En el marco de la vigilia de oración por los 100 años de las apariciones de la Virgen de Fátima, el papa Francisco recordó a los fieles reunidos en el santuario mariano que Santa María es “una maestra de vida espiritual” y no una “santita” que otorga “gracias baratas”.
El Santo Padre llegó al santuario de Fátima y rezó en silencio por cerca de cuatro minutos. Luego realizó la bendición de las velas de los cientos de miles de personas congregadas en el lugar.
En su oración, el Santo Padre pidió a Dios que “por intercesión de la Virgen María, que aquí se manifestó revestida de Tu luz, haz que perseveremos en la fe”.
En el mensaje que pronunció poco después, el Santo Padre, citando a Pablo VI, aseguró que “si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos”, y dijo que “cada vez que recitamos el Rosario, en este lugar bendito o en cualquier otro lugar, el Evangelio prosigue su camino en la vida de cada uno, de las familias, de los pueblos y del mundo”.
Francisco alentó a ser “peregrinos con María”, pero cuestionó: “¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la primera que siguió a Cristo por el ‘camino estrecho’ de la cruz dándonos ejemplo, o más bien una Señora ‘inalcanzable’ y por tanto inimitable?”.
“¿La ‘Bienaventurada porque ha creído’ siempre y en todo momento en la palabra divina, o más bien una ‘santita’, a la que se acude para conseguir gracias baratas?”.
El Papa insistió en el cuestionamiento de si nos confiamos a “la Virgen María del Evangelio, venerada por la Iglesia orante, o más bien una María retratada por sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo para castigar: una María mejor que Cristo, considerado como juez implacable; más misericordiosa que el Cordero que se ha inmolado por nosotros”.
Precisó que “cometemos una gran injusticia contra Dios y su gracia cuando afirmamos en primer lugar que los pecados son castigados por su juicio, sin anteponer -como enseña el Evangelio- que son perdonados por su misericordia”.
“Hay que anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios siempre se realiza a la luz de su misericordia. Por supuesto, la misericordia de Dios no niega la justicia, porque Jesús cargó sobre sí las consecuencias de nuestro pecado junto con su castigo conveniente”.
Francisco destacó que en Santa María “vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes”.
“Llevados de la mano de la Virgen Madre y ante su mirada, podemos cantar con alegría las misericordias del Señor. Podemos decir: Mi alma te canta, oh Señor”, aseguró.
El Papa destacó también que “ninguna otra criatura ha visto brillar sobre sí el rostro de Dios” como Santa María, quien “dio un rostro humano al Hijo del Padre eterno; a quien podemos ahora contemplar en los sucesivos momentos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su vida, como recordamos en el rezo del Rosario”. “Con Cristo y María, permanezcamos en Dios”, alentó.
Concluido su mensaje, el Santo Padre presidió el rezo del Santo Rosario en diversos idiomas, como árabe, español, inglés, francés, albanés y polaco.
Por otra parte, en la homilía que el Papa pronunció durante la misa de canonización de San Francisco Marto y Santa Jacinta, los pastorcitos videntes de Fátima, el Santo Padre se refirió a los nuevos santos como ejemplos de superación de las contrariedades y sufrimientos gracias a la presencia divina en sus vidas.
“Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a San Francisco Marto y a Santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran”.
Fuerza ante la adversidad
De esa Luz de Dios “recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a ‘Jesús oculto’ en el sagrario”.
El Obispo de Roma afirmó que “nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años, y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen, desde este Portugal rico en esperanza, ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra”.
Esta peregrinación del Papa Francisco se produce durante la conmemoración de los 100 años de las apariciones de la Virgen a los pastorcitos videntes de Fátima, Francisco, Jacinta y Lucía.
El Santo Padre destacó que, después de que los pastorcitos revelaran a sus padres que habían visto a la Virgen, muchos trataron de verla donde los tres pequeños la veían, “pero no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto”.
Señaló que la Virgen, “previendo y advirtiendonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios”.