EVA ALCAYDE | 05.11.2020
La orden de San Juan de Dios ha puesto en marcha un nuevo modelo de atención para las personas sin hogar que consiste en cederles una vivienda unipersonal y que ellos mismo sean los protagonistas de su recuperación. Es para casos extremos, personas que llevan mucho tiempo en la calle, que han probado otros recursos, como albergues, y no han tenido éxito. La primera persona sin hogar usuaria de este programa, que se llama ‘Housing First’ en Valencia es Juanjo. PARAULA le ha visitado en su nueva casa.
Juanjo hoy tiene una casa, un hogar donde puede estar tranquilo y ser una persona normal. Pero no siempre ha sido así. Juanjo ha vivido en la calle durante más de seis años y eso se nota. Se le nota en el rostro, curtido, pero también en las experiencias acumuladas, las que nos cuenta y las que no.
De su infancia habla poco, pero sus ojos claros brillan cuando menciona a su abuela, el taller de cerrajería donde trabajaba su padre o a la vecina que tocaba el himno de la alegría con la flauta y le animó con la música.
Los estudios se le daban regular, pero la música era otra cosa. Tocó el clarinete, el saxofón y el oboe en la Banda de Benimamet y en la de Castellar-Oliveral.
Juanjo estudió electrónica y es un manitas arreglando cosas. Ha tendido muchos trabajos, en una empresa de estructuras metálicas y cubiertas, en el Puerto de Valencia… a los que siempre se ha dedicado en cuerpo y alma.
Su historia ha estado muy marcada por sus carencias. Juanjo tiene dos hermanos con los que no mantiene el contacto y una madre de la que no sabe nada desde pequeño. También tiene una ex-mujer, que le abandonó tras ocho años de matrimonio y una hija a la que no ve desde que era un bebé de 8 meses… ahora tendrá 19 años.
Por su enfermedad neuronal y la medicación que debe tomar, Juanjo ya no puede trabajar. Tiene una incapacidad permanente y esto junto al desarraigo familiar y otros problemas le llevaron por una senda que le condujo directamente a la calle.
Juanjo ha pasado muchos años en la calle. A temporadas. A veces durmiendo en un banco, en un parque, o incluso en una tienda de campaña “Me aseaba en una acequia, paseaba por la huerta y le pedía a Dios que esta situación cambiara”, asegura Juanjo, que sin embargo, no sabía encontrar el camino para ello.
Los trabajadores sociales de Godella le enviaron al albergue de San Juan de Dios, donde le ofrecieron una cama y un programa de deshabituación para sus problemas con el alcohol. Pero allí las normas son muy claras. La estancia en el albergue está supeditada a seguir el programa de deshabituación. Su incumplimiento acarrea la expulsión. Juanjo estuvo allí unos meses y luego volvió de nuevo a la calle.
‘Housing First’
San Juan de Dios pensó que Juanjo era un candidato perfecto para su nuevo proyecto de atención a las personas sin hogar bajo el modelo ‘Housing First’. Este modelo consiste en ofrecer una vivienda individual y fomentar que la persona sea autónoma desde el principio y protagonista de su propia recuperación.
La diferencia fundamental del ‘Housing First’ con respecto a otros modelos de intervención, como el albergue o las viviendas compartidas, es que pone el acento en la completa autonomía de la persona en su proceso de cambio.
Los pisos de este programa acogen a personas con una larga trayectoria en la calle. También a personas sin hogar que han sido atendidas en numerosas ocasiones, que han pasado por muchos recursos y procesos de intervención social, pero que no han tenido éxito, como es el caso de Juanjo, que encaja perfectamente en este modelo.
En este nuevo sistema de intervención, San Juan de Dios considera la vivienda como un derecho. Y, al contrario que en el albergue, la vivienda no está sujeta a un tratamiento de deshabituación, aunque la entidad orienta al usuario a la recuperación personal, a la reducción de daños y a la mejora de la calidad de vida.
Juanjo es libre para manejar su vida. Eso sí tiene unas normas básicas que cumplir, como mantener la vivienda limpia y en condiciones de salubridad óptimas, no tener conflictos con los vecinos, no realizar ninguna actividad ilegal y recibir una vez a la semana la visita de un trabajador social de San Juan de Dios, que le orienta en el caso de que Juanjo le pida ayuda.
“En este modelo de intervención, el primer paso es ofrecerle la vivienda para que deje de ser una persona sin hogar. Una vez se adapta y el sinhogarismo está superado, Juanjo decide por dónde quiere ir en la vida y toma sus propias decisiones, como cualquier otra persona”, explica Chema Ruiz, trabajador social de Sant Joan de Déu, que subraya que “queremos que el no tener casa no sea una excusa para no evolucionar como persona”.
“La vivienda les da una seguridad que no tienen en la calle. Aquí nadie va a venir a darte una paliza o a robarte, tiene un techo, una cama y una cocina. Con este modelo se produce en los usuarios un cambio de chip que favorece el cambio y evolución personal”, asegura Chema, que como trabajador social solo puede orientar a Juanjo si este le solicita ayuda sobre formación, papeleos o cualquier otro asunto. “Poco a poco superan el estigma de haber vivido en la calle y se convierten en personas que viven en una finca normal y llevan una vida normal como cualquier otro vecino”, añade.
Juanjo lleva un mes en su nueva casa. Es un estudio pequeño, cómodo y soleado, con patio interior ubicado en el barrio de Zaidia. Los días pasan tranquilos y Juanjo arregla su casa con pulcritud, va a comprar, se hace la comida, los guisos que le enseñó su abuela, y saluda a los vecinos con los que se cruza en el portal.
También tiene tiempo de reflexionar: “Lo único de lo que me arrepiento en la vida es de haberme centrado más en el trabajo que en la familia. De haberme volcado en el trabajo para que no les faltara de nada a mi mujer y a mi hija y no darme cuenta de lo que les faltó realmente fue el cariño”.
Juanjo pasó el confinamiento pasado en el Pabellón Deportivo Municipal La Pexina, en las plazas que habilitó el Ayuntamiento de Valencia para las personas sin hogar. Ahora la perspectiva de un nuevo confinamiento tiene otro color para él. “Es estupendo que me hayan dado la oportunidad de estar aquí. Mi vida nueva ahora es maravillosa. Por la mañana madrugo, busco trabajo y ahora quiero solucionar el papeleo para conseguir la incapacidad y así ver si puedo trabajar en la ONCE. Poco a poco, no todas las cosas se hacen de la noche a la mañana”, explica Juanjo, que ahora ve el futuro con optimismo: “dentro de seis meses o un año mi vida cambiará radicalmente a mejor, así de simple”.