L.A. | 13-07-2014
El padre Aparicio con uno de los acogidos. A.SAIZ
La Ciudad de la Esperanza ya es una realidad. Su  logotipo, encaramado en un gran cartel anunciador, en la misma entrada a las instalaciones en la carretera entre Alaquás y Aldaia, desde el pasado martes, es el inicio de una nueva etapa, en la que este centro deja atrás su pasado como HOSOJU y abre una nueva etapa.
Esperanza abierta en primer lugar para los 185 residentes, hombres sin familia, sin recursos, y sin nada en la vida, pero esperanza también para las parroquias – qué bueno sería organizar excursiones aquí de feligreses para que conocieran cómo trabajamos” nos dice con la ilusión en el rostro su director, el P. Vicente Aparicio- ; esperanza abierta también a las familias –“¿por qué no pueden venir aquí el fin de semana o en vacaciones a preparar la paella al aire libre y bajo árboles si tenemos paelleros, sombras, y bancos y mesas de madera?”- Esperanza también para jóvenes de asociaciones y movimientos –“porque aquí también tienen zonas ajardinadas para acampar y pasar unos días con nosotros, viendo lo que hacemos, y hasta un teatro y cine con más de 350 plazas”-…
Ocho bungalows
Recorrer con el P. Aparicio la Ciudad de la Esperanza es llevarse una sorpresa en cada rincón de este recinto, con 8 bungalows con capacidad para 185 hombres que encuentran aquí una mano tendida siempre. Porque es una iniciativa de la Iglesia católica,  abierta sin distinciones de ideologías … ni de credos o confesiones.
Cada día se preparan cuatro menús distintos, incluidos para musulmanes (tanto para los que siguen el Ramadán como para los que no), o para afectados por diabetes, o colesterol… y los menús normales. Desayuno, almuerzo comida, merienda  o cena. Y no es gratis, porque hay que ganarse el sustento con el trabajo, pero casi: Alojamiento y pensión completa 200 euros los que pueden… y a los que no,  se les ayuda.
En el último mes, la actividad es incesante. Se ha limpiado y pintado la cocina, el comedor y  la cafetería; se ha mejorado la calidad y higiene de los alimentos; en la capilla, ya limpia y, por primera vez, con sagrario, oficia misa el P. Aparicio todos los domingos a las 18 horas, pero también  a diario, hay exposición del Santísimo para orar ante él de 19:30 a 20 horas; se ha logrado por primera vez agua caliente para los residentes en sus bungalows todos los días; se ha limpiado y repoblado todos los espacios ajardinados del centro; se ha cercado el perímetro del centro y ahora se pintan  los postes de color verde esperanza; empresas han donado sillas, artículos de higiene, mantas, colchones, cubertería, pintura.
Pero hace falta más, más pintura sobre todo porque la próxima tarea es pintar y enlucir los 8 bungalows  de residentes (cada uno de 4 viviendas y cada vivienda con 3 habitaciones con dos camas, cuarto de baño y salón de estar) de que consta la Ciudad de la Esperanza. Estas construcciones han sido desinfectadas y reparadas. Los ocho bungalows van a ser ‘bautizados’ con nombres de santos muy concretos, porque el P. Aparicio no quiere que se les designen sólo con números: San Francisco (en honor al actual Papa, al que ya ha visitado en Roma), San Carlos (en referencia a D. Carlos Osoro) , San Rafael (en recuerdo de D. Rafael Sanus, que fue obispo auxiliar de Valencia), San Vicente Ferrer, San José, San Juan Pablo II y San Juan de Dios (este último, por cierto, en referencia al nombre, acondicionado también como enfermería, con aire acondicionado). En cada uno de los bungalows se han colocado fuentes.
Y claro que hace falta más ayuda. Ha conseguido el P. Aparicio ya aparatos para el pequeño gimnasio de que dispone el centro, tiene aún la piscina por llenar de agua, y su mayor ilusión son los talleres de formación ocupacional “no para explotar, ¿eh?” insiste el director con una sonrisa. Porque cada uno de los residentes que se forman allí logra sacarse un sueldo de 400-500 euros mes fabricando cartones para mochilas, o patas para muebles, o montando catálogos para tiendas de muebles y decoración….  Y en breve abrirá un taller de terapia ocupacional de artesanía y alfarería.
Las buenas noticias se suceden; “Fernanbús”,  la empresa de autobuses que pasan por la carretera ha aceptado la petición del P. Aparicio para a tener por fin, una parada delante del centro, y los residentes no tengan que caminar cuatro kilómetros hasta la parada más próxima en Alacuás.
Pero, sobre todo, por primera vez va a haber un médico, con la ayuda de la Consellería de Sanidad para que no tengan que ir andando al ambulatorio. Pasará consulta dos días a la semana, y habrá también otros para especialidades,  y ATS, en colaboración todo ello con los decanatos de Medicina y Enfermería de la UCV.
Y también está el tiempo libre para los residentes, con instalaciones culturales y En definitiva, un esfuerzo que continúa para dignificar el centro y la vida de sus residentes. Quiere hacer el P. Aparicio hasta editar una publicación en el centro que recoja en papel la Esperanza e ilusión que generan estas actividades..
La parte económica es, como ocurre siempre, y sobre todo en estos tiempos, objeto de quebraderos de cabeza. Se hace lo imposible por ahorrar. Al visitar el centro nos encontramos al tesorero de la directiva de la Ciudad de la Esperanza, como un carpintero más, ayuda a montar marcos de las puertas, mientras llega para la sala de reuniones de los responsables una mesa de cristal, de segunda mano, con sus correspondientes sillones también usados.
La Ciudad de la Esperanza logra sobrevivir y llevar a cabo su labor con ayudas institucionales de la Generalitat y del Ayuntamiento de Valencia, y con la aportación de otras entidades públicas y privadas. Y también, claro con los donativos.
El nuevo equipo tiene que hacer frente a deudas contraídas en años pasados, pero quiere hacerlo limpiamente, de forma transparente.  “Nadie, absolutamente nadie, está autorizado por la Ciudad de la Esperanza a pedir dinero en su nombre, ni de HOSOJU, que ya no existe”. Y advierte que “quien busque dinero de esta manera estafa y además mancha el buen nombre de esta labor en la que lo que queremos es dignificar a estas personas que se merecen lo mejor como hijos de Dios.

Lea la entrevista al Padre Aparicio en la edición impresa de PARAULA