EVA ALCAYDE | 07.02.2020
Si tuviéramos que elegir una sola palabra para resumir el trabajo que desempeña el sacerdote Juan Ramón Lozano como capellán en el Instituto Valenciano de Oncología, el IVO, ésta sería sin duda, ‘ESCUCHA’. Pero hay otras que pone en práctica a diario y que la complementan. Son: cercanía, presencia, cariño, amabilidad, sonrisa y esperanza.
El IVO es uno de los primeros centros que se abrieron en España dedicados exclusivamente a la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermos con cáncer. Aunque el complejo hospitalario ha ido creciendo con los años, su edificio más peculiar, y su seña de identidad, es el Edificio Antonio Llombart Rodríguez, característico por su forma circular. Debe su nombre al presidente de la Fundación IVO y es allí donde ejerce su labor Juan Ramón Lozano.
La capilla está ubicada en la segunda planta. Siguiendo la configuración circular del edificio, en la parte exterior de la circunferencia están ubicadas las habitaciones, que dan todas a la calle. Y el círculo central es un espacio abierto, de paso, en el que está situada la biblioteca y también el altar, junto a una pequeñísima sacristía. Todo el que pasa por allí ve las imágenes religiosas que conviven tranquilamente y en armonía con los libros.
Juan Ramón reconoce que la labor del capellán de hospital es dura. “No todo el mundo tiene el cuajo y la sensibilidad necesarias para acompañar a las personas en el tramo final de su vida, justo cuando más vulnerables se sienten”, reflexiona.
Él lleva haciéndolo 6 años -antes ya fue capellán del Hospital de la Ribera-, desde que se lo encomendó el entonces arzobispo Carlos Osoro. Compagina su labor con las tareas propias de su parroquia, la del Santísimo Cristo de la Agonía, ubicada en el barrio Horno de Alcedo. En estos seis años le han acompañado otros capellanes, como José María Velarte y Vicente Boada. Desde el pasado verano comparte la capellanía del IVO con Andrés Sánchez Cañizares, párroco también de Nuestra Señora de Monserrat, en Malilla.
Hacerse presente
“La primera norma que tenemos es prestar atención religiosa a los enfermos que nos lo solicitan, bien a través de una enfermera, del equipo médico o de los propios familiares”, explica Juan Ramón, que lo que hace es pasearse mucho por los pasillos para que la gente le vea. “La clave es hacernos visibles y que todo el mundo sepa que estamos a su disposición”, dice.
Y no lo hace mal, porque en el tiempo que dura la entrevista todo el que pasa por delante de la capilla, le saluda afectuosamente, ya sean médicos, enfermeras, auxiliares o familiares… Se percibe enseguida un ambiente cordial y muy familiar.
Incluso el hijo de un enfermo, un chaval joven, se acerca en medio de la entrevista al sacerdote para regalarle tres botellitas de cristal con agua del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes. “Padre hoy nos dan el alta, tenía estas botellitas por casa y hemos pensado que le vendrían bien para otros enfermos”, dice el joven. El sacerdote se lo agradece amablemente y nos dice que es un gesto muy bonito, porque en realidad no lo conoce, no es uno de los enfermos a los que visita.
Juan Ramón también trabaja hablando con otros párrocos de la diócesis, para que recuerden a sus feligreses que “hoy por hoy está garantiza, por ley, la asistencia religiosa en todos los hospitales, tanto públicos como privados, por lo que si vienen al IVO, que nos busquen”, señala.
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