Este 29 de junio de 2020 se cumplen 500 años del nacimiento en Valencia del beato Nicolás Factor, apenas conocido hoy en su tierra, aunque la huella de milagros atribuidos a su intercesión se mantiene viva en algunos pueblos. A muchos les sonará por el nombre de su calle en la ciudad del Turia. Sin embargo, este franciscano que vivió en el siglo de oro de la mística española y fue contemporáneo y amigo de grandes santos, gozó él también de extraordinaria fama de santidad ya en vida por su espiritualidad, su sabiduría y sus éxtasis. Aparte tuvo dotes artísticas. Hoy en PARAULA lo rescatamos del olvido.

El beato Nicolás Factor.

Fr. J. Benjamín Agulló Pascual, O.F.M. | 25.06.2020

Hace algún tiempo un buen amigo mío me preguntó: “¿Sobre qué columnas apoyaría la vida del Beato Nicolás Factor?” Sorprendido y admirado, a la vez, creo que no tarde un minuto en contestarle. Sencillo, le dije: La de ser VALENCIANO; la de ser FRANCISCANO; la de ser SANTO Y SABIO; y la de ser MÍSTICO. Estas son mis cuatro columnas.
“¡¡¡Magnífico!!!, me dijo, ¿me lo podría explicar?”. Sí, magnífico de enunciar, pero delicado de explicar. No obstante, por usted, lo voy a intentar.
De entrada, y sin esfuerzos, quiero afirmar que es una gloria de Valencia y de la Orden Franciscana, si bien, no suficientemente conocida.

SER VALENCIANO
En Valencia nace, en la feligresía de San Martín, el 29 de junio de 1520, siendo bautizado en la ‘pila de san Vicente’ en la parroquia de San Esteban, por la singular devoción que profesan sus padres, Vicente y Úrsula, al también valenciano san Vicente Ferrer; devoción que fomentará y acrecentará Nicolás Factor. Muy pronto, apenas alcanzada la adolescencia, responderá a la llamada de Dios, consagrándose en la profesión de la vida religiosa, el día 3 de diciembre de 1538, en el convento franciscano Observante de Santa María de Jesús, extramuros de Valencia, donde vistiera el hábito el día 30 de noviembre del año anterior. Cursa los estudios eclesiásticos en el convento de Nuestra Señora del Pino, de Oliva, también de la Observancia, siendo ordenado sacerdote el año 1544, a sus 24 años de edad.


El desempeño de sus ministerios religioso-sacerdotales, se desarrolla principalmente en la región valenciana: Santo Espíritu del Monte (Gilet) -1548-1551-, Chelva -1557-1559-, Val de Jesús, hoy Monte Picayo, (1568), de los que fue Superior. Fundador del convento de Recolección de Bocairente. Fue confesor de varios monasterios de Clarisas: Gandía (1561-1565), La Trinidad, de Valencia (1565) y muchos años más. Incluso de las Descalzas Reales, de Madrid (1571-1575).


A los 63 años de edad, 46 de vida religiosa y 39 de sacerdocio, el día 23 de diciembre de 1583 exhalaba, con postrer suspiro, el ‘sursum corda’, con el que entregaba alma y corazón, al Creador, en el convento de Santa María de Jesús de Valencia, que le viera nacer a la seráfica religión.

El historiador franciscano Benjamín Agulló, autor del perfil del beato valenciano.

SER FRANCISCANO
Ya hemos dicho que el día 3 de diciembre de 1538, en el convento franciscano Observante de Santa María de Jesús, extramuros de Valencia, hizo los votos de su consagración religiosa al estilo de san Francisco de Asís: es decir, en los Franciscanos Observantes.
Los Conventuales diríamos que era el tronco de la Orden y los Observantes un movimiento, de más observancia de la Regla y vida franciscana, como una vuelta a los orígenes y a las fuentes de la Orden. En Valencia tenían los Conventuales su convento, desde los tiempos mismos de la Conquista, en lo que hoy es la Plaza del Ayuntamiento, ocupando todo su perímetro actual. Mientras que Santa María de Jesús está sentado, en plena huerta, a varios kilómetros de la Ciudad. El joven Nicolás Factor, habiendo nacido cerca del convento de San Francisco, va a la huerta en busca de los Franciscanos Observantes, ya que su mismo nombre invita ya a una mayor observancia religiosa. Este ambiente de estrecha observancia, de vueltas a las fuentes diríamos hoy, es el que escoge Nicolás Factor para su vivencia del carisma franciscano.


Dadas sus cualidades, en el desempeño de sus ministerios religioso-sacerdotales, los superiores le encomendarán misiones delicadas y de gran responsabilidad. Definidor Provincial, a la vez que Maestro de Novicios, Guardián de varios conventos. Su humildad le hizo renunciar al cargo de Secretario General de la Orden. Hemos dicho que fue fundador del convento de Recolección de Bocairente. Los Recoletos es otro movimiento de mayor rigor en la profesión de la Regla Franciscana, dentro de la misma Observancia. Diríamos que vivió entre los mejores franciscanos de su época, reputándose “caña vacía”.

SER SANTO Y SABIO
Formado bajo los cánones de la reforma de Trento, es contemporáneo de Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Pedro de Alcántara, Juan de Ávila, Francisco de Borja, Juan de los Ángeles, Pascual Bailón, Andrés Hibernón, Gaspar Bono, Luis Bertrán, Juan de Ribera, y un largo etcétera, uniéndole una estrechísima y santa amistad a muchos de ellos, especialmente a su conciudadano San Luis Bertrán.


El marco de sus amistades, nos señala el grado de su formación, y la profundidad de su vida espiritual, dentro del ambiente de las escuelas y corrientes teológicas de su época, muy controvertidas, en tantos aspectos. Su acendrada piedad y su saber teológico se vieron favorecidos por su cuidada formación humanística y por su temperamento artístico, por valenciano y por franciscano. Pintor, músico y escritor. Buen poeta, en latín y en castellano. Gran aritmético.


La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia se gloría de tenerlo entre sus profesores beneméritos, y acuñó una medalla conmemorativa, con ocasión de su beatificación. Su obra literaria, no muy extensa, fue recopilada, en gran parte, por el P. José Melió, en los Opúsculos del Beato Nicolás Factor, que publica el año 1797. Es una “sabrosa muestra de la galanura clásica de su pluma, que revestía con imágenes maravillosas sublimes enseñanzas místicas”, en decir del P. Jacinto Fernández.

SER MÍSTICO
Pero pese a las divergencias y desviaciones ideológicas de la época, Nicolás Factor busca, ante todo, servir a Dios y cumplir su santa voluntad, alcanzando, por gracia, ser uno de los varones más extáticos de su tiempo. Eran constantes sus raptos.


La iconografía nos ha legado su imagen, mostrándonos su corazón, casi siempre, con la leyenda “sursum corda”, que simboliza su elevación de miras y cuya expresión le llevaba al arrobo místico, de lo que dan testimonio sus biógrafos contemporáneos. A los 63 años de edad, 46 de vida religiosa y 39 de sacerdocio, el día 23 de diciembre de 1583 exhalaba, con postrer suspiro, el “sursum corda”, con el que entregaba alma y corazón, al Creador, en el convento de Santa María de Jesús de Valencia, que le viera nacer a la seráfica religión. Allí queda la Capilla, donde se veneraban sus restos, con bóveda decorada por López.


Pío VI le declara Beato, con su breve de 18 de agosto de 1786, y Valencia celebra la Beatificación de su preclaro hijo, el año siguiente, con fiestas de iglesia y de calle; con luces y músicas. El entonces arzobispo de Valencia, su hermano de hábito, Fr. Joaquín Company, ordena que se abra una avenida directa, entre campos y caminos, desde la fachada de la Iglesia de Santa María de Jesús hasta las murallas de la Ciudad, convertida hoy en la espaciosa calle de Jesús, para el traslado de los restos mortales del santo fraile franciscano a la santa Iglesia Catedral Metropolitana. Allí será expuesto a la veneración y devoción de los fieles, durante los días de celebraciones festivas, volviendo al reposo de su sepulcro de la iglesia de Jesús, hasta que manos despiadadas lo hicieran desaparecer el año 1936.

Capilla de la Comunión en la parroquia de Santa María de Jesús, con las pinturas de Vicente López representando la muerte del beato. FOTO: A.SÁIZ

Santa María de Jesús, en Patraix: inicio y final de su vida franciscana

❐ L.B.
Uno de los principales escenarios en los que se desarrolló la vida del beato Nicolás Factor fue el convento franciscano de Santa María de Jesús, en el que empezó y terminó su vida religiosa. Situado fuera de la ciudad de Valencia, en plena huerta, la iglesia del convento al que acudió Nicolás cuando sintió vocación religiosa es hoy la parroquia de Santa María de Jesús. Allí tomó los hábitos el 30 de noviembre de 1537, a los 17 años, y allí también profesó como franciscano un año después, el 3 de diciembre de 1538. En este convento permaneció hasta que marchó a Oliva y, tras un recorrido por distintos monasterios, regresó el 13 de diciembre de 1583, para morir el día 23 del mismo mes. En la capilla de la Comunión de este templo se conservaron sus restos mortales en una urna hasta que la iglesia fue saqueada y los restos del beato quemados durante la persecución religiosa de 1936.


A pesar de los numerosos daños que sufrió el monasterio, que tras la desamortización de Mendizábal fue dedicado a fábrica y posteriormente a manicomio, en la iglesia aún se conservan numerosos recuerdos del beato que han permitido que la devoción a Nicolás Factor se haya mantenido a lo largo de los siglos.


Una rehabilitación recientemente realizada ha permitido recuperar algunas dependencias del templo, entre las que destaca la capilla de la Comunión donde se encontraba la urna con el cuerpo del beato. Tras haber sido utilizada durante años como almacén, ahora se han restaurado unos preciosos frescos de Vicente López realizados en la bóveda en 1795, que representan la muerte gloriosa de Nicolás Factor. En esta parte más interna de la capilla se ha colocado, además, un altar en el que resalta la gran imagen del beato sosteniendo una custodia con el Santísimo.
La iglesia conservan otros muchos recuerdos del beato, como lienzos, frescos y vidrieras. Destacan los dos retablos de cerámica que se encuentran en el atrio del templo, en los que se representa uno de sus éxtasis místicos, así como uno de los milagros a él atribuidos. En la leyenda puede leerse que estando Nicolás Factor repartiendo la comunión a los novicios, estos pudieron comprobar cómo las formas acudían solas a sus manos.


Como explica el actual párroco, José Marcos March, “con la finalidad de mantener la devoción al beato y promover el culto a la Eucaristía, de la que era muy devoto, se constituyó la Sociedad Católica del Beato Nicolás Factor, que además tiene una vertiente práctica caritativa”. Y destaca que la sección de la Adoración Nocturna Española, que radica en esta parroquia excepcionalmente lleva el título del beato Nicolás Factor, “ya que él era un exponente de lo que debe ser la adoración al Santísimo Sacramento”.

Limonero que plantó el beato Nicolás Factor en Santo Espíritu. El actual es el 3 o 4 que se ha plantado de los esquejes del limonero original. FOTO: A.SÁIZ

Santo Espíritu: su huella hoy, orante y milagrosa

❐ L.B.
Otro de los lugares en los que Nicolás Factor dejó una gran huella es el Monasterio de Santo Espíritu del Monte, en Gilet. Parece ser que llegó allí como confesor en 1544 y sería nombrado guardián o superior de 1548 a 1551, y allí permaneció hasta que fue enviado al convento de Chelva en 1556.


Como hombre de profunda espiritualidad y oración que era, en este lugar “imprimió su marcado espíritu orante que aún perdura”, tal como indica el actual guardián, el P. Fernando Hueso. “Nicolás Factor pertenece al grupo de místicos franciscanos, y era tal su experiencia y deseo de Dios, que sólo con oír la expresión ‘sursum corda’ -‘levantemos el corazón’-, él se elevaba literalmente, levitaba”, explica el P. Hueso.


Este monasterio aún conserva varios recuerdos del beato, como el devocionario que utilizaba para sus oraciones. Se trata de un incunable en el que aparecen S. Francisco de Asís, Sta. Clara y un fraile arrodillado ante la Virgen y el Niño que con su dedo señala un libro, la Palabra). Sobre la vitrina que preserva el libro, un dibujo de la Santísima Trinidad que el propio beato decoró con policromía.


Recordando uno de los numerosos milagros que se atribuyen a la intercesión de Nicolás Factor, se encuentra junto al monasterio ‘la fuente del beato’. Cuenta la tradición que, a petición del hermano cocinero que no tenía agua, Factor, guardián entonces de este convento, en el año 1554 descubrió milagrosamente esta fuente y dijo: “Nunca faltará (el agua)” .


También en los parajes del monasterio, en concreto en el huerto se conserva ‘el limonero del beato’. En la época de Nicolás Factor una de las tareas de los frailes era el huerto, del que obtenían sus alimentos. Él plantó un limonero. A lo largo de los siglos, cuando el limonero iba envejeciendo y muriendo, se sacaba un esqueje y se volvía a plantar. El limonero actual es el 3 o 4 que se ha plantado de los esquejes del limonero original. “Este limonero nos habla de su trabajo de contacto con la naturaleza y del trabajo manual que realizaban los frailes entonces”, añade el guardián.

En las cuevas del monasterio de Chelva, el beato buscó mayor intimidad con Dios.

Chelva: místico en la austeridad de las cuevas

❐ L.B.
De las localidades vinculadas al beato Nicolás Factor, una de las principales es Chelva. Aquí estuvo en tres ocasiones y el lugar quedó marcado por él, así como el beato marcado por este lugar, sobre todo, por el convento de San Francisco. Aquí se dio también uno de sus raptos, de sus levitaciones más conocidas, durante una procesión del Corpus.


Una vez ordenado sacerdote uno de sus primeros destinos fue éste, entre 1556 y 1568. En esta localidad y en las circundantes comenzó sus predicaciones dando grandes frutos.


Lo más original del convento de Chelva son la cuevas de los mártires. En ellas vivió la primera comunidad que llegó buscando lugares sencillos y pobres. Los frailes vivían en las cuevas y la más grande se utilizaba como iglesia. Fue en el siglo XV cuando se construyó el monasterio. En la época del beato Nicolás se estaba construyendo la iglesia. Precisamente fue él quien celebró la misa de bendición e inauguración del templo, que fue reconstruido a principios del siglo pasado. No obstante, Nicolás Factor seguía llevando a cabo todos sus actos de devoción y mortificación retirado en las cuevas, buscando una mayor intimidad con el Señor.