BELÉN NAVA | 19-09-2019
En apenas unas semanas comenzará en Roma un sínodo extraordinario de obispos para abordar los problemas de la región de la Amazonía, y especialmente de la población indígena. El objetivo principal, tal y como planteó el papa Francisco será “encontrar nuevos caminos para la evangelización de este pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, a menudo olvidados y sin perspectivas de un futuro sereno, también debido a la crisis de la selva amazónica, pulmón de capital importancia para nuestro planeta”. Este Sínodo para la Amazonía contará con presencia valenciana. Monseñor Juan Oliver, en representación del vicariato apostólico de Requena, en Perú, acudirá junto con otros obispos que ejercen su pastoral en regiones del Amazonas a Roma para analizar el futuro del pulmón de la tierra.
Monseñor Juan Oliver a su paso por Valencia camino al Sínodo para la Amazonia que se celebrará en octubre en Roma. (FOTO: A.SÁIZ)
– ¿Cuál es el objetivo de este Sínodo para la Amazonía que se celebra del 6 al 27 de octubre?
– La idea viene de antes de la visita del Papa al Perú. Ya en la visita ‘ad limina’ se comentó el interés del Santo Padre. El tema plantea en si mismo muchos aspectos vitales para esa zona tan enorme como es la Amazonía, compartida por ocho o nueve países, principalmente por Brasil. Para mucha gente es ser tenidos en cuenta, que alguien se acuerde de ellos que se planteen los problemas que allí existen y que otras personas, en el resto del mundo, lo puedan conocer, pero no en el sentido turístico.
Darse cuenta, en definitiva, de los problemas que allí tienen como puede ser la degradación de la naturaleza, la extracción de los materiales, el poco respeto a la misma naturaleza y la calidad de vida de las personas. Además, por supuesto, de la pérdida de formas culturales, lenguas, tradiciones, formas de vivir más en contacto con la naturaleza por culpa de la agresividad con la que la cultura moderna invade todo el mundo.
– ¿Desde el Vicariato de Requena cómo se ha preparado?
– Especialmente los vicariatos apostólicos de Perú han dedicado a la preparación del sínodo bastantes encuentros y programaron asambleas territoriales como las de Pucallpa, San Ramón y Puerto Maldonado; Yurimaguas y Jaén; Iquitos, San José del Amazonas y Requena. La última de estas asambleas la celebramos en Iquitos. En Requena, hemos hecho todos los deberes que nos han encomendado, recogiendo información por todas las parroquias y haciendo constar su sentir.
En este sínodo se abordarán muchas situaciones pero la principal, sin duda, será la ecología integral de la que el Papa habla en la Laudato Si’, así como la atención de tipo pastoral y religiosa. No como un adoctrinamiento sino para ser testigos y presencia del Evangelio allí donde hay personas que pueden recibir la nueva buena de Jesús.
Son temas de los que hace más de 40 años ya se hablaban. Ha sido impresionante, desde que terminó el Concilio Vaticano II, el trabajo que se ha realizado en casi todos los vicariatos con los agentes de pastoral que nosotros llamamos animadores de comunidades cristianas. Continuamos realizándolo y sin esa ayuda la Iglesia no existiría.
Ante la falta de sacerdotes, hemos tenido, y todavía tenemos, un número importante de animadores, ellos son los que celebran la liturgia de la Palabra los domingos, con bastante regularidad y los que preparan para los sacramentos.
– ¿Qué va a aportar el sínodo a las comunidades que viven en la cuenca del río Amazonas?
– Este sínodo nos ayudará a afianzar el trabajo que, poco a poco, vamos realizando. Puede ser que nos de a conocer a más gente, nos abra una ventana al mundo y cree una mayor sensibilidad en la gente.
-Hablábamos de la importancia que ha tenido la encíclica ‘Laudato Si’ en los trabajos preparatorios de cara al sínodo, ¿cómo se ha trabajado con ella en el vicariato?
– En la medida que se ha podido se ha trabajado en los colegios de Requena dentro de la clase de Religión y también en las reuniones de animadores parroquiales puesto que es un tema que siempre nos aparece, lo social, lo político, la vida de los pueblos, la defensa de sus derechos. Pero indudablemente que el sínodo, como tal, puede aportar para todos mayor vigor, mayor esperanza, más hacer un trabajo en común. Creo que sí que nos puede ayudar mucho.
– Entre los temas que también se van a tratar a lo largo de estos días en Roma está la situación de los indígenas. Muchos han tenido que migrar obligados por los intereses económicos.
– En el Vicariato de Requena todavía existe un grupo de pueblos indígenas en la parte norte, limitando con San José. Fronterizo a Brasil está el pueblo Matsés, que es una población bastante pequeña, en un distrito que se llama Yaquerana, que no sé si llegarán a mil personas. Tenemos otra zona, que está cercana a Pucallpa, donde hay un pueblo que se llaman shipibos con unas 14 o 16 comunidades en el río Pisquis. Todas ellas son poblaciones muy empobrecidas, tienen su lengua, tienen sus costumbres, su forma de vestir. Hay también descendientes del pueblo cocama y en otros ríos están los remos y los mayorunas.
– Y en cuanto a otro de los grandes problemas, el de la destrucción de la ‘casa común’ , ¿cómo le afecta al vicariato?
– A diferencia de hace 20 años todo se está acabando: desaparición de especies, pesca indiscriminada, extracción de madera…La vida de nuestra comunidad se ve alterada por la venida de muchas empresas madereras que destruyen los bosques y que, por contra, tampoco aportan trabajo ni desarrollo a los pueblos. Con todo, se está perdiendo la propia identidad del pueblo, las diferentes manifestaciones culturales (artesanía, comida, bailes…)
Es necesario un compromiso por una vida más digna, que cuide la naturaleza como nuestro hogar y como don de Dios. Para ellos es necesaria una conversión personal y comunitaria (eclesial y social): ¿es ello posible? Y un estilo de vida sobrio (sobriedad comunitaria y fraterna).
Y preocupante es también la confusión de creencias religiosas cristianas y la mala interpretación de la doctrina cristiana en los jóvenes que se muestran cada vez más confundidos, con poca y mala formación y, a veces, pasan a otras confesiones religiosas.

“Vayamos a compartir con ellos su vida y la fe”
Monseñor Oliver celebrando misa en uno de los caseríos pertenecientes al Vicariato de Requena.
– Monseñor Oliver, ¿fue una sorpresa el interés que mostró la diócesis de Valencia por el vicariato y posteriormente el compromiso misionero adquirido por el cardenal Antonio Cañizares?
– El interés valenciano por la tierra de misión de la Amazonía no es algo reciente. Tenemos una presencia ya de siglos con religiosos y sacerdotes nacidos en nuestra tierra. Hace dos años y cuatro meses visité por última vez Valencia y en aquel momento me reuní con el Arzobispo e hice lo que solemos hacer los misioneros: pedir. Le pedí la ayuda de personas (religiosos, sacerdotes, agentes de pastoral) que pudieran establecerse en una zona tan necesitada como es la de nuestro vicariato. Aquel encuentro supuso un principio. Antes de partir de nuevo hacia Perú, me llamó por teléfono y me comunicó su intención de trasladar esta petición a Roma. Y a partir de ahí es cuando surge este compromiso de la diócesis con los dos vicariatos, el de Requena y el de San José, situados en el noreste de Perú.
-¿Cuál es la realidad con la que se encuentran los religiosos y sacerdotes que desarrollan su labor pastoral en el vicariato?
– Nuestra Iglesia local es pobre, muy extensa, con muchas necesidades, especialmente de sacerdotes, religiosos y también laicos que animen la vida de las comunidades. Hermanos que vivan insertos, compartiendo los anhelos y dificultades que vive nuestra gente, acompañando los procesos de desarrollo integral de las personas y de los pueblos.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que este, Requena, es un vicariato de 82.000 km2. Lo que equivaldría a un territorio similar al de Andalucía. Para toda esta extensión tan sólo contamos con seis sacerdotes, cinco de ellos franciscanos españoles, de la Provincia de la Inmaculada. Hay dos religiosos de La Salle y 23 religiosas distribuidas en siete comunidades. Dividido en ocho parroquias, tres de ellas no tienen sacerdotes, algunas desde hace ya bastantes años, siendo atendidas desde los lugares más cercanos.
Hay un total de cuatrocientos caseríos, pero no podemos ir a todos ya que la única vía de comunicación existente es navegar a través de los ríos. Yo creo que ellos querrían tener sacerdotes perma­nentes o que fuéramos de manera más frecuente, pero no damos para más y yo creo que ellos lo comprenden. De­ben pensar que en época de lluvias y de crecidas de agua la superficie ocupada por el agua alcanza el 70%. Es difícil llegar a todos los sitios. Nosotros solemos decir que nuestra “autopista” es el río Ucayali.
-¿De cuánta población estamos hablando?
– Cada parroquia tiene a su cargo entre treinta y noventa caseríos. Hemos tenido, y todavía tenemos, un número importante de animadores, ellos son los que celebran la liturgia de la Palabra los domingos, con bastante regularidad y los que preparan para los sacramentos. El vicariato mucha población no tiene, no llegamos a ciento sesenta mil habitantes, pero es una población muy dispersa. Hay alrededor de cuatrocientos caseríos pero es imposible ir a todos.
¿Qué es lo más gratificante de la misión?
– Estoy donde Dios ha querido que esté y creo que eso va a unido a poder vivir mi vida religiosa y el Evangelio con más naturalidad, más sencillez. Gratificante son también los niños y la gente en general. El poder trabajar, compartir su vida y el estar allí como gracia de Dios.
No hay que tener miedo a ir a la misión, sino unas condiciones de salud y espirituales. Uno tiene que saber dónde va y qué se va a encontrar. Es verdad que vas a renunciar a algunas cosas pero verdad es que vas a adquirir otras.
-¿Invitaría a sacerdotes y religiosos valencianos a unirse a la misión en el Vicariato de Requena?
– Si Dios llama hay que responderle. Hay que descubrir que hay lugares donde somos muy necesarios y podemos dar alguna temporada de nuestra vida. Ellos te pueden enseñar a vivir sin tantas necesidades y puedes ser feliz y recrearte en las palabras de sus gentes, sus abrazos…
La misión no es para ir uno solo. Tenemos que procurar ir en comunidad porque los lugares donde uno va a ser enviado están muy apartados, aislados y necesitamos, como el Evangelio dice, ir , al menos, de dos en dos.
Si alguien siente la voz de Dios que la escuche y que escuche también la voz de nuestros hermanos que nos piden que vayamos a compartir su vida y a compartir el Evangelio con ellos.
– Recientemente contaron con la visita del Cardenal. ¿Cómo lo vivió la gente del vicariato?
– Sí, fue una gran alegría porque por parte de muchos sintieron que eran alguien, que eran importantes y eso es, valga la redundancia, más importante de lo que nosotros creemos. Allí rara vez viene alguien. La gente que viene, profesionales del tipo que sea están de paso, hasta que les viene algo mejor.
La gente le agradeció a él el que viniera, y él se encontró con una Iglesia viva que se mueve dentro de la naturalidad con un gran deseo de vivir y ser fiel al Evangelio y trabajar para que otros conozcan las enseñanzas de Jesús.