Más de 4.7 millones de personas en situación de precariedad social fueron acompañadas y atendidas el pasado año en alguno de los 9.110 centros sociales y asistenciales de la Iglesia en toda España, según los datos ofrecidos por la Conferencia Episcopal Española en la Jornada Mundial de los Pobres. En la diócesis de Valencia hay multitud de iniciativas y proyectos dirigidos a personas con escasos recursos y dificultades económicas en congregaciones religiosas, parroquias y otras asociaciones vinculadas a la Iglesia. Hoy nos acercamos a algunas de estas entidades y a dos realidades, consideradas las grandes bolsas de pobreza en la diócesis.
EVA ALCAYDE | 15-11-2018
Bajo el lema “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, este domingo, día 18, se celebra la II Jornada Mundial de los pobres, un día en el que el papa Francisco nos invita a “hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres”.
¿Y quiénes son hoy en día los más pobres de los pobres? En la diócesis de Valencia hay dos realidades consideradas los polos de la pobreza, con los colectivos más vulnerables. Por un lado las personas en situación de exclusión, con dificultades de acceso a los sistemas de protección social, y por otro las mujeres solas con hijos, porque tener hijos está considerado un factor que te acerca a la pobreza.

Personas excluidas

Cáritas atiende en Valencia a las personas en exclusión severa, y esto no es sólo a las personas con pobreza económica, sino a los últimos de los últimos, “a los que están fuera de todos los espacios de integración, a los que no pertenecen a ningún lado, ni tienen un contexto relacional”, explica Ana López coordinadora del Área de Inclusión de Cáritas Diocesana de Valencia.
En este contexto están las personas sin hogar, los chicos africanos que llegan en pateras y las mujeres nigerianas, y de otras procedencias, que están en un contexto de trata.
Cáritas engloba dentro del colectivo de personas sin hogar varias realidades. “No nos re­ferimos sólo al que está durmiendo en un banco del parque, sino también a los que viven en chabolas, en albergues, en viviendas asaltadas o en una vivienda precaria, a todos los que no tienen un sitio donde cobijarse”, explica Ana López y subraya que “en la calle solemos encontrar el fracaso del sistema de protección social”.
Como dice la experta, la calle es la punta del iceberg. Allí es donde están los más pobres de los pobres. “La pérdida de un hogar supone perder mucho, vas desconectando de los sistemas de protección social. Cuando te encuentras a chicos jóvenes en la calle, tanto españoles como extranjeros, sin una red y sin apoyo de ningún tipo, es que algo ha fallado”.
La esclavitud del siglo XXI
Otra realidad diferente de pobreza severa son los inmigrantes que llegan en pateras. No están en la calle porque tienen una adicción o un trastorno mental, su caso no es de exclusión social, es que simplemente no existen administrativamente, no pueden ser considerados ni ciudadanos porque no tienen ningún documento. “Con ellos empezar todo un proceso de ayuda desde el principio”, señala Ana López.
Un caso más grave aún es el de las mujeres que llegan en contexto de trata y prostitución. Aunque hay de varias nacionalidades, Cáritas se ha especializado, en los más de 15 años de experiencia de su proyecto, en la atención de las mujeres nigerianas.
“Ellas son las últimas de las últimas, las más pobres de la diócesis. Han sido traficadas y traídas a Europa como una mercancía, son víctimas de la esclavitud del siglo XXI”, explica Ana López, la coordinadora del Área de Inclusión de Cáritas Diocesana de Valencia.

¿Cómo ayuda Cáritas?

Una vez identificadas las grandes bolsas de pobreza, a la hora de ponerse a trabajar Cáritas lo tiene claro. Su sello personal es crear itinerarios de acompañamiento individualizados y personales.
En el último año la entidad ha atendido en estas realidades a un centenar de personas y cada una de ellas necesita un tipo de ayuda. “Tratamos de ponernos al lado de cada persona, establecer un vínculo y poner a su alcance lo que necesita en cada momento, ya sea vivienda, acceso al mercado laboral, papeles, formación en castellano, acceso a la sanidad y los servicios sociales, trámites ad­ministrativos…”, explica López para quien una clave es que la persona atendida sea protagonista de su proceso, que se relacione con los vecinos de su barrio o de su pueblo y utilice los servicios comunitarios.
Cáritas Diocesana de Valencia atiende a todas estas personas en Mambré, un centro de atención integral, donde también se imparten talleres prelaborales de jardinería, electricidad y restauración de muebles. Además dispone de cinco viviendas supervisadas, de 5 o 6 plazas cada una, para conseguir su autonomía.
“También trabajamos la parte relacional y de tiempo libre que es muy importante para posibilitar la integración en el ámbito comunitario”, señala la responsable de área, que asegura que siempre se les deja la puerta abierta y se mantiene la red por si necesitan ayuda.

Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA