L.B.|30.01.2020

La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente’ es el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebra este domingo 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el templo. En Valencia se conmemorará con una misa en la Catedral, en la que participarán representantes de numerosos institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica de la archidiócesis.


En la celebración, que tendrá lugar a las 19 horas y será presidida por el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, los consagrados renovarán sus compromisos religiosos y apostólicos. Durante la misa se bendecirán las candelas, que simbolizan la luz de Jesucristo, para conmemorar también la fiesta de la presentación del Señor en el templo.
El dominico Martín Gelabert, delegado episcopal para la Vida Consagrada destaca la “importancia del día para todos los religiosos, institutos seculares, vírgenes consagradas y eremitas. Invitarles porque es una oportunidad de manifestar nuestra fraternidad y misión común al servicio del Evangelio”. La celebración conjunta presidida por el Arzobispo es, además de manifestación visible de la comunión de todos nosotros al servicio de la diócesis, signo de que la vida consagrada forma parte esencial de la vid de la Iglesia”, añade.


Además, destaca que el lema de este año “nos invita a promover esperanza en tantos lugares donde hay sufrimiento”.


La Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, cada 2 de febrero, desde que fue instaurada por san Juan Pablo II en 1997, con el objetivo de alabar y dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada y promover su conocimiento.

Hna. Esther Blázquez, Religiosa de María Inmaculada: “Tengo una vida llena, repleta, rebosante, feliz…”

Esther Blázquez es desde hace 31 años religiosa de María Inmaculada. Y reconoce que en este tiempo ha vivido “una vida llena, repleta, rebosante, feliz…”. Es, sin duda, una vida llena de “experiencias inolvidables, encuentros sanadores, silencios emotivos, celebraciones apasionadas, descansos reconfortantes, retos desafiantes, búsquedas pascuales, vivencias profundas”, como ella misma explica.


Los comienzos de la búsqueda de su vocación fueron “firmes y seguros, llenos de ilusión, valentía, audacia, coraje y tesón”, indica. Cumplidos los 20 años terminó los estudios de Educación Infantil. Disfrutaba acompañando “con ternura y creatividad” a los pequeños, en sus primeros instantes de aprender. Y aunque parecía ya el momento de tomar una decisión y entrar en la congregación, se ilusionó trabajando en una guardería, ya que si quería seguir estudiando magisterio, tenía que trabajar.


“Pero como siempre, Él estaba ahí, despertando nuevas inquietudes, incomodándome, incordiándome cariñosa y sabiamente, recordándome, que, aunque era feliz podía serlo mucho más “, recuerda la Hna. Esther. Y “como para Dios nada hay imposible”, en el verano de 1989 decidió dar el paso de descubrir si sus deseos e inquietudes de dar su vida por los demás eran una idea o realmente era el camino que Dios tenía para ella. Así, empezó su etapa de prenoviciado, noviciado, juniorado…, para ella todo era un regalo. “Eran muchos los instantes en que Él se hizo presente. Me enseñó a mirar con ojos nuevos cada acontecimiento, a acariciar mis rebeldías, a conocer mis limitaciones, a abrazar mis debilidades, a esperar con paciente escucha”.


La Hna. Esther optó por la congregación de Religiosas María Inmaculada, fundada por santa Vicenta María López y Vicuña, porque le atrajo su carisma. “La fundadora era una mujer sencilla y humilde de grandes valores, que entregó su vida en defensa de las jóvenes que en el siglo XIX acudían a Madrid en busca de trabajo. Cuando caían enfermas y eran abandonadas, ella las buscaba y acogían para sanarlas y prevenirlas de cualquier peligro”, explica. Y reconoce que “la grandeza del carisma de la Congregación ha ido configurándome y reforzando mis deseos, entrega y conocimiento de Jesús”.


En la misión de la congregación, que es la de atender a las jóvenes en sus distintas necesidades, la Hna. Esther ha tenido la oportunidad de desplegar distintas labores. Actualmente, es directora de la Residencia Universitaria de Valencia, sita en la calle Trinquete de Caballeros. Desde ahí, intenta transmitir, junto a sus hermanas de comunidad, el espíritu de su fundadora. “Tratamos de dar testimonio de la Buena Noticia del Evangelio, para que, las jóvenes y quienes se acerquen a nuestra casa, descubran otro modo de vivir, la entrega incondicional a los demás desde la gratuidad y la abnegación”, subraya.


“Sí, mi vida está llena, mejor dicho, hecha de infinitud de regalos. Todos sin duda, fruto de la generosidad de Dios, que no se cansa nunca de mostrarme y mostrarnos que nos ama infinitamente”, señala. Por eso, no se cansa de dar gracias a Dios por haberle llamado y por haberle dado la capacidad de responderle, por estar siempre a su lado, por reconstruirle, esperarle, cuidarle, amarle, por la oportunidad de conocerle cada día, en la oración, en sus hermanas, en sus amigos, en las jóvenes…


“Creo, que nuestro mundo necesita jóvenes comprometidos, que le sigan con radicalidad; que luchen incansablemente por hacer un mundo cada vez más humano, justo y fraterno; jóvenes que inunden de esperanza tantos corazones desorientados”, añade, la responsable de la residencia.
Por último, la Hna. Esther reconoce que siempre ha tenido presente el ejemplo de la Virgen María. “Ella ha sido en mi vida esa luz a quien mirar. Me gusta contemplarla como compañera, maestra y amiga. Ella permanece siempre conmigo, me indica cómo seguir al Señor y amarle, cómo ayudar, entregarme, confiar, agradecer, permanecer…”.


Y no quiere terminar sin una cita en la que condensa todo su sentir: “Reconoce, por lo tanto, que el Señor tu Dios, es verdaderamente Dios. Él es Dios fiel, quien cumple su pacto por mil generaciones y derrama su amor inagotable sobre quienes lo aman y obedecen sus mandatos” (Dt 7,9).