L.A. | 23-02-2017
Mons. Javier Salinas.
– Después de los Itinerarios Diocesanos de Renovación y de Evangelización, y de la Asamblea Diocesana, llega este primer fruto, una nueva apuesta evangelizadora de la diócesis en este caso por la formación. ¿Para qué quiere ser válida esta formación?
– Se trata de que una formación para que la fe incida en más en nuestra vida de cristianos. No hay Iglesia sin cristianos, y la formación es fundamental para la vida y la misión de la Iglesia y de los cristianos. Todo cristiano debe crecer en la comprensión de su propia fe y en el alcance que tiene la fe para su propia vida. Siempre nos lamentamos de la ruptura entre fe y vida. Debemos conseguir que la fe empape los aspectos fundamentales de nuestra vida, nuestras decisiones y opciones esenciales. Que el evangelio no quede arrinconado al ámbito interno o sólo para la misa del domingo, sino que ilumine el conjunto de nuestra vida.
Y para ello, el Itinerario busca lo esencial de la fe, el kerygma, el encuentro con Jesús, que requiere el encuentro previo con su Palabra. De ahí, que empleemos la lectio divina y la oración, como una forma de asumir en toda su dimensión el Evangelio y afrontar desde él las grandes tareas que tenemos como cristianos. En este caso, además se hace coincidir con la publicación de la nueva edición del misal romano, porque se trata, así, de reavivar más y dar vigor en nuestra forma de participar en la Eucaristía, y en especial, en la misa dominical.
– ¿El Itinerario Diocesano de Formación (IDF) de nuevo se sustenta en el trabajo por grupos?
– No estamos en un curso formativo en el que tengamos cada uno que pasar un examen al final, sino que lo que es el IDF es la experiencia de un grupo de fe que se reúne para compartir la palabra de Dios. Grupos de 10 o 12 personas, en reuniones de hora y media, que empezarán con la lectura del texto bíblico propuesto, para a partir de ahí analizar las consecuencias que tiene para nosotros hoy y plantear una propuesta de acción para transformar nuestra vida respecto a la participación y celebración misma de la eucaristía.
– Y estos grupos, pueden ser los que ya han trabajado en el IDR o en el IDE, pero se pueden hacer nuevas incorporaciones de personas nuevas…
– No tengamos miedo a la diversidad de los miembros del grupo, cuando más diversos sean nos ayudan más a crecer. Cuanto más amplia sea nuestra mirada mejor, incluso si tenemos en el grupo a gente que no tienen su fe tan clara como nosotros, o incluso los que nos ponen “peros”, porque eso nos hace entrar más a fondo, nos enriquece más. Lo esencial es que todos en la Eucaristía comprobemos que es el mismo Señor el que viene a visitarnos.
Pero es que, además, es importantísimo subrayar el aspecto comunitario de la fe. No puedo decir “yo soy creyente”, sino lo digo desde la comunidad, frente al individualismo que también a veces se da en el campo religioso. La palabra de Dios nos congrega a todos. Se trata de escuchar su Palabra, qué dice, qué me dice a mí particularmente y qué digo yo -la oración-, para plantearnos qué podemos hacer, finalmente, para vivir más intensamente la eucaristía, especialmente el domingo. Esa dinámica se enriquece con una serie de textos muy breves, sencillos y nada complicados.
– ¿Intenta dar respuesta el IDF también a alguna dificultad o circunstancias adversas a la correcta participación en la misa de los cristianos?
– Lo que vemos que pasa hoy tiene mucho que ver con el tiempo que vivimos, es una pérdida de la dimensión comunitaria y del don de Dios, por una tendencia muy fuerte individualista, sentimental. “Hago lo que quiero y de lo que tengo ganas”, con lo que se pierde la dimensión comunitaria y del don de Dios.
Y la misa no es algo que me invento yo, según lo que me gusta, sino a lo que yo me incorporo. Es la presencia misma de Jesús: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo, éste es el cáliz de mi sangre…”
Yo tengo que aceptar la misa como un valor fundamental de la vida. Pensamos que podemos ser `buenos cristianos´ sin ir a misa los domingos, y no es así. Cuántas veces escuchamos “soy cristiano pero no voy a misa”. Pues no, no se puede. No te equivoques. Como decían los mártires del siglo III cuando les preguntaban al detenerlos: “Porqué habéis celebrado misa si sabéis que está prohibido bajo pena de muerte?”. “Es que nosotros no podemos vivir sin celebrar la eucaristía”.
– En este sentido, el IDF toma como libro base el que acaba de publicar el Arzobispado , “Liturgia y eucaristía, alma de una iglesia evangelizadora”, obra del cardenal Antonio Cañizares y del profesor Jaime Sancho. ¿Qué es lo que puede aportar a los participantes?
– Es un libro realmente óptimo por su claridad y por su lenguaje tan cercano y preciso. Conocer los términos, las palabras, nos ayuda a tener un lenguaje común. Pero es que, además, como podemos comprobar en este libro, lo que la Iglesia cree es lo que celebra y lo que celebra es lo que cree. Y todo tiene un significado que nos remite a una realidad.
Los ornamentos religiosos, que unas veces sean morados o verdes, o rojos, o los gestos, las actitudes de la liturgia, no es por una cuestión estética. En todo el ritual, en todos los gestos y símbolos se nos quiere decir algo, se nos transmite una realidad. Y esto es lo que explica este libro. Ya en el siglo VI el papa León Magno decía que “las palabras y las acciones de Jesús que aparecen en el Evangelio han pasado ahora a los sacramentos que la Iglesia celebra”. Por tanto, si quieres encontrarte con Jesús, celebra los sacramentos, participa en la celebración de la Iglesia porque Él viene a tu encuentro en ellos.