Acabamos de celebrar la fiesta de la Santísima Virgen María, nuestra Señora del Pilar, asociada a ella la fiesta nacional de nuestra patria, el día de España y de la Hispanidad, también fiesta de la patrona de la Guardia Civil. Un inmenso y jubiloso magníficat como el de la Virgen se eleva entre nosotros, por la maravilla de la misericordia con la que Dios se ha mostrado grande a favor de la humanidad, a través de la Virgen. ¡Cuántas gracias hemos recibido de ella desde que pronunció el magníficat, que constituye el centro de la historia de los hombres! Es preciso bendecir y alabar a Dios, que abrió los caminos de la salvación plena y definitiva por la aceptación gozosa, obediente y humilde de la humilde esclava del Señor. Por el sí de la toda llena de gracia llegó a nosotros hecho carne el Evangelio, la buena noticia que llena al mundo de esperanza, la luz que ha alumbrado la vida, y aliento en el caminar de todos los pueblos de la tierra y esperanza de salvación. La Virgen María, Nuestra Señora del Pilar, es dichosa porque ha creído, es bienaventurada porque ha escuchado la palabra de Dios.
Esa fe suya es roca firme, pilar, columna, sobre la que se asienta el edificio de la Iglesia que es la fe misma. Porque María es la mujer creyente, significa toda la obra suya, obra de salvación sobre esa fe. Ella es la que trae el evangelio vivo. Ella es estrella de la evangelización, la estrella del alba que anuncia el sol de la justicia, el sol radiante que viene de lo alto, Jesucristo. María nos ayuda a vivir de manera concreta el camino de la fe en este mundo. Y nos acompaña en nuestro camino, nos ha precedido en la peregrinación de la fe en la tierra. Primera evangelizadora: por la fe, lleva a Cristo. Lleva a Cristo a su prima Isabel, salta su hijo de alegría en su vientre. Apoyada en la fe, soportó ver a su hijo en la cruz. Movida por la fe, creyó que resucitaría, y esperó la venida del espíritu santo acompañando a los apóstoles. Ella es figura de la Iglesia.
No podemos olvidar que cada año la fiesta de Nuestra Señora del Pilar es el día de España, de nuestra patria. La fiesta de la hispanidad. Día en que hace años, más de quinientos años, se inicia la gran evangelización del Nuevo Mundo. Hoy recobran notoriedad y fuerza aquellas palabras del papa Juan Pablo II en su visita a España, nos dijo: “España, sé tú misma, descubre tus orígenes, aviva tus raíces, revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en nuevos continentes”. Podrás superar tu historia hacia metas más altas, hacia los desafíos del futuro…”. También dijo en otra ocasión: “No rompáis con vuestras raíces cristianas. Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y Europa la riqueza cultura de vuestra historia, y así́ contribuiréis a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del Espíritu, una Europa fiel a sus raíces cristianas. Sois depositarios de una rica herencia que debe ser capaz de revitalizar vuestra vida cristiana. Superad la división y cread unidad, entendimiento y concordia”. Esa tradición y esa herencia espiritual en España es inseparable de la Santísima Virgen, en esta devoción popular y universal de la Virgen del Pilar. España evangelizada, España evangelizadora. Ése es nuestro camino, el camino para una auténtica renovación de la Iglesia y de la sociedad, para una nueva primavera de santidad y de vida cristiana, de crecer en el diálogo y de una nueva cultura de la vida y de la solidaridad; del servicio al hermano, de unidad entre todos los pueblos de España, de verdadera convivencia entre todos y de entendimiento verdadero entre todos. Que entre todas las gentes hagamos este nuevo pueblo, unido históricamente, con raíces históricas, que no puedan sufrir quebranto por decisiones que llevarían a la exclusión de un patrimonio común. Al amparo de la Santísima Virgen María del Pilar, es preciso que recobremos en España el vigor pleno del Espíritu, y la valentía de una fe como la de María, con la lucidez evangélica iluminada por el profundo amor al hermano. Esa fe y esa lucidez evangélica, ha dado la unidad a nuestros pueblos ya desde el siglo VII. Esa fe y esa lucidez que aprendemos en la escuela de María, es la que hoy se ha de mostrar fecunda en la renovación de nuestra sociedad, asentada en el respeto a la persona humana, a la dignidad inviolable de la persona, en los derechos humanos fundamentales, en el amor al hermano, en la reconciliación y en el perdón. Se necesita el esfuerzo de todos y la cooperación de todos en la búsqueda y consecución del bien común. En esa fe que se asienta en el pilar firme de María, es donde están nuestras raíces más profundas, la rica savia que nos alimenta, capaz de dar frutos de dinamismo evangelizador, de humanidad nueva, hecha de hombres y mujeres nuevos, con la humanidad vivida conforme al Evangelio, el Evangelio de la alegría, de la misericordia, de la caridad. Finalmente desde aquí quiero expresar mi admiración y aprecio a esta institución tan nuestra y querida que es la Benemérita Guardia Civil el día de su patrona. A todos sus miembros expreso mi más sincero y cálido homenaje, mi más profunda cercanía y agradecimiento, mi más sincera amistad y mi solidaridad con vuestras dificultades y sacrificios. En mi condición de obispo de Valencia, elevo a Dios, dador de todo bien, mi súplica ferviente para que bendiga copiosamente a cuantos integran en la actualidad este benemérito cuerpo, con toda clase de bienes, y sus familiares, y sus diversas instituciones y servicios. Elevo ante Dios un recuerdo y una oración emocionada por los miembros de la Guardia Civil que ya han muerto, sobre todo por los que han muerto víctimas del servicio, que hace realidad su lema: “Todo por la patria”. Que Dios bendiga, con la intercesión de su patrona, la Virgen del Pilar, a este benemérito cuerpo.