El ‘fenómeno Francisco’ ha generado un auténtico vendaval mediático a su paso por Río de Janeiro. En parte por la gran resonancia que ha encontrado en los medios de comunicación; y en parte por la confusión provocada por varios de ellos, que parecen estar arrimando el ascua del nuevo papa a su sardina ideológica.
La cobertura mediática de la visita apostólica a Brasil ha sido, efectivamente, amplísima. Y el tono de las informaciones y artículos, muy positivo en general, incluso en el caso de medios e informadores tradicionalmente críticos con la Iglesia. Algunos de ellos, movidos por la cercanía y sencillez de Francisco, han llegado a admitir abiertamente su inusitado deseo de que las cosas le vayan bien al “jefe de la Iglesia Católica”.
El estilo pastoral de Francisco se revela, así, como un potente estímulo evangelizador para los fieles católicos, como un ejemplo a seguir por su capacidad de conectar con los alejados. Desde este punto de vista misionero, asistimos a un momento dulce y, en cierto modo, único en la vida de la Iglesia. El Santo Padre está propiciando una oportunidad preciosa de acercar a Cristo a quienes parecía imposible.
Manipulación e intereses ideológicos
Ahora bien, se percibe en algunas de esas alabanzas periodísticas un sesgo ideológico tan acusado que, al final, la imagen del propio Pontífice y de la Iglesia aparece distorsionada. Cuando esas loas provienen de líderes de opinión poco formados en materia eclesial, cabe pensar que se trata de simple desconocimiento e imprudencia. Pero cuando salen de la boca de especialistas en información religiosa, la hipótesis lógica es la de la manipulación. Y de todo parece que ha habido esta semana.
ay quienes han asegurado, por ejemplo, que el Papa ha cambiado el discurso de la Iglesia en cuanto a la homosexualidad. No es cierto. Cuando Francisco dijo en el vuelo de regreso a Roma que “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, apoyó su idea precisamente en el Catecismo, del que merece la pena recordar aquí que acaba de cumplir veinte años: “El Catecismo de la Iglesia Católica -añadió el Santo Padre, en perfecta continuidad con sus predecesores- explica de un modo muy bello esto, y dice: ‘No se debe marginar a estas personas por esto, deben ser integradas en la sociedad’”.
Detrás de no pocas opiniones se aprecia un empeño por dividir a los católicos (por cierto, “diablo” etimológicamente es “el que divide”). Solapado o abierto, como en una televisión iberoamericana que trasmitía en directo la JMJ:
-“¡Qué diferencia de estilo con los papas anteriores!.
– Dios no permita que siga el camino de Benedicto XVI”.
Lo que no dijeron los locutores es que ha sido Francisco el primero en agradecer todo el trabajo, esfuerzo y servicio de Benedicto XVI. “Es un grande”, dijo de él en el avión.
Hemos llegado también a leer esta semana perfiles de Francisco que lo dibujan como una especie de revolucionario que ha tomado el trono de Pedro misteriosamente, sin que la jerarquía eclesial pudiera remediarlo. ¡Pero si han sido los cardenales, guiados por el Espíritu Santo, quienes lo han elegido! Francisco no es un meteorito que ha caído en la Iglesia; es -como dijo él mismo en el citado vuelo para explicar su fidelidad al magisterio- un “hijo de la Iglesia”.
Da la impresión de que algunos no tienen empacho en deformar la imagen de la Iglesia y del Papa con tal de hacerlo pasar por “uno de los nuestros”. ¿El objetivo último de esos artículos es ensalzar a Francisco o, más bien, ensalzar la línea editorial del medio? Si tanto aprecian al Santo Padre, que empiecen por no distorsionar sus palabras y por no confundir a la gente, a la que el propio Pontífice quiere dirigir un mensaje nítido. No es este el ‘lío’ que con tanto ardor ha pedido el Papa en Brasil.
“Respuestas sacadas de contexto”
La misma Santa Sede se ha visto obligada a transcribir las contestaciones que Francisco dio en la rueda de prensa del vuelo de regreso a Roma, dado que “algunas de sus respuestas, sacadas de contexto, han dado lugar a especulaciones”, dicen finamente desde el portal vaticano news.va.
En conclusión, que para saber bien qué ha querido decir el Papa en cada momento no sirve acudir a ciertos (no todos, por supuesto) medios. Y que para quienes quieran seguir las enseñanzas de la Iglesia, lo mejor es que hagan caso a lo que dice Francisco, no a lo que interpretan algunos de los que le aplauden.