L.A. | 25.06.2020
No tengáis miedo a dar testimonio de Dios porque es la hora de la fe, la confianza y la esperanza, del anuncio del Evangelio y la defensa del hombre, la libertad religiosa y los derechos humanos fundamentales”. Con esta invitació a toda la Archidiócesis el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares se dirigía a los fieles que asistieron la misa de acción de gracias celebrada en la Catedral en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.
Además, “como regalo en este 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal”, y recordando a san Juan Pablo II pidió que todos “abramos de par en par las puertas a Cristo”.
Igualmente, al finalizar la misa de acción de gracias, el obispo auxiliar de Valencia monseñor Javier Salinas felicitó al Arzobispo “en nombre de toda la Iglesia diocesana aquí representada” y destacó que “el Señor en cada momento pone a aquellas personas que pueden realmente acompañarnos”, en referencia al cardenal Cañizares, quien recibió una fuerte ovación por parte de todos los presentes.
“No vivimos tiempos fáciles pero, sin embargo, nuestra fe es más fuerte, no tenemos que tener miedo de vivirla, siempre con respeto a los demás pero sin renunciar nunca a aquella verdad que surge del Evangelio”, señaló Salinas, quien añadió que “don Antonio, llevamos muchos años caminando juntos, en distintas situaciones pero siempre unidos, y siempre en esta tarea fundamental que ha constituido un eje y un impulso de su misión: el anuncio del Dios vivo porque únicamente ahí está su fuente, volver al Evangelio para desde ahí ir al encuentro de los hombres”.
Don y gracia de Dios
El arzobispo de Valencia aseguró que “todo lo que tengo y soy es don y gracia de Dios, ha hecho que llegaran infinidad de personas que han dejado huellas de amor de Dios en mi vida. Si alguna cosa buena hay en mi persona y mi vida, y creo que son muchas, es obra de Dios. Lo único que hay mío son mis errores, faltas y pecados, y por ello pido perdón humildemente al Señor, a la Iglesia y a cuantos he dañado”.
En este 50 aniversario, el Cardenal ha destacó la figura de monseñor José María Lahiguera, arzobispo de Valencia que le ordenó sacerdote el 21 de junio de 1970 en Sinarcas, hoy en proceso de beatificación, y deseó “verle pronto en los altares”, así como la de Santo Tomás de Villanueva, “mi gran maestro, sobre quien hice la tesis, y nunca pensé que iba a ser seguidor suyo en la sede de Valencia, embarcada ahora en caminos de renovación para ser una Iglesia evangelizada y evangelizadora, como queremos conseguir con nuestro Sínodo”.
Del mismo modo, deseó “que Cristo sea nuestra vida, esperanza y consuelo” y, dirigiéndose a toda la Archidiócesis, agradeció “vuestro amor y afecto, vuestra amistad, cariño y compañía, vuestra comprensión y cercanía, vuestro perdón y oración, seguid rezando por mí, como rezo por vosotros, a quienes quiero de verdad, os deseo lo mejor como padre, hermano y pastor vuestro, y le pido a la Virgen que me ayude a ser sacerdote y pastor conforme al corazón de Dios”.
Ser “Iglesia en salida”
El Arzobispo reiteró su petición “tenemos que ser valientes, abrir las puertas a Cristo, las familias, el mundo del trabajo, los jóvenes tan necesitados de Él, no tengamos miedo a acoger y recibir a Cristo” y recordó el mensaje “que el papa Francisco repetidamente nos dice, ser Iglesia en salida. No tengamos miedo a nada, ni a los poderes dominantes, no nos acomplejemos. Nos lo han dicho los mártires, desde los primeros hasta los de hoy, en Egipto, Siria y Pakistán, Nigeria y Nicaragua, y también en Occidente, porque hay persecución religiosa”.
“Son tiempos difíciles y es la hora del testimonio de Dios, de la defensa del hombre, del Evangelio de la vida y de la familia, de la libertad religiosa y los derechos humanos fundamentales, del pobre, del inmigrante, de los que están siendo maltratados, como ocurre en Venezuela”, recalcó, y reiteró que “es la hora de la fe, la confianza y la esperanza, del anuncio del Evangelio, Dios está siempre con nosotros. No calléis ni ocultéis la luz del Evangelio, el amor de Dios, su perdón y misericordia”.
En la misma línea, precisó “si no damos testimonio de Dios con nuestras obras y palabras, Él no se pondrá de nuestra parte, lo hemos escuchado en el Evangelio, unas palabras que en el 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal me llegan al fondo del alma”, reconoció.
El detalle musical, al órgano
No pasó ni mucho menos desapercibido el vibrante canto de entrada al órgano que se escuchó en la Catedral mientras llegaban el arzobispo y los concelebrantes al presbiterio en esta misa de las bodas de oro sacerdotales.
El célebre “Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat”, del compositor checo Jan Kunc y adoptado por la radio vaticana como su sintonía característica desde 1933.
Lo singular fue la letra, adaptada para la ocasión por el organista Pablo Márquez que interpretó brillantemente con la gran voz de José Manuel Bustamante, uno de los animadores litúrgicos de la Catedral:
Christus vincit!
Christus regnat!
Christus, Christus imperat!
Antonio, Emminentissimo Cardinali, Archiepiscopo et omni clero ei commisso, pax, vita et salus perpetua.
(¡Cristo vence!
¡Cristo reina!
¡Cristo, Cristo impera!
Al eminentísimo cardenal Antonio, Arzobispo, y a todo el clero a él confiado, paz, vida y salud perpetua).
Entre los primeros bancos se sentaron los familiares del cardenal y sus sobrinos que repartieron a los participantes unas sencillas estampas conmemorativas del 50 aniversario sacerdotal de D. Antonio.
“Dios siempre quiso que fuera sacerdote”
El titular de la Archidiócesis explicó que “desde mi más tierna infancia y a lo largo de toda mi vida Dios siempre quiso que fuera sacerdote, me eligió y me llamó muy pronto y me rodeó de personas que lo hicieron posible y me cuidaron, sobre todo mis padres, hermanos, sobrinos y familiares directos, además de sacerdotes y condiscípulos de Valencia, Segorbe, Salamanca, Madrid…” y recordó con cariño “a mi pueblo de adopción, Sinarcas, al que quiero muchísimo junto con mi pueblo natal, Utiel”.
“Han transcurrido 50 años como sacerdote y no tengo más que palabras de agradecimiento inmenso a Dios porque Él me ha llevado y conducido hasta hoy y me ha acompañado en las parroquias en las que he servido y en las diócesis en las que he estado como Obispo, desde Ávila hasta Valencia, de todos guardo un recuerdo gratísimo, de sus gentes y amistades”, dijo en la misa de acción de gracias concelebrada por el obispo auxiliar de Valencia monseñor Javier Salinas, el vicario general de la Archidiócesis, Vicente Fontestad, y el Cabildo Catedralicio.
Vivir en Dios y anunciar a Cristo
Además, el Cardenal agradeció especialmente “la ayuda de tantas monjas de clausura, que tantísimo han hecho por mí, a las que quiero y debo tanto y me siento tan próximo a ellas, y también al Seminario de Valencia, y a tantos y tantos sin los cuales no sería lo que soy”.
“No quiero otra cosa que vivir en Dios y anunciar a Cristo y animar a todos a que se abran a Él y lo sigan porque solo Él tiene palabras de vida eterna y es lo que quiero para todos, sin excepción, singularmente para los míos que sois vosotros, la diócesis de Valencia”, concluyó.
“Derecho de los padres que no les puede arrebatar el Estado”
Durante la misa en la Catedral, el Cardenal en su homilía, apartando la mirada del texto previsto, puso un especial énfasis también en el nuevo proyecto de Ley de Educación, anunciado por el Gobierno y pidió que no se apruebe “y esto no es hacer política, es luchar por el hombre”. “No es eso lo que los niños de hoy necesitan, necesitan ser educados humanamente, no privados de libertad, no imponiéndoles unos modelos de conocimiento, de ética, que se apoderan del corazón del hombre, eso nos lleva a una dictadura”.
El proyecto de ley educativa del Gobierno, más conocida como ‘ley Celaá’ “es claramente lesiva con algunos derechos de los padres, y afecta directamente a la Escuela Católica”. “No puedo callar en estos momentos ante el gran reto que tenemos con la educación, que es el futuro del hombre y la mejor inversión para que la sociedad sea una sociedad en paz y fraterna y que esté al servicio del hombre haciendo posible una sociedad nueva donde los padres sean los primeros educadores. Educan los padres, es un derecho que no se les puede arrebatar, y los demás, incluso la Iglesia, somos colaboradores, pero con la nueva ley el que educa es el Estado”, subrayó.