El pasado domingo, festividad de la Ascensión del Señor, celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Vaya por delante mi saludo, felicitación, aprecio, respeto, estima, admiración y gratitud por la labor humana y social que desempeñan. Es cierto que son un poder, “el quinto poder“, se dice de ellos, pero sobre todo los veo como un grandísimo servicio.


Desempeñan un papel importantísimo, clave, en la información, en la promoción cultural y social, en la formación de los hombres y en la configuración y conformación de la sociedad. Así contribuyen o pueden contribuir al establecimiento de la paz, el desarrollo y el entendimiento entre las gentes. No podemos dejar de reconocer cómo los medios están contribuyendo al enriquecimiento humano y espiritual, de muchas formas. Pero tampoco podemos ser ingenuos y dejar de reconocer también –para actuar de la manera que corresponda-, que en ocasiones se observan hechos o tendencias que contribuyen a la división, el enfrentamiento, la deshumanización, el deterioro de la ‘Casa Común’ y la difusión de comportamientos y estilos de vida conducentes a una manera de vivir que degradan y superficializan al hombre, privado de los valores éticos, morales y del espíritu. Sería seguramente conveniente o “necesario un cierto tipo de ‘examen de conciencia’, por parte de los medios de comunicación que conduzca a una mayor conciencia crítica, sobre esta tendencia a un probable escaso respeto a las convicciones morales, espirituales, e incluso religiosas (S. Juan Pablo II).


Los medios tienen la gran y muy noble misión y responsabilidad de servir a la verdad y a la libertad, la verdad que nos hace libres, la verdad del hombre y del bien común, de los derechos humanos que nadie puede conculcar ni manipular. Cada día se siente más la necesidad de que los comunicadores en los medios de comunicación social y los mismos medios de comunicación y sus empresarios y directores, busquen y comuniquen la verdad, se apasionen por ella y la sirvan, y más aún ahora, cuando se están observando, movimientos reales, no imaginarios, de poderes que se apoyan y difunden la mentira, arma generadora de la tendencia actual y antigua de totalitarismos. Para una humanidad y una sociedad con futuro, este servicio libre y de la verdad para ser libres es imprescindible. Por esto pienso que son tan imprescindibles los medios de comunicación social entre nosotros con este criterio básico y elemental.


Ciertamente que no es fácil dar con la verdad, en un mundo o cultura que la niega o la tergiversa, impera y manda la mentira y unos poderes que manipulan la verdad. No es fácil luchar por proponerla y no manipularla o ceder ante tanto poder que se opone, y ser incorruptible ante la verdad. Pero ese será o está siendo sin duda, uno de los servicios mayores o mejores que prestarán a un mundo con futuro y una sociedad digna del hombre, libre, democrática, éticamente fundada y rearmada moral y espiritualmente. Esta será una forma imprescindible de contribuir a la humanización de nuestro mundo y a la edificación de la Casa Común apoyada en una ecología integral, donde no son el dinero, los intereses económicos, ni los afanes de poder lo que imperan sino la justicia, la participación de los pobres y excluidos en esa casa y mesa común merece una atención preferente para un nuevo orden, y no precisamente el “nuevo orden mundial” dominado por poderes, casi todopoderosos económicos e ideológicos que están muy identificados concretamente, como se sabe, en los momentos actuales.


Trabajar en los medios de comunicación no es fácil. Las presiones múltiples que en ellos se reciben, lo saben muy bien quienes en ellos trabajan o los dirigen, son muy grandes y fuertes. Puede parecer fácil sólo a quien nunca se ha decidido a hacerlo verdaderamente. No es fácil servir cada día al hombre con la palabra escrita u oral, o con la imagen, también palabra porque esta, por su naturaleza, al indicar la verdad de las cosas, es sagrada. Lo sagrado exige amor y respeto, y excluye la manipulación. El que muestra la verdad debe dejarse conducir por ella. El objeto de los medios de comunicación y los comunicadores es el hombre, la historia del hombre, lo vivido por el hombre, la noticia y la información que tiene al hombre como protagonista e interesa e implica al hombre: la verdad del hombre. Por eso, como dijo el papa San Juan Pablo II, en su primera visita a España, dirigiéndose a los profesionales de los medios de comunicación: “la búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante, exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y de selección crítica. No es fácil, lo sabemos bien. Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la ‘imposible objetividad’. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es menos la lucha ‘por dar con la verdad’, la decisión de ‘proponer la verdad, la praxis de ‘no manipular la verdad’, la actitud de ‘ser incorruptibles’ ante la verdad. Con la sola guía de una recta conciencia ética, y sin claudicaciones por motivos de faso prestigio, de interés personal, político, económico o de grupo”.


Todos los profesionales de los medios, y de manera especial quienes profesan la fe cristiana, encontrarán en Jesucristo, testigo de la verdad que ha venido a iluminar a todos los hombres, luz y norte para su actuación y su servicio tan decisivo.


Antes de finalizar quiero agradecer a los medios de comunicación y a los profesionales el impagable servicio que están llevando a cabo en esta crisis de la pandemia, que es muy grande, patente y de todos conocido, y les pido encarecidamente que sigan ayudando, mirando al futuro que se presenta incierto, tanto en el plano sanitario como en otros, de manera particular, que sigan ocupándose y preocupándose “por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo. Y animo a trabajar activamente en favor del bien común a los ciudadanos’, divulgando los medios e instrumentos necesarios ‘para permitir que todos tengan una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las actividades cotidianas” (Papa Francisco), y la esperanza. Que los medios ayuden a toda la sociedad a evitar la indiferencia, pues, como señala el papa Francisco “este no es el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia” (Francisco). Y les pido, además, que sigan informando de lo muchísimo, pero muchísimo que se está haciendo por parte de tantos, y de tantas instituciones y organizaciones, muy en especial, de las instituciones y de las personas que son de la Iglesia en parte importante a no ocultar ni silenciar sus motivaciones, a ser y actuar así. Y esta información genera una esperanza que conduce a la acción urgente necesaria para solucionar o aliviar problemas tan enormes como los que se están sufriendo.


Confío mucho en los medios para llevar a cabo el combate que hay que librar, en estos momentos, por ver libre a España de todo autoritarismo, sectarismo y totalitarismo, por el verdadero diálogo y la superación de la violencia, el respeto y promoción de la libertad y los derechos humanos fundamentales, entre lo que no puede faltar el de libertad religiosa, de conciencia, de derecho a la vida y a la educación integral, el impulso y fortalecimiento de la familia, en un ambiente real y auténtico de concordia y realización de una genuina democracia y reinado de la verdad, la sanación de la pandemia que nos aflige, la creación de empleo y la promoción de la dignidad del trabajo, la siembra y edificación de la paz, inseparable de la verdad, el amor y la justicia, y que los medios no cierren sino que abran la puerta al hombre a la trascendencia.


Y a los profesionales cristianos y a los medios de comunicación propios de la Iglesia les animo a que no olviden que la Iglesia no tiene otra palabra que esta: Jesucristo, pero esta no la podemos olvidar, no la podemos silenciar, no la dejaremos morir. Esto conducirá a la libertad que permite transmitir y comunicar la Palabra que hace libres y libera. La tarea de profesionales cristianos en los medios de comunicación es de gran alcance y de altísimo valor social, renovador y humanizador. Comprendo y soy consciente de que su tarea no será fácil, ni podrán estar siempre a la altura que su conciencia les exige. Por eso, al tiempo que reconozco y agradezco su obra, aliento a proseguirla con renovado vigor, libertad y pasión por la verdad y por el hombre, “camino de la Iglesia” como afirmó en su día el gran Papa San Juan Pablo II, tan cercano a los medios de comunicación.