BELÉN NAVA | 17-11-2017
Arqueta con las reliquias de los 60 mártires beatificados. (FOTO: ARCHIMADRID /JOSÉ LUIS BONAÑO)Una fiesta de fe, perdón y esperanza. Así fue la beatificación de 60 mártires de la Familia Vicenciana, víctimas de la persecución religiosa del siglo XX que murieron en los primeros años de la Guerra Civil española (1936 -1939) celebrada el pasado fin de semana en Madrid fue presidida por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato.
Esperanza porque todos ellos creyeron en las bienaventuranzas y las resumieron todas en el martirio. Fe, porque sin fe es imposible entender que haya mártires que hayan vivido la gracia del martirio. Y perdón porque ellos entregaron la vida por Dios perdonando a sus asesinos y pidiendo a sus familias que perdonaran y no guardaran ningún rencor.
Los 60 mártires vicencianos que ahora se han convertido en beatos son: 40 misioneros Paúles, dos Hijas de la Caridad, 13 laicos de las asociaciones vicencianas y 5 sacerdotes diocesanos de Murcia que asesoraban a dichas asociaciones. 39 recibieron el martirio en Madrid, ya que muchos de ellos estaban vinculados a la basílica de La Milagrosa, y los otros 21 fueron ase­sinados por odio a la fe en Cataluña, Valencia y Murcia.
“La instrucción diocesana de sus causas de canonización se llevó a cabo en dos procesos simultáneos con una misma parte actora y una misma postulación: uno en Madrid con los martirizados en su territorio a cuya cabeza va el siervo de Dios José María Fernández Sánchez; y otro en Valencia, con los de las diócesis de Gerona, Barcelona, Valencia y Cartagena encabezados por el siervo de Dios Vicente Queralt Lloret”, explicó la vicepostuladora de la causa, sor Josefina Salvo.
“Con frecuencia en España se realizan beatificaciones de la fatídica persecución religiosa de los años 36 al 39. La Iglesia celebra estos eventos con un doble propósito: para invitar a los fieles a permanecer fieles a la fe y para exhortar a todos a evitar el terror de aquellos años oscuros que cubrieron nuestra hermosa patria de la sangre de personas inocentes e indefensas”, señaló el cardenal Amato. “No podemos ni debemos olvidar esta trágica historia, que es un ejemplo de heroísmo cristiano, pero también una página oscura, de crueldad gratuita contra personas indefensas e inocentes, no podemos ni debemos olvidar para que no se repita una ola de odio fratricida”, insistió el purpurado.
Y aseguró que esta beatificación es “una ocasión para ensalzar la fuerza del bien que vence al mal” porque “celebrar a los mártires es celebrar el amor absoluto de Dios, pero también supone acercarnos al misterio del mal absoluto causado por el enemigo de Dios”.
El cardenal Amato explicó que “se evidencia que la única ra­zón de sus asesinatos fue el he­cho de ser católicos” y recordó el ejemplo de la muerte heroica de algunos de ellos como la del pa­dre Vicente Queralt, denunciado por una conocida, capturado en noviembre del 1936 y fusilado el mismo día. O la del joven valenciano Rafael Lluch Garín, de 19 años, del que recordó cómo los miliacianos entraron en la farmacia de su cuñado en Picassent y le obligaron a blasfemar delante de la imagen de la Virgen, algo a lo que se negó rotundamente. Así, fue apresado y ejecutado.
Finalmente, el Cardenal invitó a“imitar a los mártires, siguiendo su ejemplo de fe de esperanza y coraje, nutriendo eficazmente nuestra vida co­tidiana” y también“a orar por sus verdugos, ofreciendo nosotros como hicieron los mártires, el regalo precioso de nuestro perdón”.
Los arzobispos de Madrid y Valencia, los cardenales Carlos Osoro y Antonio Cañizares, agradecieron al Papa la beatificación de estos mártires que “derramaron su sangre en defensa de la fe”.
Presencia valenciana
En la celebración de la misa de beatificación de los 60 mártires de la Familia Vicenciana participaron 8 cardenales, 30 obispos y más de un centenar de sacerdotes. Entre ellos el cardenal Cañizares que recordó que “la bea­tificación de estos mártires es un don, una gracia y un ejemplo que nos anima a la fidelidad”. Estuvo acompañado por el canciller-secretario, José Francisco Castelló, y por el de­legado para la Causa de los San­­tos, Ramón Fita Revert. Tam­­bién estuvo monseñor Alejan­­dro Cifres, director del Archivo de la Congregación para la Doctrina de la Fe vinculado a la familia Lluch Garín.
Hasta Madrid se desplazaron familiares del joven Rafael. Su sobrino Rafael Ramón Lluch leyó una de las moniciones ambientales, en la que recordó la figura de su tío y el recuerdo de su fe cristiana que perduró siempre en la familia y que fue transmitido por su abuela De igual manera recordó cómo fueron los últimos días de su tío, cómo los milicianos entraron en la botica y lo apresaron. También resaltó su firmeza en la fe. Por otra parte, sus sobrinos nietos, Javier Martí Ros y Eduar­do Ros Velasco, fueron portadores de la arqueta con las reliquias.
Tal y como indica el decreto firmado por el Santo Padre, su fiesta se celebrará el 6 de noviembre. En Valencia se les recordará en una misa en acción de gracias el 26 de noviembre a las 12 en la Catedral.