Redacción | 10-02-2017
Monseñor José Gea Escolano, obispo emérito de Mondoñedo Ferrol, falleció el pasado lunes 6 de febrero, a los 87 años de edad, en Valencia, donde residía en la actualidad.
El martes por la tarde el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ofició la misa exequial por su eterno descanso en la Catedral de Valencia, donde recibió sepultura. Antes del comienzo de la celebración la comitiva fúnebre se desplazó desde el hall del Palacio Arzobispal hasta la Catedral. Varios sacerdotes portaron el ataúd al que acompañaba el báculo de monseñor Gea.
En la homilía el cardenal Cañizares aseguró que “lo que ha hecho José Gea, lo que ha dicho, lo que ha mostrado es un testimonio de Jesucristo y no nos ha ofrecido una interpretación más de Él ya que no ha sido un ideólogo ni un líder social, político o religioso, ha sido un testigo y un maestro, un pastor conforme al corazón de Dios”.
El Cardenal también destacó de monseñor Gea que “ha demostrado con su vida, gestos y palabras, con su persona y enseñanza, qué es lo que sucede cuando uno se abre y acepta a Jesucristo que está a la puerta y llama”.
Asimismo, afirmó que “podemos resumir la vida, persona y obra de José Gea diciendo que fue un testigo de Jesucristo y por ello, también de su esperanza que manifestaba con su constante alegría y su gran humor”.
“Su gran pasión fue siempre la Iglesia, servidora de los hombres, y siempre admiré en él su gran humor y su amor e inquebrantable fidelidad a la Iglesia en la que está y mora Cristo”, añadió.
Según el Cardenal “Don José Gea supo poner dulzura de comprensión en sus palabras pero sin traicionar las exigencias de un mensaje que solo testimoniándolo fielmente se mostrará en toda su realidad y nos hará libres”.
Igualmente, aseguró que “no rehuyó en su vida y en su predicación las aristas crucificadoras de la vida cristiana ni cedió a la fácil tentación de eliminar o reducir lo duro del evangelio o de sus enseñanzas de la Iglesia para halagar al oyente”.
Además, destacó que “en su predicación y enseñanza, hechas a tiempo y a destiempo, no había dudas, ni acomodaciones, sino certezas, certidumbres de fe, para asentar a la sociedad”.
Una quincena de obispos
La misa fue concelebrada por una quincena de obispos y arzobispos y un centenar de sacerdotes entre ellos el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro; el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, monseñor José María Gil Tamayo; los obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina, monseñores Jesús Murgui, de Alicante, y Casimiro López, de Castellón, los tres obispos auxiliares de Valencia y otros prelados de diferentes diócesis, como monseñor Juan Antonio Reig, obispo de Alcalá de Henares, y los obispos valencianos eméritos de Lleida, Joan Piris; de Zaragoza, Manuel Ureña; y de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil.
Capilla ardiente
La capilla ardiente estuvo instalada por la mañana en el Salón del Trono del Palacio Arzobispal. Acudieron numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas, allegados y familiares, muy emocionados. Igualmente se instaló un libro de condolencias. Antes de ser cerrado el féretro fue introducido en su interior un cilindro con un acta firmada por el Cardenal, dos periódicos del día y dos monedas.   Los campaneros de las catedrales de Valencia y de Mondoñedo se coordinaron también para hacer sonar a la misma hora las campanas de ambas catedrales con toques de difunto previos a la misa.

Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA