L.B. | 28.01.2021
Se despidió de sus amigos y compañeros con una emotiva y profunda carta (que por su gran interés, reproducimos integramente bajo esta información). La historia de la vocación de Montserrat Medina es de las que da la vuelta al mundo. Y nunca mejor dicho, pues no sólo está ocupando las páginas de los principales medios de comunicación religiosa, sino que además su ejemplo es de los que impacta, interpela y puede hacer que otros muchos jóvenes se animen a dar un cambio radical a su vida.
La valenciana Montse Medina, de 34 años, era un ejemplo de joven triunfadora. Llevaba una vida de éxito profesional cuando, hace casi un año, decidió dejarlo todo y apartarse del mundo para dedicarse a la oración en el monasterio de Santa Ana de las Agustinas Contemplativas, en la localidad castellonense de Sant Mateu.
Ejecutiva del año
Nacida en Valencia, Montse estudió aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid. Posteriormente realizó un doctorado en Stanford (California, Estados Unidos) y en 2011 fundó una exitosa empresa de marketing digital llamada ‘Jetlore’ en Silicon Valley, con la que revolucionó el sector y conquistó a gigantes como Ebay y Groupon.
Presentada como un ejemplo a seguir en el mundo de los negocios, Montserrat participaba en conferencias, mesas redondas y entrevistas para hablar de inteligencia artificial, marketing electrónico, big data, etc. Incluso fue seleccionada entre las 10 talentos de España menores de 35 años por la revista ‘MIT Technology Review’ y recibió la medalla de bronce en los ‘Stevie Awards for Women in Business’ de 2017, a la mujer ejecutiva del año.
Tras vender su empresa, en 2018 la prestigiosa consultora ‘Deloitte’ contrató a Montse y allí ejerció cargos de responsabilidad hasta que el pasado mes de diciembre decidió dar un vuelco a su vida.
Un profundo vacío
A pesar del éxito profesional y personal que había alcanzado, Montse sentía un profundo vacío. Tal y como relató la agustina contemplativa sor Asunción a Cope, al sentir la llamada del Señor, Montse empezó a buscar conventos por internet, y tras ver el estilo de vida y carisma de cada congregación, optó por el Monasterio de San Mateo.
Montse llegó al convento por primera vez en abril de 2020 para hacer un retiro espiritual e inició el período de aspirantado, que concluirá el próximo mes de abril. Durante estos 12 meses ha tenido temporadas de convivencia con las religiosas, con las que ha podido compartir el día a día en comunidad. Mientras, Montse ha recibido un acompañamiento especial para asegurar las bases de su vocación.
Como reconoce sor Asunción, no va a ser fácil para Montse adaptarse a la vida monástica. “Comprendo que a ella le va a costar mucho porque entre su vida y esto hay mucho cambio”, dijo a Cope. “Ella se ha podido permitir todos los caprichos, ha estudiado en la universidad y ha viajado mucho. Le costará más, pero por amor a Dios se hace todo”, añadió la religiosa.
El pasado diciembre Montserrat Medina decidió dar el paso y dejarlo todo para seguir al Señor, ante el asombro de todos.
La decisión más importante y más sencilla de mi vida
Montserrat Medina
Agustina Contemplativa
Con todos los riesgos que supone abrir el corazón, quiero hacerlo como una expresión de libertad y una confesión de la fe. A quien lea este escrito le confío algo íntimo y personal, pero que no puedo retener sólo para mí.
Se ha abierto una nueva etapa en mi vida que comporta dejar mi carrera profesional. Creo que Dios me está llamando a dejarlo todo para seguir a su Hijo Jesús más de cerca. Su gracia me ha quitado el velo que cubría mis ojos y he comenzado a comprender cuánto le debo. Él ha puesto en mí un fuego que enciende una insaciable necesidad de amarle y servirle. Muchas veces me pregunto: ¿Cómo puedo yo, siendo pobre criatura, servir y amar al Creador? Pero la respuesta emerge desde dentro: Si Él me llama, en su Nombre me lanzo a esta aventura de dejarlo todo para buscar continuamente su Rostro.
Desconozco la razón por la cual el Señor se ha fijado en mí. Desconozco por qué desde mi infancia cada domingo internamente me conmovía escuchar en un canto de Iglesia “he dicho tu nombre”; no entendía entonces que esto era una gracia particular. Desconozco por qué su Amor me ha concedido gratuitamente los talentos inmerecidos con los que he podido trabajar y realizarme como persona todos estos años. Igualmente desconozco el plan que Él tiene de ahora en adelante para conmigo. Lo único que sé con certeza es que he encontrado “el tesoro” y, como dice el Evangelio, quiero vender todo lo que tengo en este mundo para comprarlo (cf. Mt 13, 44-46). Siento que, secundando esta llamada mi vida adquiere un sentido lleno de luz, que me hace sentirme dichosa y feliz.
La llamada que muestra el pasaje evangélico del joven rico (cf. Mc 10, 17-39) es la llamada que hoy siento dirigida a mí… por más que la llevo dentro desde hace mucho tiempo, pero sin atreverme nunca a responder. Desde hace años quería decir que sí a Jesús, pero no lo hacía sino tímidamente y sólo por dentro. Y mientras demoraba la respuesta verdadera, esa que compromete la vida, usaba todos los talentos que la infinita bondad de nuestro Dios me había regalado, pero los empleaba para mi propia gloria y para acumular riquezas en este mundo. Me apropiaba de los dones recibidos buscando sólo mi propio interés. Y me engañaba a mí misma porque lejos de hacerme feliz esa actitud sólo me provocaba un vacío cada vez más creciente. Ciertamente, mi meta no era otra que lo que la sociedad me enseñó desde mi niñez: estudiar, posicionarme con un trabajo bien remunerado, casarme y tener hijos. La idea de servir al Señor estaba lejos de mis pensamientos: me había hecho un dios a mi medida que debía servirme a mí y ajustarse a mis objetivos y ambiciones.
Así, autoproclamada “buena católica” por mi asistencia física a la eucaristía dominical, pero enorgullecida por la gloria, poder y dinero que iba obteniendo, mi alma se iba construyendo un lugar privilegiado en el abismo del sinsentido de una vida encerrada en el egoísmo. No encuentro palabras para describir el estado tan deplorable en el cual se encontraba mi alma mientras me engañaba a mí misma, convencida de que complacía a Dios. Después de todo, pensaba que algo debía estar haciendo bien: yo me esforzaba y veía recompensa. Ahora me pregunto: ¿Cómo he podido estar tan confundida todos estos años? No era Dios quien me estaba dando la gloria de la tierra sino el príncipe de este mundo quien me estaba engañando sin yo saberlo. Mientras tanto, el Dios misericordioso lo permitió para mi propio bien. He necesitado experimentar estas tinieblas y el poder desgarrador del mundo para apreciar más la vida de la fe y el Evangelio de Cristo. El sufrimiento que comporta seguir a los ídolos del mundo me ha preparado para renunciar a ellos y volverme al Señor en una ofrenda completa de mi vida.
He vivido 12 años “triunfando” según los parámetros del mundo: tengo títulos de la prestigiosa Universidad de Stanford, he fundado una startup en Silicon Valley que ha adquirido una Fortune 100 y con tan sólo 34 años he llegado a ser socia en Deloitte. Yo le decía al Señor: Mira lo bien que he aprovechado tus talentos. Pero sintiendo un profundo conocimiento de la suciedad de mi alma, me percaté de mi mal entendimiento con respecto a la ansiada “perfección” que buscaba en las cosas del mundo, y cuanto más me acercaba a ella, más me alejaba de la verdadera: la perfección del alma que consiste en hacer la voluntad de Dios, verdadera plenitud para la que hemos sido creados.
Hundida en mi miseria, sin saber qué hacer con todos mis pecados he comprendido que el Señor lo perdona todo porque Él es todo bondad y misericordia. Ahora quiero dejarlo todo por seguir a este Dios que ha conquistado mi corazón. Es una deuda de amor lo que vivo… aunque sé que por mi parte esa deuda siempre estará por saldar. Quiero que el Señor sea mi único Dios, y no el dinero. No puedo servir a dos señores. El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y me llama a amarle con todo mi ser.
La inquietud de mi alma me ha llevado a buscar la voluntad de Dios en comunidades católicas, en voluntariados, hasta planeé fundar una ONG…, pero no encontraba la paz en ninguno de estos proyectos. Ahora, secundando la llamada a ofrecerme al Señor en la vida consagrada contemplativa, he encontrado la paz del corazón. Creo que desde esta vocación podré ayudar a tantos que buscan a Dios sin saber dónde y cómo encontrarlo. La Iglesia y la comunidad de monjas contemplativas que me acogen me regalan un hogar donde vivir con sencillez evangélica el seguimiento de Cristo en fraternidad. Soy consciente de que es un gran riesgo el que corro dejándolo todo para entrar en un monasterio… pero la vida vale la pena cuando se arriesga en la búsqueda del Bien. Y “sé de quién me he fiado” (2Tim 1, 12).
Por ello he tomado la decisión más importante y al mismo tiempo más sencilla de mi vida. He decidido, sin ningún remordimiento, dejar de invertir en mi futuro terrenal y empezar a invertir en mi futuro para la vida eterna. Puesto que dejo el mundo para servir y hacer la voluntad de Dios, tengo la certeza de que el Señor misericordioso suplirá con creces mi falta con aquellos a quienes estoy dejando por Él. No dejo el mundo, propiamente, sino lo mundano. Y quiero entregar mi vida en oración y ofrenda por todos aquellos a quienes Dios ama.
Quiero terminar pidiendo perdón a quienes haya podido hacer sufrir en estos años o por los que se puedan ver perjudicados de alguna manera por esta decisión vocacional. Os agradezco que recéis por mí; yo rezaré por todos.
¡Bendito y alabado sea por siempre el Señor!
Jornada por la Vida Consagrada: 25 años agradeciendo el don de la entrega a Dios
El próximo martes 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el templo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. ‘La vida consagrada parábola de fraternidad para un mundo herido’ es el lema escogido para la 25ª edición de esta jornada, que fue instaurada por san Juan Pablo II en 1997, con el objetivo de alabar y dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada y promover su conocimiento.
En Valencia se conmemorará con una misa en la Catedral, en la que participarán representantes de los diferentes institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica de la archidiócesis.
La celebración tendrá lugar a las 19 horas y será presidida por el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares. En la ceremonia, los consagrados renovarán sus compromisos religiosos y apostólicos. Además, durante la misa se bendecirán las candelas, que simbolizan la luz de Jesucristo, para conmemorar también la fiesta de la Presentación del Señor en el templo.
En esta ocasión, y dada la situación sanitaria consecuencia de la pandemia, los religiosos deberán ir provistos de mascarillas y los bancos de la Catedral estarán preparados para que se guarden las debidas distancias.
Esta jornada es, además, una oportunidad para que religiosos, institutos seculares, vírgenes consagradas y eremitas manifiesten visiblemente su fraternidad y misión común al servicio del Evangelio y de la diócesis.