Una trabajadora del centro de noche toma la temperatura a un usuario en el momento del desayuno. FOTO: A. SÁIZ

CARLOS ALBIACH | 14.01.2021
Son las 9 de la mañana del viernes 8 de enero. La radio y los medios digitales ya informan de que la ciudad de Valencia ha vivido una de los noches más gélidas desde hace años. Y el temporal Filomena no ha hecho más que empezar. Llueve, poco, pero sin parar. Mientras la ciudad se pone en marcha en el centro de noche San Esteban, un centro de alojamiento de emergencia para personas sin hogar gestionado por Cáritas Diocesana, las 14 personas que han dormido allí se disponen a enfrentarse al día. Un día duro, aunque reconocen que más dura es la noche en días como estos y por ello este centro es para ellos su salvación.


Este centro abre sus puertas durante los meses de invierno y permite a muchas personas sin hogar tener un refugio por la noche. Como explica su director, Javier Berruezo, “es un recurso de emergencia para personas que están fuera de la red de recursos sociales o porque no tienen sitio en otros albergues”. El perfil de personas es variado pero son frecuentes las personas de edad avanzadas o jóvenes que han salido de un centro de menores y no tienen donde ir. De hecho, si no fuera por este recurso, añade, “su vida generaría mucho peligro”.


Allí llegan a las 19 h., donde los educadores sociales les atienden y les orientan. Después, tienen servicio de ducha y de lavandería. Antes de irse a la cama reciben una cena caliente y por las mañanas, antes de despedirse tiene un desayuno fuerte, “ya que puede ser su única comida del día”, apunta Berruezo.

Adrián y Wallid, dos de los usuarios del centro, a la salida del albergue, situado en un viejo frontón. FOTO: A. SÁIZ


Entre las personas que han pasado la noche allí está Adrián Franco, argentino de 50, que desde este verano se ha visto en la calle. A pesar de tener papeles y tras haber trabajado en varios sitios, como de repartidor, con el estallido de la pandemia se vio sin trabajo y sin casa. “Debes el alquiler de varios meses, no hay trabajo, ¿qué hago?”, señala. Para él este albergue de Cáritas es “fabuloso porque te ayudan en todo y sus trabajadores tienen un corazón enorme”.


Otro alojado es Wallid, de 23 años y de Marruecos, que se busca la vida trabajando en el campo o aparcando coches. “Estoy muy agradecido a este albergue, donde puedo ducharme y dormir tranquilo. Los días que no puedo dormir son muy malos”, cuenta.


Historia similar es la de un joven de 18 años de Argel, que estuvo en un centro de menores: “La calle es muy dura y esta ayuda de Cáritas merece la pena”.


Para otro usuario, de Argelia y en Valencia desde hace más de dos años, “el trabajo es complicado y eso ha hecho que tenga que estar en la calle”. “Aquí te dan mucha ayuda”, destaca.


Otro joven usuario, de Guinea-Konakry, es “de agradecer” tener una cama y un plato caliente por las noches.