Este próximo lunes, 1 de abril, se cumplen 80 años del final de la Guerra Civil española y con ella, el fin de la persecución religiosa en España, que supuso el asesinato por odio a la fe de 12 obispos, cerca de seis mil sacerdotes y religiosos y de cerca de cuatro mil laicos católicos de Acción Católica u otros movimientos. Se calculan en total unos diez mil mártires. El patrimonio destruido, incalculable. Después de varias décadas investigando en los archivos secretos vaticanos, el historiador y sacerdote valenciano Vicente Cárcel, el máximo especialista en lo ocurrido en aquella tragedia, con más de 40 obras y 300 artículos publicados sobre ello, ha
concedido una amplia entrevista a PARAULA en la que aclara los orígenes, recorrido y final de aquella persecución
y diagnostica, con los elementos de la actualidad hoy en España, si ve o no riesgos de una escalada como la que condujo a aquel abismo.
LUIS AGUDO | 28-03-2019
Vicente Cárcel. Historiador, máximo investigador en España sobre la persecución religiosa
– Este próximo 1 de abril, lunes, se cumplen 80 años del final de la guerra civil española y de la persecución religiosa. Sin embargo son hechos distintos y diferentes, incluso cronológicamente en sus inicios. Sostiene usted que la persecución religiosa que provocó tantísimos mártires en España principalmente en los seis primeros meses de la guerra empezó bastante antes que ésta. ¿Cuándo realmente se puede hablar de persecución religiosa?
– Mucho antes de la guerra civil. La guerra civil fue un hecho político y militar, la persecución religiosa, un hecho religioso. Y la persecución religiosa empieza, de forma abierta, en mayo de 1931. El 14 de abril de 1931 se proclama la II República y un mes después, el 10 y 11 de mayo de 1931, se producen los incendios en Madrid, Valencia, Malaga y en tantas ciudades, de iglesias y conventos. ¡Un hecho gravísimo! Porque el gobierno no hizo nada por impedirlo y lo que es más grave aún, no hizo nada por perseguir a los autores de aquellos atentados, que quedaron impunes. ¿Qué pasó? No murió ninguna persona, pero se destruyeron patrimonios históricos impresionantes. En Madrid, la casa central de los jesuitas fue asaltada y se incendiaron archivos y documentación de un valor inmenso. En Valencia fue asaltado el Seminario de la Calle de Trinitarios y destruidos mucho material docente.
La persecución sigue luego de forma lenta, solapada, disimulada tras la Constitución del año 1931, eliminando primero a los jesuitas; se suprime la Compañía de Jesús y se expulsa de España a los jesuitas sin motivo alguno. Había que sacrificar a esa orden religiosa para que la República diera un signo bien visible de que el Estado español republicano era laico.
Pero se fue mucho más allá, creando un clima hostil a la Iglesia y marcando el inicio de la gestación del conflicto armado de 1936. No en vano, el presidente de la República, Alcalá-Zamora declaró que: «Se hizo una Constitución que invitaba a la guerra civil»; y Ortega y Gasset afirmó: «Esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes introducidos arbitrariamente en ella […] El artículo donde la Constitución legisla sobre la Iglesia me parece de gran improcedencia, y es un ejemplo de aquellos cartuchos detonantes».
Para el ministro radical, Lerroux, viejo anticlerical: «La Iglesia no había recibido con hostilidad a la República. Su influencia en un país tradicionalmente católico era evidente. Provocarla a luchar apenas nacido el nuevo régimen era impolítico e injusto; por consiguiente, insensato». Prevaleció una vez más el «sañudo anticlericalismo» de los inexpertos republicanos, cuando «la República tenía mil problemas mucho más graves y mucho más urgentes», dijo Sánchez Albornoz.
– ¿De qué manera se agudiza la persecución religiosa en la República hasta el estallido de la guerra civil en julio de 1936?
– En una serie de medidas, se humilla a los estudiantes católicos, se elimina de la carrera judicial a personas católicas, y mucho más, así hasta octubre de 1934 cuando se produce en Asturias y en parte de Cataluña la tristemente célebre Revolución de octubre, que es, como dijo el Dr. Gregorio Marañón, el primer intento serio de establecer en España una república soviética, promovida por el PSOE de entonces en su sector más radical, con apoyo de los comunistas. Y en Asturias, que era un caldo de cultivo muy favorable, allí estaban los mineros de Turón, asesinan a muchos sacerdotes y religiosos, incendian la catedral de Oviedo con un patrimonio histórico artístico y documental de un valor inmenso destruido, se produce una revolución tremenda. Y, sobre todo, la muerte de los hermanos de la Salle de Turón, que hoy son ya santos, canonizados. Llama la atención que fueron sacrificados también un grupo de seminaristas, algunos menores de edad, a los que iban persiguiendo por las calles como si fueran animales, como si fueran conejos. Estos siete chicos, junto a otros dos seminaristas martirizados en 1936 y 1937, fueron beatificados en Oviedo el pasado 10 de marzo.
Desde ahí damos el salto a las elecciones de febrero de 1936, donde gana el bloque llamado el Frente Popular, que integraba a todas las izquierdas aliadas contra las derechas. No está históricamente claro el resultado de estas elecciones porque nunca se publicaron oficialmente los datos. Hay estudiosos que dicen que hubo una manipulación, se quemaron papeletas, se falsificaron actas… El hecho es que la Republica proclamó la victoria del Frente Popular – aunque fue una victoria fraudulenta – y comenzaron una serie de desórdenes y violencias que llevaron directamente a julio de 1936.
– Y, a pesar de todos estos antecedentes, a pesar de esta persecución que ya sufría desde hacía un lustro, la Iglesia no dudó en seguir reconociendo aquel julio de 1936 como gobierno legítimo a la República cuando empezó la guerra civil…
– La Iglesia reconoció siempre a la República. Era el gobierno legítimamente constituido. Cuando se proclama la República el 14 de abril de 1931, lo primero que querían entonces sus promotores era que la reconociera el Papa, el Vaticano, -porque estaba considerado, como hoy también, una altísima instancia moral-, convencidos de que entonces lo reconocerían los demás estados europeos. Y el Papa desde el primer día dijo “Éste es el gobierno que se han dado los españoles, no vamos a discutir si es legítimo o no.”. Y es que en Roma había discusiones sobre si la República era legítima o si era producto de un golpe de Estado. Porque se proclamó sin unas elecciones políticas y era verdad, porque se proclamó habiendo perdido las elecciones administrativas aunque las ganó en las grandes ciudades, Madrid, Barcelona… El resultado final fue que ganaron los candidatos monárquicos frente a los republicanos. A pesar de ello, la República se autoproclama, el rey Alfonso XIII abandona España y el papa Pío XI no sólo acepta el estado republicano sino que dice a todos, obispos, sacerdotes y fieles católicos, que la acaten por el bien común. ¡Y esto se mantiene hasta dos años después de iniciada la guerra civil y la revolución, es decir, hasta junio del año 1938 a pesar de las persecuciones, de los 12 obispos y miles de sacerdotes asesinados! El Papa no veía claro lo que había en la otra España, llamada nacional. La Iglesia que buscó siempre la concordia encontró una República que buscaba el choque frontal, la lucha, la persecución, la humillación, la discriminación. Eso es lo que hizo la República con la Iglesia.
– ¿Hay precedentes en la historia de la Iglesia de semejante crueldad contra ella?
– No hay dato histórico de una persecución religiosa tan atroz en tan corto plazo y fue superior a la de la Revolución francesa o las del Imperio romano. A diferencia de éstas, la persecución religiosa en España se concentra en pocos meses, empieza el 19 de julio con incendios y asesinatos, cuando nadie había dicho nada a favor ni en contra de nadie… Fue una reacción violenta promovida por socialistas y comunistas radicales, contra lo que fuera, Dios, iglesia, sacerdotes, templos… ¿Cómo se explica? No se conforman sólo con asesinar a personas sino con destruir cualquier signo religioso. En Valencia se ha publicado un libro que recoge más de mil iglesias asaltadas o destruidas sólo en la diócesis.
– Y de los asesinados por odio a la fe ¿hay cifras aproximadas?
– 12 obispos, cerca de seis mil sacerdotes y religiosos y entre tres mil y cuatro mil laicos de Acción Católica u otros movimientos apostólicos. Se calculan, en total, unos diez mil mártires.
– ¿Por qué razón remite semejante crueldad en la persecución a finales de 1936, a seis meses de iniciada la contienda?
– Porque a medida que avanza la guerra y se iba conociendo en el extranjero lo que ocurría en la España republicana, los mismos gobiernos europeos democráticos, Francia -que tenía un gobierno del Frente Popular- y sobre todo el Reino Unido, se dan cuenta de que esas atrocidades van precisamente en contra del propio Gobierno republicano. No podían comprender una persecución no sólo contra las personas sino contra el patrimonio artístico y documental, que se perdió para siempre. La República empezó quemando iglesias y conventos y acabó asesinando obispos, sacerdotes, frailes, monjas y católicos, y destruyendo un inmenso patrimonio artístico y cultural. Hubo hechos muy curiosos: el escritor Orwell cuenta en uno de sus libros que él visitó el frente de Aragón en la guerra y cómo le chocó ver en un cementerio de la provincia de Huesca que habían borrado y arrancado de las tumbas las cruces y las inscripciones de carácter religioso. “¡No dejan en paz ni a los muertos!” dijo. En Barcelona se sacaron de las tumbas a religiosas enterradas desde hacía muchos años y así hubo muchas profanaciones de todo tipo. Y esto fue lo que en el extranjero los grandes periódicos y grandes revistas iban descubriendo poco a poco y esto minaba la credibilidad del gobierno republicano además de los problemas políticos y militares que iba teniendo.
– ¿Por qué estuvieron tan callados los obispos ante la persecución? Cómo fue evolucionando la posición de los obispos españoles hasta reconocer el régimen de Franco?
– Los obispos estuvieron callados durante un año prácticamente, hasta el 1 de julio de 1937. Se quejaba mucha gente dentro y fuera de España. ¿Cómo es que no dicen nada si ya para entonces les habían matado a diez de ellos? (De los 12 asesinados, 10 lo habían sido en los primeros meses de la guerra; uno lo fue en diciembre del 36, el obispo de Barcelona Irurita, y otro, Polanco, de Teruel, casi al final). Pero llega un momento en que ante la situación tan terrible dicen “no podemos ya callar más”. “Nos llamarán “perros mudos”, ”canes mutis”, “si no hablamos nos acusarán de haber callado”. Y así el 1 de julio de 1937 publican la famosísima “Carta colectiva de los obispos españoles” denunciando a todo el mundo lo que era la persecución religiosa en la España republicana.
Esa carta que fue muy polémica -y lo sigue siendo hoy y se discute mucho de ella porque fue la que vinculó a la Iglesia con el nuevo régimen-, fue aprobada por todos los obispos por unanimidad, pero hubo dos que no la firmaron – a pesar de estar de acuerdo con su contenido – por no considerarla oportuna en ese momento, y otros tres no la firmaron por razones de enfermedad u otras. Los dos que no la quisieron firmar porque entendían que no era oportuna fueron el cardenal arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal i Barraquer y el obispo de Vitoria, Mateo Múgica Urrestarazu. Ambos le escriben al cardenal arzobispo de Toledo Isidro Gomá, primado de España y artífice de la carta, diciéndole que están “totalmente de acuerdo con el contenido de la Carta, con lo que usted ha escrito, pero nos parece que en este momento esto puede ser inoportuno, porque si la publican se recrudecerá la persecución”. Pero fue al revés. Al publicar la carta, la persecución disminuyó muchísimo, prácticamente se paró, aunque siguieron las ejecuciones de algunos sacerdotes y religiosos hasta marzo de 1939. Dicha Carta recibió la aprobación explícita de Pío XI, que elogió la valentía de los obispos que denunciaron una persecución religiosa sin precedentes en la historia de España. Sabido es que el cardenal Tarancón declaró que, de haber sido obispo en aquel tiempo, la habría firmado sin duda alguna.
– Esos dos obispos han sido exhibidos como paladines nacionalistas por los independentistas de Cataluña y el País Vasco, pero creo que usted ha encontrado en sus investigaciones datos que justamente lo desmienten.
– Es algo muy interesante que he encontrado en los Archivos secretos del Vaticano. Estos dos obispos que no estaban de acuerdo con la publicación de la carta ¡eran totalmente favorables a Franco! Hay dos cartas impresionantes que he publicado en mis libros, una del cardenal Vidal i Barraquer a Franco, personalmente diciéndole que él y su familia están totalmente con él y con su causa, que están rezando todos los días porque gane la guerra, que desea que gobierne España en el futuro prescindiendo de socialistas, comunistas o anarquistas. Es más, el cardenal Vidal le escribe cartas al cardenal Pacelli, secretario de Estado, indicándole: “Le he dicho todo esto al general Franco, ¿usted cree que debo escribirle y decirle más cosas?”. Y el futuro Papa le dice “párese que ya ha dicho usted bastante. Ahora no exagere, ahora no se pase”. Lo digo porque la figura del cardenal Vidal i Barraquer ha sido siempre presentada como la de un antifranquista debido a que Franco luego no le permitió volver a España y murió en el exilio de Suiza, después de haber pasado la guerra en la cartuja italiana de Farneta (Luca). Pero es que el caso del obispo de Vitoria es todavía más explícito. Decía -y está escrito- que “me han matado 14 curas y esto no lo puedo aceptar. Pero, por otra parte, estoy rezando tres rosarios diarios porque gane Franco, porque mi diócesis de Vitoria le debe muchos favores y nunca le pagaremos todo lo que han hecho por nosotros”. Y a este obispo tampoco se le permitió volver a España hasta muchos años después de acabada la guerra. Franco no fue nada generoso con ellos y les condenó al exilio por no haber firmado la “Carta colectiva” famosa del 1 de julio de 1937. Estaban de acuerdo con el contenido, no con la oportunidad, y los documentos firmados por ellos nos demuestra que eran totalmente favorables a Franco.
– ¿Es verdad que hubo también persecución religiosa en la llamada zona nacional, curas nacionalistas ejecutados? ¿Cuántos fueron y cómo reaccionó el Vaticano?
– Es verdad que hubo sacerdotes ejecutados o asesinados. Cuando la toma de Bilbao por los nacionales, fueron ejecutados 14 sacerdotes de la llamada entonces diócesis de Victoria, que comprendía las tres diócesis vascas. Luego fue ejecutado otro en Mallorca y se investiga otro caso más que no se ha podido precisar. Fue todo ello algo muy lamentable que se justificó diciendo que eran separatistas vascos, independentistas, y se les aplicó la ley marcial y se les ejecutó. Cuando se supo esto en el Vaticano, el Papa protestó de forma muy enérgica a Franco pidiéndole que nunca más se repitieran estos hechos en la España nacional, porque manchaban además la imagen que estaban dando de gobierno católico. No fue una persecución religiosa sino unos hechos muy puntuales por motivos estrictamente políticos, no por motivos de fe. Los mataron aunque eran sacerdotes, en el otro lado se les mataba precisamente porque eran sacerdotes-
– ¿Cómo y por qué se produce el reconocimiento por la Iglesia del régimen de Franco en junio de 1938?
– A medida que la guerra iba avanzando, al Papa le llegaba la información a través del Nuncio de París. En un momento, a mediados del 1937, le dice al Papa que el gobierno francés y muchos gobiernos europeos consideran ya que la República tiene la guerra perdida. “Si no nos apresuramos a reconocer al gobierno nacional llegaremos los últimos, conviene que lo hagamos cuanto antes”, le dijo. Y reconocen al gobierno nacional de Burgos de forma indirecta, hasta llegar en junio de 1938 al establecimiento de relaciones diplomáticas, después de muchas dudas, porque el Vaticano tenía muchas reservas hacia Franco y no veía claro el futuro de España.
– ¿Cuándo concluye la persecución religiosa en España?
– Prácticamente se prolongó hasta casi el último día de la guerra. De hecho, todavía se ejecuta al obispo Polanco de Teruel, que ya está beatificado. La mañana del 7 de febrero de 1939 fue conducido con otros 42 prisioneros hacia la frontera y muy cerca del barranco Can Tretze (Pont de Molins, Gerona); fueron obligados a subir por el cauce seco del río Muga hasta el lugar donde fueron ejecutados. Todos los cadáveres fueron rociados con gasolina y quemados. El hecho de que el obispo Polanco no quisiera retirar en aquellas circunstancias su firma de la “Carta colectiva” fue causa suficiente para su ejecución. Ello demuestra la importancia que los republicanos atribuían al documento y el daño moral que la valiente denuncia de los Obispos había hecho a su causa, pues dio a conocer al mundo la trágica situación de la Iglesia en la zona republicana.
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