MARÍA JOSÉ FRAILE | 20-07-2014
Antonio, sobre zancos, en su espectáculo ‘Lena and the magical paintings’.
Desde hace ocho años Antonio y Maira viven a 10.500 km. de Valencia como familia misionera en Macao (China). Allí han creado MAS (Maranathá Ars Society), su propia empresa de animación. La historia de cómo se conocieron empezó a escribirse cuando ambos apenas tenían 20 años. Fue en un encuentro de jóvenes actores de la Comunitat Valenciana en el que Antonio participaba con un grupo de teatro amateur de Mislata, y Maira con el grupo de su instituto. Por entonces él, con 19 años, estaba muy alejado de la Iglesia; por contra, ella, ya pertenecía y formaba parte de una comunidad neocatecumenal en San Valero, parroquia del barrio de  Ruzafa.
– ¿Qué os llevó a ser familia misionera?
– (Responde Antonio) Después de casarnos nos fuimos a vivir a Barcelona no sólo para estudiar sino también para escapar de nuestra historia en Valencia. Allí tuvimos a nuestro primer hijo y eso nos dio un baño de realidad. Éramos muy jóvenes y pensábamos que podíamos hacer cualquier cosa. Entonces regresamos a Valencia. Yo empecé a trabajar con mi padre en su bar mientras Maira estaba en casa con el niño. Aquello era lo que nunca hubiéramos querido hacer. Ciertamente creíamos que íbamos a ser infelices, pero fue ahí, en la simplicidad, en el amor al trabajo, en la familia, en la comunidad, donde encontramos los años mas felices de nuestra vida hasta ese momento. Entonces tuvimos dos hijos más y nos sentíamos tan bendecidos de Dios que teníamos una pulsión a no decir nunca más ‘no’ al Señor. Fue así como surgió la vocación misionera, del simple hecho de haber experimentado que donde Dios quisiera llevarnos sería lo mejor para nosotros.
– ¿Qué es MAS?
– (Ambos) Nuestra empresa MAS tiene el objetivo de hacer frente a la falta de ofertas culturales que hay en Macao. Además, en nuestras clases hemos notado cómo para algunos alumnos es el único lugar donde se relajan al ser el único sitio donde pueden ser quienes son realmente, sin caretas. En MAS realizamos obras de teatro e impartimos educación teatral para ayudar a los niños en la desinhibición y expresión de sí mismos, abriéndoles las puertas de la imaginación y la creatividad. La educación teatral ayuda a que el niño tenga una infancia mejor y les  ayuda en su formación hacia personas adultas. A través del juego, del trabajo en equipo, de la resolución de problemas prácticos en el grupo de teatro, van adquiriendo seguridad y confianza en sí mismos, lo que les ayuda a tener una inserción en la sociedad menos traumática al tiempo que aprenden a enfrentarse al miedo de ponerse en evidencia delante de los demás, y a expresarse abiertamente mostrando sus habilidades y defectos. En nuestras clases les enseñamos que cada uno es único e indispensable para el buen funcionamiento del grupo, y aspectos como el respeto y el perdón lo aprenden a practicar en estos grupo de teatro.
– ¿Os ha costado mucho crear MAS en Macao?
– (Maira) Crear la empresa de teatro y registrarla ha sido facilísimo, además los impuestos de autónomos son bajísimos. Lo difícil es conseguir el permiso para trabajar en ella. Se trata de un permiso que hay que renovar cada dos años; y que nos lleva, además, muchas oraciones y sufrimiento.
– ¿Quién os contrata?
–  (Ambos) Enseñamos en diferentes escuelas de Macao. En algunos colegios tenemos incluso clases desde los 3 años de edad  hasta los 18. Con los mayores acabamos de estrenar el musical ‘Joseph and the Amazing Technicolor Dream Coat’. Nuestras obras de teatro son contratadas por el departamento de Cultura de Macao y las hemos presentado en grandes teatros del territorio. Tenemos también  algunas obras permanentes ahora mismo en cartel, tres de marionetas como ‘Caperucita Roja’, ‘El León y el Ratón’ y ‘Hansel y Gretel’, que las escuelas vienen a verlas. También tenemos otras dos en el Centro de las Ciencias como ‘Ecoheroes to the rescue’ y ‘Adventires in the Solar System’.
La familia al completo.
– ¿Cómo se transmite felicidad en momentos difíciles?
– (Ambos) En tiempos difíciles somos pecadores como cualquier otro y sufrimos, como todos. Una manera de transmitir felicidad y esperanza es estar apoyados en el Señor. Así no nos desesperamos y salimos adelante. Él nos ayuda a toda la familia a estar más unida, a ver que todo tiene sentido para nuestras vidas y que incluso sufrimiento tiene sentido. Es necesario experimentar ‘la muerte’ para poder ‘resucitar’ y vivir la felicidad en Cristo.
– ¿Qué os encontrasteis al llegar?
– (Responde Maira) Nos encontramos con un territorio muy pequeño y un abanico de culturas y nacionalidades grandísimo. Con una sociedad en la que cada uno vive su vida a pesar de  compartir casa con mucha gente; con personas muy abocadas al consumo y al dinero; con multitud de casinos y un rimo de ida frenético. Es una sociedad que no quiere perder su tiempo en saludar a los vecinos. Y entre todo esto, nos encontramos también con una Iglesia viva, aunque sin vocaciones, y con una pequeña comunidad neocatecumenal.
– ¿Y qué es lo que más os chocó?
– (Antonio) La adoración que hacen a sus muertos y el miedo que tienen a los fantasmas.
– ¿De quién recibisteis la primera ayuda al llegar?
– (Antonio) De la otra familia en misión que lleva aquí más de 14 años. Su acogida fue maravillosa. Nos enseñaban incluso dónde comprar y nos consolaban cuando nos sentíamos solos. Desde un primer momento también tuvimos al principal de los Jesuitas que acogió a nuestros hijos en su escuela; a las Hermanas de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta que acogieron a nuestra hija pequeña en su guardería; y a la superiora de las Hermanas de los Ángeles que nos ayudó a tener nuestro primer visado de permanencia.
– ¿Cómo fueron los primeros años en un país de costumbres tan distintas?¿Hablábais algo del idioma local?
– (Maira) Cuando llegamos Dios puso en nuestro camino a una chica china que sabía español y que quería seguir aprendiendo nuestra lengua, así que se ofreció a ayudarnos a aprender cantonés a cambio de clases de español. Tuvimos clases intensivas con ella durante 6 meses y unos cursillos del Gobierno, que también nos ayudaron. Sin embargo, el cantonés es tan complicado que una palabra puede tener 9 tonos, y dependiendo del tono puede significar una cosa u otra. Antonio y yo apenas nos defendemos, nuestros hijos mayores ya lo hablan y escriben. Ellos nos ayudan.
– ¿Hacéis vida de parroquia?
– (Antonio) Aquí hay muchas parroquias. Macao fue colonia portuguesa y cada zona tiene su parroquia y sus parroquianos. Ahora pertenecemos a la de Fátima. El párroco es mejicano y la mayoría de los feligreses, chinos. También hay un pequeño grupo de filipinos que asisten a la misa en inglés. Nosotros atendemos a la comunidad y participamos en la parroquia con el grupo de los chinos. Hay parroquias que también tienen misa en mandarín y en portugués; incluso puedes encontrar alguna con misas en 4 idiomas, en horarios distintos. Curiosamente, en la nuestra tenemos todos los idiomas juntos y la eucaristía la celebramos en cantonés, inglés y portugués al mismo tiempo, con traducciones y demás. Nuestros ‘hermanos’ son de cinco naciones distintas: Brasil, Timor Oriental, España, Macao, Laos, Italia y Estados Unidos.
– ¿Qué os dijeron en casa, en Valencia, cuando explicasteis que os ibais?
– (Antonio) Para la familia no fue fácil aceptar que nos íbamos, pero con el tiempo han visto las maravillas que Dios está haciendo en nuestras vidas y, a pesar de echarnos de menos, están contentos.
– ¿Cómo vivís los momentos de morriña a 10.000 kilómetros?
– (Maira) Por Skype. Los niños cuando ya no pueden más, empiezan a pedir a Dios ir a España, y mira, el Señor lo hace posible siempre a su debido tiempo.
– ¿Alguno de vuestros hijos se ha enfadado por estar tan lejos de sus abuelos, primos…?
– (Ambos) Nunca se han enfadado. Están muy contentos.
– ¿Alguno ha dicho que no quiere seguir vuestra labor misionera?
– (Maira) Son muy pequeños aún. No se han manifestado a ese nivel.
– ¿No os da miedo que crezcan en Macao con su dura realidad?
– (Ambos) En término de seguridad, se está bien; en término social, el Señor nos consuela con visitas de seminaristas y la compañía de chicas en misión. Ahora nos han enviado a dos familias más con hijos y esto les ayuda en la parte afectiva.
– ¿Creéis que vuestro ejemplo cristiano cala entre los no-católicos que os rodean en Macao?
– (Maira) Te podría contar miles de historias. Al principio no conocíamos a nadie. Un día, en el parque estuvimos con una pareja que tenían tres niños con los que empezaron a jugar los nuestros. Pensábamos “¡qué bien una familia con tres hijos para salir juntos!” La segunda vez que nos los encontramos, la mujer se abrió con nosotros y nos dijo que le dábamos mucha envidia, porque en Macao no había familias como la nuestra, “familias de verdad”, decía. Nos comentó que los matrimonios que ella conocía eran mentira, incluyendo el suyo, porque tanto la mujer como el marido hacían su propia vida, dormían en habitaciones separadas y sólo compartían el mismo techo por los hijos y la apariencia…
Con el tiempo conocimos casos parecidos y vimos lo mucho que les hace falta Dios y el Espíritu Santo. El ser humano sin Dios vive en un egoísmo radical de total imposibilidad de darse al otro y eso es lo que se respira en Macao: el egoísmo, la sociedad individual, la soledad,… Otro caso muy importante que hemos vivido ha sido el de una chica que decía que no quería tener hijos porque le habían dicho en el colegio que el parto es más doloroso que quemarse viva. Se quedó embarazada y  le pudimos dar una palabra. Hoy nos lo agradece y dice que sin su hijo su vida no tendría sentido.
– ¿Sufrís algún tipo de persecución?
– Macao es una región administrativa especial y, aun perteneciendo a China, la Iglesia es libre y está adherida al Vaticano. En ese aspecto no sufrimos persecución,  pero como toda familia numerosa en la sociedad actual y también en la de aquí, en Macao sufrimos persecución,  algunos se burlan de nosotros, nos cuentan los niños cuando vamos por la calle; se burlan del matrimonio como tal, de la defensa que hacemos de la familia tradicional, de tener un solo marido y una sola mujer, del valor de la fidelidad.
– ¿Regresaréis a Valencia?
– Tanto nosotros como nuestros ‘hermanos’ de Valencia y nuestros catequistas (que son de Sto. Tomás) vemos que hoy en día España es país de misión tanto o más que cualquier otro. Existe la tentación de pensar que haríamos más papel en Valencia que aquí. Las barreras culturales y del idioma hacen muy difícil que el testimonio llegue con fuerza, pero aquí estaremos aquí hasta que Dios quiera.