13-10-2016
El colegio seminario La Presentación y Santo Tomás de Villanueva celebró la fiesta de su titular. A.SAIZ
Con grande alegría celebramos la fiesta de nuestro Patrón, Santo Tomás de Villanueva, en el Colegio que él mismo fundó para la formación de sacerdotes. Damos gracias a Dios por el don que hizo a la Iglesia entera, particularmente a la que peregrina aquí, en Valencia.
De él podríamos decir muchas cosas, todas ellas importantes para la Iglesia y la sociedad de entonces y la de ahora. Dentro de unos días, el sábado 15, tendremos la Asamblea Diocesana convocada como final de un itinerario para la renovación de nuestra diócesis y para disponer nuestros corazones a una nueva evangelización. Es providencial que así sea, porque santo Tomás de Villanueva es guía y maestro seguro para mostrarnos el camino que hemos de seguir en dicha Asamblea que ha de marcar una etapa llena de vigor para evangelizar, la dicha y la identidad más profunda de la Iglesia.
Las lecturas de hoy nos ponen de relieve, en primer lugar, con mucha fuerza y gran énfasis lo que es principal en la Iglesia: el anuncio del Evangelio. «Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir. .. «. Este es el camino a seguir: evangelizar. «Cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu servicio». A nosotros sacerdotes, pastores, o que os preparáis para serlo, sin ambages de ningún tipo, sin dilaciones, sin pérdidas de tiempo se nos dice para lo que estamos: para anunciar la Palabra, que es Cristo; Dios no tiene otra y el libro de las Escrituras no nos transmite ninguna otra: Cristo.
Pero además, el Apóstol Pablo dice a Timoteo, como si se tratase de los tiempos actuales que vivimos: «Vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que para halagarse el oído. Se rodearán de maestros a la medida de sus deseos; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas». Este es un gran problema hoy: la proclamación de la verdad, la que hace realmente libres. Lo «políticamente correcto», el relativismo imperante puede dominarnos y así nos hacemos incapaces del anuncio del Evangelio, que es fuerza de salvación, la salvación que el mundo espera y de la que tiene necesidad. Enseñamos interpretaciones, pero no la palabra de la verdad, la que es doctrina segura, la que hemos recibido en la Iglesia, la única que salva. No nos atrevemos a veces, por eso de que hay que hacernos plausibles, a proclamar la palabra de la verdad; y así encadenamos la Palabra y no aportamos lo que los hombres necesitan y esperan, no les ofrecemos lo que Dios nos ha dado una vez por todas en Jesucristo.
Creo que todos conservamos en la memoria las palabras tan duras que Santo Tomás de Villanueva dirige a los falsos predicadores y profetas, que son perros mudos incapaces de ladrar, incapaces de avisar a los oyentes, con libertad de espíritu y fidelidad a la Palabra, que no se siguen los caminos por los que Dios quiere que enderecemos nuestros pasos; palabras que, con el ánimo de ser modernos, de hoy, Halagan los oídos pero no enseñan lo que Dios nos ha revelado en Jesucristo una vez por todas y transmitido fielmente por la Iglesia y tampoco penetran el fondo del corazón y llaman a la conversión, cambio de mentalidad y de corazón según Dios. Pongo unos ejemplos, ¿quién recuerda hoy la Declaración «Dominus Iesus», tan fundamentalísima en nuestro tiempo, o quién enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, tan rico y punto de referencia para la fe, o quién se atreve a enseñar el gran y reciente documento de la Conferencia Episcopal Española sobre la fe católica en Jesucristo, tan denostado por algunos pretendidamente teólogos en publicación de amplia difusión en el mundo eclesiástico?
Santo Tomás de Villanueva, como toda la escuela española del siglo XVI, alma de la renovación de la Iglesia en aquella época, sí que predicaron la palabra de la verdad, no halagaron los oídos de nadie, y así llevaron aquella gigante obra de evangelización. Por ser ese predicador que exige Pablo de Timoteo, nuestro Santo Tomás es uno de los hombres que marca un hito en la renovación de la Iglesia y de las costumbres y mejoramiento de la moral y de la disciplina, muy deteriorada ciertamente; hoy padecemos una quiebra moral muy notable, quiebra de humanidad y se requiere una predicación como la de nuestro santo arzobispo.
Otro aspecto que quiero destacar y que haremos muy bien el tenerlo en cuenta en nuestra próxima Asamblea diocesana, es que santo Tomás de Villanueva, como expresión de la caridad y de la misericordia que animaba su vida, fue un testigo de la caridad y misericordia como pocos, y así fue un predicador de la misericordia. Obispo de los pobres y apara los pobres, pastor de misericordia para con los pecadores, o como dice de él un reciente libro, «Santo Tomás de Villanueva, la misericordia hecha vida y pensamiento». ¡Qué resonancia tan enorme tiene su testimonio en este año de la misericordia!. La misericordia y la caridad han de ser el alma, porque así es el Evangelio que anunciamos y testificamos, de nuestro Proyecto pastoral Diocesano, y si no es así, nos habremos equivocado enteramente y habremos perdido el tiempo de la forma más miserable.
Seguir a Santo Tomás de Villanueva, pastor conforme al corazón de Dios, que ama en todo como Dios nos ha amado, que es misericordioso como nuestro padre celestial es misericordioso. Esta es otra línea que habrá de subrayar nuestro Proyecto pastoral diocesano: llevar a cabo la renovación de nosotros pastores -Obispos y sacerdotes- del Pueblo de Dios que se nos ha confiado. Si no va por ese camino, habremos fallado en lo fundamental. y tenemos un gran pastor que camina delante de nosotros y que devolvió a Valencia la vitalidad cristiana, eclesial y evangelizadora que ahora se nos demanda.
Eso sólo será posible si remarcamos, una vez más, el camino que no dijo San Juan Pablo II en su carta Apostólica «Novo Millenio ineunte»: El camino de la santidad, la pastoral de la santidad, en la que fue un maestro señero nuestro Santo Arzobispo, Santo Tomás de Villanueva. Sólo una Iglesia de santos vivirá la caridad y la misericordia, y dará a conocer a Jesucristo sin acomodaciones a los oídos; sólo la vida santa conduce a la experiencia viva del Evangelio de la verdad y del amor, del Reino de Dios; sólo con santos será creíble, visible y «asequible» este mismo Evangelio. En pleno tercer milenio, ¡no tengamos miedo a ser santos!, y a proponer como línea prioritaria de nuestro Proyecto Pastoral Diocesano la pastoral de la santidad para que nuestra diócesis sea en verdad evangelizadora, porque es santa en sus miembros e instituciones. Que santo Tomás De Villanueva nos ayude; a él confiamos nuestra diócesis, a la que él tanto quiso, la que guio por la sendas del Evangelio y por la que se entregó enteramente, y le pedimos que nos acompañe como miembro cualificado en nuestra Asamblea.