Monseñor Osoro con los familiares del beato. (Foto: Alberto Sáiz)


El 4 de Febrero de 2011 es una fecha para recordar. Fue cuando el Sr. Arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro Sierra, bendijo la imagen del beato Vicente María Izquierdo Alcón, así proclamado, en aquel luminoso día 11 de marzo de 2001, cuando en la plaza de S. Pedro de Roma, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.
Tras ser colocada la imagen por los jóvenes, en una hornacina emplazada en la parte izquierda del Camarín de la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, podemos comprobar que este sacerdote mártir y de grandes virtudes, dirige su mirada a la Santísima Virgen, a través de esta imagen, con devoción y fervor.
Recordamos aquella fecha de 1936 en que ardía la Basílica y el valiente sacerdote D. Vicente, se introdujo entre una nube de fuego y humo, para evitar que la imagen de nuestra Patrona quedara destruida; y lo consiguió. Logró soltarla de la peana y fue trasladada, discretamente, hasta el Consistorio de la ciudad y entregada bajo recibo. Y al día siguiente trabajó de albañil para construir una pared que la resguardara. Y allí se la custodió, hasta que, terminada la contienda, pudo ser recolocada en el lugar que ocupaba y actualmente ocupa. Este acto de amor a la Virgen fue decisivo para que se le localizase, se le detuviera y se le encarcelase, y tras sufrir un duro martirio, le segaron la vida sin compasión, siendo un ejemplo hasta su último instante, en defender su fe, sus creencias y el secreto de confesión, y perdonó, generosamente, a quienes le impedían seguir viviendo, entregando su alma a Dios el 18 de Agosto de 1936, juntamente con el párroco de Puzol, dándose ambos mutuamente la absolución. Cuando esto sucedió nuestro beato tenía 45 años.
Del ejercicio de su ministerio y de su heroico ejemplo surgieron numerosas vocaciones sacerdotales y siempre se distinguió por su amor a los pobres y desamparados, a los que atendía y ayudaba, incluso prescindiendo de su propio sustento para darlo a los que nada tenían para alimentarse.
Cabría establecer un paralelismo entre el cuadro que pintó nuestro beato, arrodillado él mismo a los pies de la santísima Virgen, y la imagen que lo representa, mirando a nuestra Patrona con ternura y devoción, mirada muy distinta a la que tuvo que tener cuando la vio en aquellas circunstancias tan penosas y de lamentable confusión. La mirada angelical que se advierte en la imagen hoy, transmite paz, bondad, espiritualidad y trascendencia.
Nuestro beato fue un fiel devoto de la santísima Virgen a lo largo de toda su vida, manifestando y potenciando la devoción en las localidades en las que ejerció como coadjutor o párroco: Cogullada, Carcagente, Cheste, Ollería, Bicorp y La Pobla de Farnals. Y cuando ya han transcurrido casi 75 años, es un día grande para la evocación de nuestro beato, precisamente en el Camarín de la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia. Y es también un día muy especial para las autoridades eclesiásticas que han valorado y reconocido sus méritos, para sus familiares y amigos, para la parroquia de La Pobla de Farnals, habitantes y feligreses, y para los valencianos, españoles y personas fervorosas de todo el mundo, que pueden orar ante la imagen original de nuestra Patrona, porque años atrás un sacerdote admirable entregó su vida para contribuir a que hoy, todos los que sentimos una especial devoción hacia nuestra Madre y Patrona, la podamos expresar ante una imagen que, -según la tradición-, fue acabada por los propios ángeles.