Eduardo Martínez | 08-06-2017
El sacerdote valenciano Santiago de Wit Guzmán, de 52 años, será ordenado obispo este sábado en la Catedral, tras ser nombrado por el papa Francisco nuncio apostólico en la República Centroafricana y en la República del Chad. Unos días antes de la ceremonia, que será presidida a las 11 h. por el secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado vaticana, monseñor Paul Gallagher, y de su marcha al continente africano, ha conversado con PARAULA acerca de la nueva tarea encomendada por el Santo Padre.
El panorama en la República Centroafricana, donde ya ejerció como secretario de la Nunciatura de 1998 a 2001, es particularmente delicado, con una grave inestabilidad política que ha provocado duros enfrentamientos entre la población civil, generando más de dos millones de desplazados, casi la mitad de su población (4.500.000 de habitantes).
– Don Santiago, ¿qué significa para usted esta nueva responsabilidad que le encarga el Papa, habida cuenta de la complicada situación por la que atraviesa el lugar adonde se dirige?
– Es la culminación de un proceso, iniciado en la Pontificia Academia Eclesiástica, y confirmado en los diferentes destinos confiados: tras 19 años de servicio se agradece profundamente que tanto el Santo Padre como los propios superiores te consideren idóneo para ser nuncio apostólico. Hay también alegría por la responsabilidad confiada y un profundo agradecimiento al Señor por lo que está haciendo conmigo.
Cuando te dicen que vuelves a la República Centroafricana, se mezclan sentimientos contradictorios: en ciertos aspectos, no fueron años fáciles, pues la realidad que te circunda es complicada, dura, y necesitas tiempo para acostumbrarte, para entender, para poder acompañar. Pero una vez superadas esas dificultades, la experiencia fue muy positiva y enriquecedora, y el trabajo se reveló intenso y gratificante, comprendiendo que cuanto más das, más recibes, y que puedes aprender muchísimo de esas gentes y de su manera de ser y de vivir.
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