L.A. ENVIADO ESPECIAL A ROMA | 21-10-2015
Y llegó el día más esperado para una familia valenciana. Domingo 18 de octubre. Pasaban unos minutos de las diez de la mañana cuando una niña valenciana de 7 años, llevando en sus manos un ramo de flores, subía acompañada por sus padres, por la rampa que conducía hacia el altar de la plaza de San Pedro, abarrotada por más de 150.000 peregrinos de todo el mundo.
Por delante de ella, Pietro, el niño italiano que, como Carmen, había experimentado la gracia de un milagro de Dios, reconocido por la Santa Sede. Dos niños con los dos milagros que han propiciado que sean declarados santos por primera vez de forma conjunta un matrimonio en una misma celebración, Louis Martin y Marie Zélie Guérin, los padres de santa Teresita del Niño Jesús.
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Un ejemplo de matrimonio
La canonización de Louis Martin y Marie Zélie Guérin, padres de santa Teresita de Lisieux, es la primera de una pareja casada en la era moderna en la Iglesia católica. Ellos, aseguró el Papa durante su homilía, “practicaron el servicio cristiano en la familia, creando día a día un ambiente de fe y amor que nutrieron las vocaciones de sus hijas”.
El Santo Padre también se refirió a los otros dos nuevos santos, san Vicente Grossi y la española santa María de la Purísima. “San Vicente Grossi fue un párroco celoso, preocupado por las necesidades de su gente, especialmente por la fragilidad de los jóvenes. Distribuyó a todos con ardor el pan de la Palabra y fue buen samaritano para los más necesitados”, indicó el Papa.
Con relación a la religiosa española canonizada en la misma ceremonia, el Pontífice destacó que “Santa María de la Purísima, sacando de la fuente de la oración y de la contemplación, vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos, con una dedicación particular hacia los hijos de los pobres y enfermos”.
Después de estas palabras, Francisco manifestó que los nuevos santos “sirvieron siempre a los hermanos con humildad y caridad extraordinaria, imitando así al divino Maestro”. De cada uno de ellos destacó sus virtudes y aseguró que “el testimonio luminoso de estos nuevos santos nos estimulan a perseverar en el camino del servicio alegre a los hermanos, confiando en la ayuda de Dios y en la protección materna de María. Ahora, desde el cielo, velan sobre nosotros y nos sostienen con su poderosa intercesión”.
Además, el Pontífice manifestó que es incompatible ostentar el poder mundano y ser humilde como Jesús. Por eso, “en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es el servicio” y por tanto “el que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad en la Iglesia”.
Francisco aseguró que Jesús ofrece “una nueva concepción de vida”, la del servicio. “En la tradición bíblica, el Hijo del hombre es el que recibe de Dios ‘poder, honor y reino’” pero “Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está disponible al don total de la vida”.
También recordó que “con su pasión y muerte él conquista el último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su Iglesia”. “Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús”.
“Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado”. Sin embargo, “sí que hay compatibilidad entre Jesús ‘acostumbrado a sufrir’ y nuestro sufrimiento”.
En realidad “Jesús realiza esencialmente un sacerdocio de misericordia y de compasión” y “ha experimentado directamente nuestras dificultades, conoce desde dentro nuestra condición humana; el no tener pecado no le impide entender a los pecadores”.
“Su gloria no está en la ambición o la sed de dominio, sino en el amor a los hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles la gracia que restaura, en acompañar con ternura infinita su atormentado camino”.
El Papa aseguró que “cada uno de nosotros, en cuanto bautizado, participa del sacerdocio de Cristo; los fieles laicos del sacerdocio común, los sacerdotes del sacerdocio ministerial”. “Así, todos podemos recibir la caridad que brota de su Corazón abierto, tanto por nosotros como por los demás: somos ‘canales’ de su amor, de su compasión, especialmente con los que sufren, los que están angustiados, los que han perdido la esperanza o están solos”.