BELÉN NAVA | 20-07-2016
Óscar Benavent en su despacho de la comisión diocesana para la Infancia y la Juventud del Arzobispado de Valencia. V.GUTIÉRREZ
Para Óscar Be­navent esta será la tercera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que viva al frente de la comisión diocesana para la Infancia y Juventud. Tras las experiencias de Madrid y Río de Janeiro, este sacerdote valenciano de la Pobla Llarga estará al frente de los casi trescientos jóvenes que peregrinarán junto a la diócesis a Cracovia, a los que se unirán los casi dos mil chicos y chicas valencianos que participarán de esta JMJ junto a sus parroquias y movimientos. Tratar con jóvenes no es algo nuevo para él, ya a los 16 años, en la parroquia de San Pedro Apóstol de su localidad natal realizó labores de catequista y como responsable de juventud organizó un coro que animaba las celebraciones litúrgicas así como distintas actividades para los jóvenes feligreses. Ahora la tarea es más ardua pero no por ello menos gratificante.
– ¿Qué significado tiene una Jornada Mundial de la Juventud?
– Es un momento de estímulo para los que trabajamos con los jóvenes. El poder encontrarse con gente de todo el mundo y con el Santo Padre es un momento de alegría, de fe, de ánimo y de plantearse cuestiones profundas sobre a quién quiero darle mi vida, cómo quiero entregarme, cómo quiero encontrar mi felicidad…y estos días acompaña el ambiente para que puedas poner a Cristo como meta de tu vida.
– ¿Qué puede esperar el joven que se anima a participar en un encuentro de estas dimensiones? ¿qué aporta a la pastoral de una diócesis?
– El que viene a una Jornada Mundial de la Juventud vuelve a casa de otra manera, no vuelve a ser el mismo. En su vida de fe, en su vida como cristiano ya no es lo mismo. Estos encuentros no han de ser lo único como pastoral juvenil. Es cierto que no podemos basar nuestra pastoral juvenil en estos grandes encuentros -que en Valencia siempre hemos tenido- sino que esto ha de ser un impulso. Es verdad que el joven cuando viene de un encuentro mundial, o de un encuentro europeo al estilo Taizé o de cualquier otro tipo de encuentro juvenil de estas características normalmente viene con una predisposición, con una apertura, con un deseo de ser “trabajado”. Ahí es donde tenemos que actuar en nuestra iglesia local, en la parroquia de cada día. Esto es muy similar a cómo funciona un desfibrilador que pone en marcha el corazón: el joven se moviliza y a partir de ahí ya puedes acompañarlo, trabajar junto a él…Yo tengo a muchísimos novios, matrimonios, gente joven a la que acompaño y escucho, que estoy con ellos gracias a que durante los días de la JMJ ha habido un primer contacto porque han tenido experiencias fuertes con el Señor y vienen buscando saber cuál es su lugar en la Iglesia y en la sociedad, por supuesto.
– Esta JMJ se va a vivir en tierras polacas, en la cuna de San Juan Pablo II. A buen seguro que esto va a influir en la manera de vivirla.
– Una JMJ siempre está vinculada a la figura San Juan Pablo II. Él la inició. En toda JMJ, con el papa Benedicto o con el papa Francisco, Juan Pablo II resuena, tiene una gran fuerza y más aún cuando vamos a su país, a su tierra, a su pueblo, a su catedral donde fue arzobispo. El hilo conductor va a ser San Juan Pablo II porque su vida es una vida que a cualquier joven hoy en día interpela. Poder conocer al hombre, en su propia tierra, que amó tanto a Cristo y a María y que así se lo pudo transmitir a los jóvenes, va a ser tremendo.

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