque la fiesta de la Mare de Déu dels Desamparats, como explicaban Carmen y María, madre e hija, “es sagrada”.
Las voces angelicales de la Coral Juan Bautista Comes, dirigida por Cristina Contreras, junto a la música de la orquesta del Conservatorio José Iturbi de Valencia, dirigida por Vicente Chuliá, volvían a recordar que Valencia ya celebraba la fiesta de su patrona: ‘Al matí cap a llevant, quan naix el dia, les campanes van dient Ave Maria”.
En ese momento llegaba al altar el arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, junto a los once obispos concelebrantes, concretamente los cinco de las diócesis de la Provincia Eclesiástica Valentina monseñores Jesús Murgui, de Orihuela-Alicante; Casimiro López Llorente, de Segorbe-Castellón; Sebastià Taltavull, de Mallorca; Francesc Conesa, de Menorca; y Vicente Juan Segura, de Ibiza; los valencianos monseñores Jesús E. Catalá y Manuel Ureña, obispo de Málaga y arzobispo emérito de Zaragoza, respectivamente; monseñor Antonio Gómez, obispo de Teruel y de Albarracín; y los tres obispos auxiliares de Valencia, monseñores Esteban Escudero, Arturo Ros y Javier Salinas. Además, ha concelebrado monseñor José Rodríguez Carballo, arzobispo-secretario de la congregación para los Institutos de Vida Consagrada, los sacerdotes del Consejo Episcopal y los del Cabildo de la Catedral de Valencia.
En el altar también se podía ver el gran tapiz floral, instalado por el Ayuntamiento de Valencia y elaborado por Decourba en el que se mostraba una estampa que evoca la Valencia antigua y su vinculación tanto con la Mare de Déu como con San Vicente Ferrer, del que se ha celebrado este año el 600 aniversario de su muerte.
Protección de los desamparados
En la homilía el cardenal Cañizares invocó la protección de la Mare de Déu “para todos, especialmente para los desamparados, frágiles e inocentes”. En este sentido, resaltó que “en María, el hombre revive, empieza a comprender mejor el significado y sentido de la vida y adquiere una conciencia nueva, comienza a hacer del amor y la caridad su forma de vida, empieza a ser capaz de tener misericordia consigo mismo y con todos, principalmente con los desamparados y desheredados”.
El Cardenal, que se dirigió a los fieles en castellano y valenciano, recordó que la Iglesia en Valencia, con la Virgen María, “se siente hoy llena de fe que la anima y alienta, puesto que la comunidad cristiana, desde hace siglos, sobre todo desde los tiempos del Padre Jofré hasta nuestros días, vive con alegría desbordante esta fiesta mariana, porque en esta imagen bella de la Madre que abraza a su pequeño, ve en Ella la ternura y cercanía inigualable de Dios”.
La Virgen, añadió el Arzobispo, “se nos da, como madre de todos, junto a la Cruz en la que muere su Hijo, por nosotros y con nosotros, no cabe mayor cercanía de Dios al hombre como este Niño y su Madre que, acompañados por dos niños inocentes, criaturas frágiles y débiles que son los hombres en desamparo, provocan amor y compasión, y ahí Dios nos muestra su decidida voluntad de acogida y abrazo fraterno y de paz”.
“¿Cómo no ver en Ella nuestro verdadero y real amparo seguro? ¿Cómo dejar de acudir a Ella para invocar para todos los desamparados, frágiles e inocentes, su protección, amparo e intercesión maternal que siempre nos auxilia?”, se ha cuestionado el Cardenal.
En la misma línea, indicó que “la nueva relación con Dios iniciada en esa Madre Virgen, y que culmina junto a la Cruz, seguida con fe y fidelidad, da un valor y significado nuevos a lo que el hombre es y hace, y cambia el tiempo y el corazón del hombre, vivificándolo en la esperanza del espíritu de Dios, con un corazón nuevo capaz de amor y misericordia”.
Finalmente, el Cardenal ha hecho hincapié en que hoy, fiesta de la Virgen de los Desamparados, “es un día para no callarnos” porque “no podemos silenciar este homenaje puro a la Madre de los afligidos, auxilio y esperanza nuestra” ya que “no puede haber mayor esperanza para los desterrados que María, que está en el cielo, como Madre de Dios y nuestra”.
Oración por Venezuela y ayuda a los vicariatos de Perú
En las oraciones de los fieles el arzobispo de Valencia realizó una oración especial “por la paz en Venezuela, para que encuentre la justicia y respeto por la dignidad humana y alcance la libertad”.
Antes de impartir la bendición el Cardenal recordó la ayuda urgente que necesitan los vicariatos apostólicos de la Amazonia peruana, “con los que tenemos una responsabilidad en la diócesis de Valencia y que nos mandan una señal de socorro”, destacó. “Recemos para que la Mare de Déu envíe sacerdotes a aquellas tierras que necesitan misioneros para dar a conocer a Jesucristo”, añadió.
La missa d’ infants como su propio nombre indica es una misa dedicada especialmente a los niños valencianos. En representación de todos ellos, la fallera mayor infantil, Sara Larrazábal, elevó una plegaria a la Virgen para que “se aleje la guerra y la discordia, de salud a los enfermos y alegría a los tristes y para que todos tengan su nombre en los labios”. Tras esta plegaria, y junto a su corte de honor, realizó una ofrenda de flores a la Mare de Déu. El Arzobispo agradeció a la fallera mayor infantil de Valencia y a su corte de honor la ofrenda “porque en vosotras están representadas todas las niñas valencianas”. Asimismo, tuvo palabras de agradecimiento a los escolanes de la Virgen de los Desamparados.
La celebración de la eucaristía finalizó con uno de los momentos de más emoción: el canto del Himno de la Coronación. Multitud de rostros emocionados y empapados de lágrimas cantaron a su madre: “Salve, Reina del cèl i la terra; Salve, Verge dels Desamparats; Salve, sempre adorada Patrona; Salve, Mare dels bons valencians”.

Esta semana con PARAULA, suplemento especial por el Besamanos de la Virgen y crónica de todos los actos de la fiesta