En el mes de octubre celebramos el aniversario de la partida al cielo del Siervo de Dios Tomás Morales, S.J., -en proceso de canonización desde junio del 2000 y cerrada su fase diocesana en Madrid en 2007- movilizador del laicado con ímpetu misionero en la Iglesia en la segunda mitad del s. XX; fundador de un movimiento apostólico: Milicia de santa María, dos institutos seculares: Cruzadas de santa María y Cruzados de santa María, y un movimiento familiar: Hogares de santa María. En los umbrales del Año de la Fe y del Sínodo para la Nueva Evangelización en la vida de la Iglesia, su legado espiritual, su testimonio de vida, se nos presenta cercano, vigente y de suma actualidad en el panorama eclesial.
Adelantándose casi veinte años a la visión del Concilio Vaticano II sobre la promoción del laicado en la Iglesia y en el mundo, el P. Tomás Morales empezó a formar una minoría de jóvenes en el corazón de Madrid en los años de la posguerra española, siguiendo las directrices de los capítulos IV y V de la Lumen Gentium y del decreto Apostolicam Actuositatem. En sus libros de formación de laicos, Forja de hombres y Laicos en marcha, tradujo en aspectos concretos, extraídos de su propia experiencia como sacerdote, las ricas enseñanzas de estos documentos pontificios y las exigencias que conllevan para cada bautizado, tal y como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su Carta apostólica Porta Fidei, nº 5. Imprescindible la tarea de formación de personalidades sólidas para la acción evangelizadora. En Hora de los laicos, obra posterior, el P. Morales analiza el papel de los bautizados y su responsabilidad en medio de las realidades temporales: familia, cultura, educación, trabajo, vivida siempre al calor maternal de la Virgen Madre, Estrella de la Evangelización.
En el silencio de la oración, atento a la voz del Espíritu “que sopla cuando quiere como quiere”, el P. Morales descubre que si el hombre contemporáneo está alejado de Dios se debe, en gran medida, a que el bautizado ha dejado de ser fermento, luz del mundo, para convertirse en masa amorfa; ha dejado de ser misionero de la fe recibida en su Bautismo, ha perdido la conciencia de las exigencias de este sacramento que nos hace hijos de Dios. Descubrir en cada uno la riqueza, la fuerza y el compromiso de la consagración bautismal fue la constante ilusión de su vida. El Bautismo, vivido con coherencia, impele al cristiano a repartir entre sus hermanos el tesoro recibido.
Enraizado como buen jesuita en la espiritualidad sólida de los Ejercicios Espirituales ignacianos, el P. Morales comprendió que la evangelización del mundo, de todas las realidades temporales, no se produce si primero no nos convertimos a Dios; y, por ello, encontró siempre en la predicación asidua de tandas de Ejercicios hasta el final de su vida un instrumento adecuado y eficaz para fortalecer la vida de fe, un medio para “una especial reflexión y redescubrimiento de la fe” (Porta Fidei, nº 4). A los que le escuchaban y se dirigían con él les enseñó que la práctica de los Ejercicios Espirituales generan, además, una espiritualidad de compromiso con el mundo: la llamada a la conversión se transforma en una llamada a la misión. Del contacto asiduo con Cristo brota el impulso misionero, el “entusiasmo de comunicar la fe” (Porta Fidei, nº 7). Vida interior, intimidad con Dios, y fecundidad apostólica son dos caras de la misma moneda.
“Esta vida interior profunda, en contra de lo que a primera vista podría pensarse, centra al seglar en la realidad del mundo en que vive, le aclara la mirada, le llena de fuerza y optimismo para transformarlo […] le hace más sensible al ateísmo que le circunda en la profesión, en la calle, en el medio de transporte, en la cafetería, en el estadio, en la fábrica, en la universidad […] abre profunda herida en el corazón del laico militante. Ya no tiene necesidad de leer libros o artículos para convencerse, ni acumular tesis de sociología. La vocación al apostolado penetra por esa herida. Su talla de apóstol se medirá por la profundidad de esa llaga” (P. Tomás Morales).
Desde esta archidiócesis de Valencia damos gracias a Dios por la vida y Obra fundada por del P. Morales, por su entrega incondicional por la salvación de la juventud, educándola desde lo más íntimo de su ser para hacerla descubrir y realizar el plan de Dios en su vida, y esperamos responder con fidelidad y audacia, desde nuestro carisma particular, a los retos planteados en la Iglesia diocesana y universal para el tercer milenio.
Cruzadas de santa María, Valencia
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