Los nuevos sacerdotes junto al Cardneal, monseñor Escudero y monseñor Gea. (Foto: A.Sáiz)
L.A. | 19-06-2015
Con la ayuda de Dios, la valentía de los jóvenes y el trabajo y el esfuerzo llevado a cabo por la archidiócesis de Valencia, la pastoral vocacional sigue dando sus frutos poco a poco. Prueba de ello fue la celebración de las ordenaciones sacerdotales del pasado sábado, día 13, en la catedral de Valencia, donde el cardenal arzobispo Antonio Cañizares confirió el ministerio presbiteral a diez jóvenes. Fue una auténtica fiesta para la Iglesia diocesana la incorporación como sacerdotes de José Diego, Vicente Fayos, Antonio Pons, Pablo Soriano Celestino Aló,  Marc Forner, Luis Ochoa, Jesús Rodrigo, Emmanuel Cano y Javier López. Los diez jóvenes estuvieron arropados por sus familiares, amigos y vecinos, que les acompañaron desde sus poblaciones.
La archidiócesis de Valencia cuenta desde este sábado con diez nuevos sacerdotes, diez jóvenes que recibían la ordenación presbiteral en la catedral de Valencia por el cardenal arzobispo  Antonio Cañizares, en una solemne misa concelebrada por los obispos monseñor Esteban Escudero y monseñor José Gea, y por más de 150 sacerdotes que ocuparon también las naves laterales.
Con el templo lleno desde media hora antes de iniciarse la celebración -de hecho se tuvieron que colocar seis pantallas para que facilitar la visión a todos los participantes y se agotaron las sillas auxiliares dispuestas– la ordenación sacerdotal de estos jóvenes fue una auténtica fiesta en la Iglesia diocesana, en la que el cardenal Cañizares apeló continuamente a la santidad sacerdotal (“Dios hace vivir la inmensa alegría de la santidad sacerdotal”) y, al mismo tiempo a luchar para no caer en la mediocridad o superficialidad (“que no cabe nunca y, menos, en estos momentos”).
Arropados por sus familiares y amigos, pero sobre todo, por los curas de sus parroquias de origen, fueron recibiendo la ordenación sacerdotal  José Diego, de 28 años y nacido en Pedreguer, localidad alicantina que pertenece a la diócesis valenciana; Vicente Fayos, de 31 años, natural de Gandia; Antonio Pons, de 37 años, de Corbera; Pablo Soriano, de 25 años, de Valencia; Celestino Aló, de 40 años, de Guinea; Marc Forner, de 31 años y natural de Faura; Luis Ochoa, de 41 años y de Valencia; Jesús Rodrigo, de 26 años y natural de Cheste; Emmanuel Cano, de 36 años y natural de Valencia; y Javier López, de 25 años y de Carlet.
La vida del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo
En su homilía (que puede leerse íntegra aquí Ordenación sacerdotal 13-6-15), por tres veces consecutivas, el titular de la archidiócesis de Valencia pidió “¡santidad sacerdotal, más que nunca!”. Y enseguida precisaba don Antonio que “no es una santidad para hacer sino para ser, porque ser santo evangeliza”.
De hecho, “santidad y evangelización van inseparablemente unidas”. Por ello “no podemos contentarnos con menos que ser santos, todos somos llamados a la santidad sacerdotal, y es entonces cuando se vive una alegría inmensa”.
Según el Cardenal, “hay que ser santos, grandes santos, pronto santos, porque Dios lo quiere y es poco tiempo el que se nos concede para ello”.
En su homilía, el cardenal Antonio Cañizares señaló que “la vida del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo, no podemos contentarnos con una vida sacerdotal mediocre, es más, no cabe una vida sacerdotal mediocre, nunca debería caber pero menos en estos momentos en los que es tan necesario demostrar la identidad de lo que somos y dar razón de la esperanza que nos anima”.
Ante la mirada atenta de los diez ordenandos, que seguían la homilía del Cardenal mirándole fijamente, sin perderse un gesto, subrayó que “no podemos vivir nuestro sacerdocio como algo añadido a la propia existencia, sino como algo que configura enteramente e identifica la persona del sacerdote”, porque “somos presencia sacramental de Cristo sacerdote”. Así, al igual que “todo en la existencia de Jesús es ser sacerdote, todo en nuestra existencia es ser sacerdote, no es una función añadida, en absoluto” .
Se refirió también el purpurado a la figura del sacerdote en el mundo de hoy, “realidad indudablemente compleja”, y evidenció cómo “al abordar esta realidad se está recurriendo hasta la saciedad al estudio sociológico del ambiente en que se mueve, al análisis de los factores culturales que sobre él influyen, a la prospección psicológica de sus instintos y reacciones primarias… pero, ¡digámoslo con valentía y evangélica sinceridad!: no se está teniendo en cuenta el alcance cristológico de esta problemática y la irreductible urgencia de que toda forma de existencia sacerdotal ha de tener un contenido profundo, nítido, vibrante y no adulterado, y ese contenido no es otro que Cristo, vivido, adorado y comunicado”.
También a los sacerdotes presentes en la celebración el Cardenal les alentó a que “volvamos a descubrir nuestro sacerdocio a la luz de la eucaristía, hagámoslo sentir a nuestras comunidades” y ha invitado, expresamente, a que “en las principales ciudades haya capillas para la adoración eucarística y que nosotros, sacerdotes, seamos profundos adoradores de la Eucaristía”.
Concelebrantes
Concluida la homilía, tuvo lugar el rito propiamente dicho de la  ordenación sacerdotal por la imposición de manos del cardenal Antonio Cañizares. Varios presbíteros les colocaron la estola y la casulla a los nuevos sacerdotes y, a continuación, el purpurado ungió con el crisma las manos de cada nuevo presbítero.
Finalmente, el cardenal Cañizares dio a cada uno de ellos el beso de la paz y a partir de ese momento comenzó la liturgia eucarística.
Con el purpurado concelebraron el obispo auxiliar, monseñor Esteban Escudero, el obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol, monseñor José Gea Escolano, y otros 150 sacerdotes, entre ellos, los rectores de los Seminarios Mayor y Menor, así como el Consejo Episcopal y el Cabildo de la Catedral. En el templo fueron  instaladas seis pantallas para que los fieles, que llenaron la Seo y agotaron las sillas auxiliares dispuestas, pudieran seguir la celebración.
Durante la misa, cantó el coro del Seminario Metropolitano de Moncada. La celebración concluyó con el Himno a la Virgen de los Desamparados, y una ovación a los nuevos sacerdotes que fueron felicitados al final  por sus familiares y amigos.