C.A. | 11.02.2021
En pleno corazón de Castilla y León, y concretamente en la comarca zamorana de Tierra del Pan, nos encontramos Molacillos, un pequeño pueblo de apenas 242 habitantes. Al visitar esta pequeña localidad uno descubre una gran sorpresa: su parroquia de San Martín. Sorpresa por un lado al ver un gran templo en una localidad pequeña pero por otro lado por su estilo. A diferencia de las iglesias leonesas, donde predominan las románicas, esta parroquia destaca por su estilo conocido como barroco valenciano. Se trata de una iglesia que no llamaría la atención en las tierras valencianas pero que en los paisajes castellanoleoneses sí que es única.
¿Y por qué se construyó un templo al estilo valenciano en una tierra tan lejana? La respuesta la encontramos en Andrés Mayoral Alonso de Mella, uno de los más ilustres hijos del pueblo, que fue entre 1738 y 1769 arzobispo de Valencia. En aquella época esta localidad tenía un pequeño templo, del que quedan restos junto al ayuntamiento, que no estaba en muy buenas condiciones. El arzobispo Mayoral, ya en la sede valentina después de ser obispo de Ceuta e hijo de una de las familias ricas de la localidad, quiso que el lugar donde había nacido tuviera una iglesia con mayor dignidad. Así que se hizo cargo de que esta empresa saliese adelante. Y para ello contó con la ayuda de los arquitectos y artistas, muchos de ellos jóvenes, que estaban levantando templos en tierras valencianas. El arzobispo Mayoral le encargó el proyecto al arquitecto valenciano Cristóbal de Herrero que, junto al maestro de obras Francisco Castellote, comenzó a levantar la iglesia.
La primera piedra se colocó en julio de 1748 y la iglesia se bendijo el 2 de julio de 1758. Durante estos diez años, a pesar de que la iglesia se construyó con materiales de canteras próximas, muchas de las esculturas y elementos del templo se trajeron directamente de Valencia, seguramente en carro. Los archivos de la época cuentan que tanto en Molacillos como en pueblos cercanos su construcción dio que hablar mucho, sobre todo por lo exótica que era para aquellas tierras sobrias.
La iglesia, de cruz latina con tres naves, tiene una decoración típica del barroco valenciano, y, de hecho, cuenta con cuatro cúpulas brillantes de cerámica, típicas levantinas, y una torre alta separada de la iglesia.
En estado de deterioro
La parroquia, declarada en 1983 como Bien de Interés Cultural (BIC) de este pequeño pueblo, a 12 kilómetros de Zamora, hoy ha visto las consecuencias del paso del tiempo y está bastante deteriorada. La alta humedad de la zona, las inclemencias meteorológicas y otros factores han hecho que haya elementos que hayan desaparecido como las pinturas de las bóvedas o de algunas capillas. También se aprecian grandes desperfectos a lo largo del templo.
Su párroco, Jesús Calvo, a través de los medios de comunicación locales, ha pedido ayuda para rehabilitarla y que vuelva a brillar como cuando se construyó en el siglo XVIII. Incluso, en declaraciones a PARAULA, lanza la propuesta de que artistas valencianos, tan conocedores de este estilo, puedan colaborar en su rehabilitación, así como bienhechores valencianos que quieran colaborar económicamente, ya que al ser una localidad pequeña no puede hacer frente a los gasto que conlleva una intervención de tal magnitud.