Redacción | 15-07-2015
“El que está ante ustedes es un hombre perdonado, que fue y es salvado de sus muchos pecados”. Durante su viaje apostólico por Hispanoamérica, el papa Francisco visitó el Centro de Rehabilitación Santa Cruz, más conocido como la cárcel de Palmasola, la más grande y violenta de Bolivia, donde presidió un acto con 2.800 presos.
El Obispo de Roma escuchó testimonios de varios internos y luego se dirigió a ellos: “Ayúdense entre ustedes, no tengan miedo a ayudarse entre ustedes. El demonio busca la rivalidad, ¡no le hagan el juego!”. Después señaló, como forma de alentarlos en su rehabilitación, que “reclusión no es lo mismo que exclusión”, puesto que “la reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la sociedad”.
“Si en algún momento estamos tristes, mal, los invito a mirar el rostro de Jesús crucificado”, les exhortó también.
Palmasola tiene fama de ser la cárcel más violenta y con más corrupción no sólo de Bolivia sino incluso de Sudamérica. El centro ha sido definido como un recinto consumido por la corrupción, donde los guardianes son meros receptores de sobornos, subordinados a las órdenes de los peores delincuentes que ejercen la autoridad de manera despótica. En esa prisión hay que pagar por todo, por una celda, por meter comida, por una colchoneta, por recibir visitas familiares…
La conquista de América
Otro de los momentos destacados de su visita por Ecuador, Bolivia y Paraguay fue su petición de perdón por los pecados de la Iglesia, al igual que hizo en su día san Juan Pablo II. En esta ocasión, Francisco aludió a “la llamada conquista de América” y pidió también recordar el testimonio de los miles de obispos, sacerdotes y religiosas que respondieron a esto con “la fuerza de la cruz”. Así lo afirmó el Santo Padre en su discurso a los movimientos populares que realizabann su segundo encuentro mundial de la ciudad de Santa Cruz en Bolivia.
En su discurso, afirmó que “lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM (ConsejoEpiscopal Latinoamericano) y también quiero decirlo. Al igual que mi predecesor san Juan Pablo II pido que la Iglesia ‘se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos’”. “Pido humildemente perdón -dijo-, no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. Y añadió: “También quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos, que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz”.