Vuelvo de nuevo a la ideología de género en mi responsabilidad de Obispo que no puede callar ante la pretensión de imponerla en la enseñanza a los más vulnerables, que son los niños, los preadolescentes y adolescentes. Además, vuelvo a este tema ante la sanción que se le ha impuesto a un Colegio de Alcorcón, concretamente el «Juan Pablo II», con el que me solidarizo y agradezco su valentía y coherencia. La sanción se le ha impuesto en aplicación de la «Ley de transexualidad» de la Comunidad de Madrid; pero también cabe la posibilidad de otras sanciones en la misma Comunidad o en otras Comunidades, porque ya faltan muy pocas Comunidades en que no se aprueben leyes semejantes. Las sanciones por llevar la contraria y por oponerse a esas leyes, en virtud de derechos humanos fundamentales, de libertad de conciencia, de pensamiento, de educación y religiosa, que vulneran preceptos constitucionales y democráticos claramente. Me hace recordar que nos encontramos en la época en que se multaban homilías, y qué ridículo se hizo entonces ante todo el mundo libre. Sobre una homilía pronunciada por mí mismo en la Catedral de Valencia, estos días de Navidad, alguna opinión pública ya aventuraba que por lo dicho en esa ocasión podrían sancionarme con una cantidad de cierta importancia. Es preciso recordar que esta ideología, sin base científica, destruye a la familia y al hombre mismo, y hace inútil la fe en Dios por carecer de sentido para esta ideología.
La ideología de género lleva consigo el cuestionamiento radical de la familia y de su verdad -el matrimonio entre un hombre y una mujer abierto a la vida-, y, por tanto, el cuestionamiento de toda la sociedad. La familia, en verdad, desaparece -quizá es lo que persiga- porque como dice el Papa Francisco, esta ideología «niega la diferencia y reciprocidad natural de hombre y mujer: Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una identidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista que también cambia con el tiempo. Es inquietante que procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que el sexo biológico («sex») y el papel sociocultural del sexo («gender»), se pueden distinguir pero no separar. Por otra parte la revolución biotecnológica en el campo de la creación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas. Dice el Papa Francisco que una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad» (Papa Francisco: Amoris laetitia, 56).
Supone también esta ideología el cuestionamiento de todo lo que significa y conlleva «tradición» e «identidad’. Tal ideología, además, excluyendo en su base toda referencia a la dimensión trascendente del hombre y de la sociedad, excluyendo a Dios, creador del hombre conforme a su imagen y semejanza – «hombre y mujer los creó»- y que ama a cada hombre por sí mismo como lo creó, comporta una dimensión o visión laicista de la vida que trata de imponerse normativamente a todos, en la que no caben ni Dios, ni verdad del hombre, ni verdad de la familia, ni verdad alguna. Y como nos dice el papa Francisco, «no caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos criaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don”.
Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada» (Amoris laetitia, 56). Es lo que el Papa Francisco, viene manteniendo, de manera muy clara y determinante, por ejemplo en su gran Encíclica, verdaderamente «revolucionaria», «Laudato Sí», en la que pide promover una «ecología integral», con la que es incompatible absolutamente la ideología de género. De esta ideología de género destructiva de la familia -por tanto del hombre- afirmó que se pretende imponer como una verdadera «colonización ideológica de las conciencias».
Cito de nuevo al Papa Francisco, dirigiéndose, a finales de julio del pasado año 2016, a los Obispos de Polonia: «En Europa, América, América latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de éstas -lo digo claramente con nombre y apellido- ¡es la ideología de género!. Hoy a los niños -¡a los niños!- en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir … Son las colonizaciones ideológicas sostenidas también por países muy influyentes. Esto es terrible». Y terrible que estas leyes de género están siendo impuestas por los motores del Nuevo Orden Mundial, que, a su vez, mueven organismos de la ONU o de la Comunidad Europea. Y en el vuelo de regreso de Azerbayán a Roma, señaló además que «las personas se deben acompañar como las acompaña Jesús. Cuando una persona tiene esta condición llega hasta Jesús, Jesús no le dirá seguramente ‘vete porque eres homosexual. No. Lo que yo he dicho es esa maldad que se hace en el adoctrinamiento de la ideología de género».
No aceptar la ideología de género, nada tiene que ver con la igualdad de la dignidad de la mujer y del varón; que no se confunda, como se hace con frecuencia, «ideología de género» con «igualdad de género». Precisamente teniendo en la más alta estima a la mujer y al varón, por sí mismos, en la igualdad de su dignidad y de sus derechos como personas diferenciadas, es por lo que no es posible aceptar esta ideología sin traicionar a la mujer o al varón. Como dice el Papa Francisco, con esta ideología «corremos el riesgo de dar un paso hacia atrás, es una equivocación de la mente humana. La remoción de la diferencia es el problema, no una solución» (Papa Francisco). Y añade que «colonizar ideológicamente» por medio de la enseñanza, o «adoctrinar a los niños en ideología de género es una maldad» (Papa Francisco), y un retroceso humano de graves consecuencias. Mi posición es muy neta: Un SÍ rotundo a favor de la mujer y del hombre; y por eso un NO absoluto a esta ideología.