REDACCIÓN | 15-12-2017

El día 26 de noviembre quedará siempre en la memoria y en el corazón de los feligreses de la parroquia de El Salvador de Cocentaina y también para todos aquellos vecinos de El Raval y todos los contestanos que pudieron disfrutar de la representación que los más pequeños de la parroquia escenificaron en distintos lugares en donde se encuentran situados algunos murales cerámicos de la villa contestana.
La fecha escogida para celebrar la “Festa dels Altarets” no podía ser más apropiada, el último domingo del año litúrgico, día en que la iglesia nos presenta la imagen de Jesucristo como Rey del Universo.
Desde muy temprano las calles de El Raval se llenaron de gente que con gran ilusión iba y venía empezando a montar los altares. Alfombras, lienzos, plantas, flores y cirios que, con la ayuda y complicidad de los vecinos se iban colocando, crearon el ambiente para recibir después a los niños y niñas que estaban inmensamente felices de poder participar en una fiesta que tenía la particularidad de contar en su totalidad con su única presencia como protagonistas en las distintas escenas.
A las once de la mañana se celebró la misa presidida por Ramón Micó Colomer, párroco de El Salvador de Cocentaina quien en la homilía señaló la importancia de poner a trabajar en beneficio de los demás los talentos que a cada uno nos regala el Señor.
A continuación se inició desde el interior de la iglesia la procesión formada por el párroco, los niños y feligreses que interpretaban, acompañados por algunos músicos, unas bellísimas auroras.
En el rellano de la entrada a la parroquia por la plaza de San Miguel se ambientó la escena de la representación del Milagro acontecido el 19 de abril de 1520, destacando un gran lienzo del retablo que preside la Capilla de San Antonio y que muestra la imagen de la Virgen María con el rostro derramando veintisiete lágrimas de sangre.
Mosén Onofre Satorre, conde y condesa de Cocentaina estuvieron representados por unos niños que recordaban tal acontecimiento. A su lado les acompañaban un numeroso grupo de niños y niñas que, vestidos con trajes de la época, representaban a las buenas gentes del pueblo que asombrados y en actitud piadosa dirigían sus oraciones a Dios.
A la llegada a cada altar se irá repitiendo la escena de la colocación de un cuadro de la imagen de El Salvador que será trasladado conforme vaya avanzando la procesión.
En un segundo altar, situado en la Plaza de San Miguel y próximo al panel cerámico que lo representa, se podía ver en un lugar destacado a San Miguel junto con los arcángeles San Gabriel y San Rafael y un nutrido grupo de Serafines y Querubines que eran provocados por el demonio.
En la plaza de San Pedro, bajo el panel cerámico del santo, nos encontramos con el colegio apostólico llevando en sus manos los símbolos que representan a cada uno de sus miembros. Les acompañan un grupo de santos y santas que nos recuerdan la importancia de dirigirnos a ellos en nuestras plegarias para pedirles que rueguen a Dios por nosotros.
La procesión sigue por las estrechas calles de El Raval hasta llegar al panel cerámico que representa a la Santísima Trinidad. Allí se contempla a un grupo de ocho niños y ocho niñas vestidos de trinitarios que bajo un hermosísimo lienzo de la Santísima Trinidad y en extraordinaria actitud de oración rezan a Dios.
El siguiente altar está situado en la plaza Venerable Escuder junto al panel cerámico en el que aparece el patrón de Cocentaina, San Hipólito. El santo está representado por un niño que lleva orgulloso la bandera con la que siempre se le asocia defendiendo al pueblo contestano. Los niños que le acompañan están sumamente felices ataviados con los trajes que lucen cada año cuando Cocentaina honra a su patrón.
A continuación la procesión sigue hasta llegar al panel cerámico en el que contemplamos a San Francisco de Asís al pie de la cruz de Jesús. La devoción a San Francisco en Cocentaina es muy fuerte y se vive con devoción junto a la comunidad de hermanos franciscanos que en esta ocasión han sido representados por unos niños que contagiaron a los que les observaban el entusiasmo de Francisco.
Al llegar a la plaza de El Salvador la procesión termina con un grupo de pequeñas religiosas franciscanas clarisas. También esta comunidad es muy querida en Cocentaina por la gran labor que realizan custodiando en su monasterio la imagen de la Mare de Déu del Miracle, patrona de Cocentaina, y orando sin cesar por todas las personas de este pueblo. Bajo un lienzo hermosísimo de la santa representaron con una claridad extraordinaria la confianza y el amor de Santa Clara a la Eucaristía.
Durante todo el trayecto se escuchó el canto de Las Auroras que el pueblo va cantando y que ayuda a engrandecer la finalidad catequética de la procesión.
Toda una comunidad unida ha celebrado y vivido la fiesta de su parroquia. Con esfuerzo y cariño se ha preparado lo que nunca habría sido posible sin estar juntos.
En los últimos tiempos se habla mucho de tener “parroquias vivas” en las que juntos se rece, juntos se peregrine, juntos se descanse, nos alegremos y lloremos y en las que juntos celebremos. Damos gracias a Dios por todos los beneficios recibidos durante la preparación y posterior fiesta, y le pedimos a él de modo especial por la misión de acompañar a los más pequeños.