Ramón Fita
Delegado diocesano para las
Causas de los Santos
El Santo Padre el papa Francisco acaba de firmar el pasado 24 de abril de 2021, el decreto por el que declara VENERABLE, a la sierva de Dios Mª de los Desamparados Portilla Crespo, (1925-1996), casada con Federico Romero Pérez y madre de once hijos, quien se santificó como fiel laica a través del cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios en sus obligaciones como esposa y como madre, viviendo con plenitud su vocación cristiana al Matrimonio.
Nació en Valencia el 29 de mayo de 1925 en el seno de una familia cristiana practicante, siendo la primogénita de cuatro hermanos. Sus padres fueron Alberto Portilla Hueso y Amparo Crespo Baixauli. Fue bautizada el 31 de mayo en la parroquia de San Juan y San Vicente, de Valencia. Realizó sus estudios en el Colegio del Sagrado Corazón de Godella. En 1946 consiguió el título de Magisterio y Puericultura y en este período fue catequista en la parroquia de Santa Cruz, situada en el barrio del Carmen. En 1947 inició su noviazgo con Federico Romero Pérez, con quien contrajo matrimonio en Valencia el 29 de noviembre de 1950.
A causa del trabajo de su esposo la familia se trasladó a Madrid donde transcurrió enteramente la vida cotidiana de la Sierva de Dios, como esposa y madre. Allí Amparo, junto con su marido, frecuentaron la ‘Obra Apostólica Familiar’ que luego tomó el nombre de ‘Movimiento Familiar Cristiano’, donde llegaron a ocupar cargos de dirección en el Comité Central.
Rodeada del afecto de su familia y con una fama de santidad extendida entre familiares, amigos y conocidos, Amparo Portilla Crespo entregó su alma a Dios en su casa de Madrid el 10 de mayo de 1996. Está sepultada en la cripta de la catedral de la Almudena, en la capilla de San Fernando.
Importancia y actualidad de esta causa
La vida de Amparo, junto a su esposo Federico es un ejemplo refulgente para la inmensa mayoría de los fieles cristianos, que son laicos y casados, haciéndoles ver que es posible alcanzar la santidad en y a través de su ámbito familiar, laboral y social, es decir, que es posible seguir de cerca a Cristo en medio de las circunstancias ordinarias del ser humano: matrimonio, familia, amigos, trabajo, cultura, descanso, alegrías, preocupaciones, etc. La sierva de Dios amó a su esposo y le fue fiel durante toda su vida, procuró su felicidad y le ayudó a estar siempre muy cerca de Dios. Educó a sus hijos generosamente con amor, con su ejemplo y su palabra, procurando que amaran a Dios, fueran buenos cristianos y se preocuparan de los demás, viviendo permanentemente la caridad.
El reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de los hombres y mujeres que han realizado su vocación cristiana en el matrimonio es algo a lo que nos animó san Juan Pablo II en su Carta Apostólica ‘Tertio millennio adveniente’. En dicho documento escribió: “Será tarea de la Sede Apostólica, de cara al Año 2000, actualizar los martirologios para la Iglesia Universal, prestando gran atención a la santidad de cuantos, también en nuestro tiempo han vivido plenamente en la verdad de Cristo. De modo especial se deberá trabajar por el reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de los hombres y mujeres que han realizado su vocación cristiana en el matrimonio: convencidos como estamos de que no faltan frutos de santidad en tal estado, sentimos la necesidad de encontrar los medios más oportunos para verificarlos y proponerlos a toda la Iglesia como modelo y estímulo para los otros esposos cristianos” (Tertio millennio adveniente, 10-XI-1994, n. 37).
En este contexto, la Comisión propone valorar que casi tres millones y medio de alumnos cursan semanalmente la enseñanza de la religión como asignatura libremente elegiday oportuna, para proponer su vida como un modelo de santidad en el mundo actual y una importante ayuda para que muchos hombres y mujeres de nuestra sociedad del siglo XXI, siguiendo su ejemplo, se animen y vean que es posible luchar por ser santos en la vida cotidiana en medio del mundo.
Curaciones desde EE.UU. a Vietnam
Para la familia de Amparo, ha sido una gran alegría la noticia, “puesto que ha sido una confirmación, por parte de la Iglesia de los que nosotros ya pensábamos. Cuando falleció muchos familiares y amigos también pensaban que era santa y este sentir también se manifiestó en muchas otras personas que nos decían que le rezaban a ella”, comenta a PARAULA su hija Amparo Romero.
La fama de santidad de Amparo está extendida por muchos rincones del mundo. Buena prueba de ello es que la familia recibe notificaciones de favores y posibles sanaciones por su intercesión desde “Estados Unidos, Filipinas, Vietnam…ahora tenemos que documentarlas para que se puedan considerar como milagros”.
Todos los que la conocieron están “convencidos de su santidad y de la gran relevancia pastoral que el ejemplo de su vida tiene para la vida actual, para la familia, para los matrimonios…”