Este sábado 19 y domingo 20, la catedral de Valencia acogerá la ordenación sacerdotal de once diáconos. La ceremonia será presidida por el arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares. Al igual que ya sucedió el año pasado, la ordenación se ha tenido que dividir en dos días para poder respetar las limitaciones de aforo impuestas por la pandemia de covid-19.
Se trata de Lucas Blanes, José Forner, Sergio Pelarda, Carlos Camallonga, Eloy Costa, Vicente Miguel Planells, Manuel Jesús Monteagudo, Santiago Piñeiro, José María Saorín, Catalin Tantan y Francisco Magaña. En estas páginas, algunos de estos jóvenes nos comentan cómo surgió su vocación y cómo ha sido el proceso de discernimiento.
“Taizé me cambió la vida y me pregunté ¿por qué no ser sacerdote? ”
❐ L.B.
Sergio Pelarda trabajó como contable en una empresa y como maestro de Educación Primaria antes de decirse a ser sacerdote. Desde siempre había participado en la vida de su parroquia de Santa Catalina Mártir, en Vilamarxant, donde pertenecía a Juniors MD. Un día, su catequista de confirmación les invito a ir a un encuentro de jóvenes de la Comunidad de Taizé en París. “Esto me cambio la vida, ver lo universal que es la Iglesia, la pluralidad de carismas… me cautivo”, recuerda. Aquello hizo que Sergio se preguntara “¿por qué no ser sacerdote?”. Pero lo vio un poco precipitado y pensó que eso no era para él.
En 2013 cambiaron al sacerdote de su parroquia. “En Avelino Castells vi un hombre entregado, que invitaba a la oración, que vivía la celebración eucarística con tanto cuidado que nos ayudaba a toda la comunidad a vivirla con intensidad”. Fue entonces cuando Sergio decidió dar el paso. “Vi que si quería entregar mi vida al Señor de alguna manera, era ésta. El Señor me llamaba a seguirle, y este sacerdote era el instrumento que me había enviado para mostrarme su amor”, añade Sergio.
En sus padres siempre ha encontrado todo el apoyo necesario, también en su vocación. “Nunca me han hecho un mal gesto, ni han tenido una palabra de reproche”. Y eso que les dijo tan solo siete días antes que se estaba planteando la vocación; y tres días antes que se iba al Seminario. “Fue todo un caos. Ha de ser difícil que tu hijo mayor se vaya en pocos días de casa, pero ellos siempre me han acompañado en mis decisiones”.
Sergio ha hecho sus prácticas de pastoral en la parroquia de Alboraya, con José Vicente Olmos, “un autentico pastor”, y ahora en San Nicolás de Bari, del Grau de Gandía, con Francisco Revert, “un padre que cuida a los sacerdotes con una dedicación que me asombra; un hombre de la Iglesia y para la Iglesia”.
Durante la pandemia, en el Seminario tuvieron un brote fuerte. “Esto hizo que los que dimos negativo empezáramos a vivir para servir. Ha sido una de las experiencias más bonitas como diacono, poder servir a mis hermanos que encerrados en sus habitaciones estaban pasando esta terrible pandemia. Fue un momento duro para los confinados, pero bonito a la vez porque todos aportamos lo mejor de nosotros mismos”.
“El primer milagro del Señor conmigo fue ante mi dificultad para nacer”
❐ L.B.
“Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré” (Jr 1, 5). Esta frase la ha visto Carlos Camallonga cumplida en su vida. “Tengo una hermana melliza. Nacimos muy prematuros (28 semanas)y con muchos problemas. Estuvimos varios meses en la incubadora. Y éste es, como a mi me gusta llamarlo, el primer milagro del Señor: el de la vida. Sin este gran milagro de la familia, de la vida y el regalo del Señor ante la dificultad de nacer, yo no estaría aquí y por tanto no sería sacerdote”.
Para Carlos, la parroquia de la Inmaculada Concepción, de Anna, ha sido su segunda casa. “Ir a la parroquia ha sido algo natural, a ella me llevaba mi familia de pequeño”. Pero su afición a la música y al canto ayudó a que se comprometiera cada vez más, tocando la guitarra y formando parte del coro. Luego vendría el grupo de liturgia, el movimiento juvenil y las acampadas, las formaciones juveniles -especialmente con Juniors M.D.- y la visita al monasterio de las Carmelitas Descalzas de Puçol. “Sentí que el Señor me llamaba, pero que yo me hacía el tonto, como que apartaba la pregunta”.
Antes de entrar en el Seminario, Carlos empezó los estudios de Bellas Artes, por eso su familia no se imaginaba su decisión. “Casi que lo esperaba más muchas personas de la parroquia, incluso de mis amigos, que mi propia familia”.
Y aunque en el Seminario ha pasado “momentos difíciles, noches oscuras que te ayudan a crecer”, sin duda destacaría que el Seminario “me ha enseñado a vivir la hermandad sacerdotal, a disfrutar de la amistad verdadera, aquella en la que en medio esta Cristo, me ha enseñado a ver que somos muchos miembros del cuerpo, distintos, cada uno con unas peculiaridades, dones y carismas pero todos necesarios”.
Después de realizar las prácticas de pastoral en la parroquia Santa María de Ontinyent, ahora, ante su ordenación se siente “feliz y agradecido”, aunque a la vez “es verdad que siento temor y temblor. Pido al Señor que no viva en monotonía y mediocridad. Que con el tiempo siga viviendo lo ordinario como extraordinario, sin perder la ilusión por llevarlo a Él”.