Este fin de semana, la Virgen María, en una imagen de la Inmaculada procedente de Éfeso, -donde se retiró y vivió María acogida por el discípulo de su Hijo al que tanto quería, Juan evangelista, pasando por Loreto, en Italia, donde se mantiene su humilde casita de Nazaret trasladada allí-, nos visita a Valencia. Se trata de una iniciativa internacional, acogida en diversas diócesis de España, “tierra de María”.
Nos visita esta imagen de la Inmaculada, Patrona de España, con ocasión de la pandemia como madre de esperanza, de misericordia, salud de los enfermos, consuelo de los afligidos y en auxilio nuestro. Necesitamos, ya que somos muy olvidadizos o muy dejados, que nuestra Madre nos recuerde esto todos los días y nos diga, como en Caná de Galilea a los criados o servidores: “Haced lo que Él os diga”, para adelantar la hora del amor supremo de su Hijo y de la misericordia, la hora de la alegría. ¡Qué maravilla que esté con nosotros! No la disgustemos. Aprovechemos para pedir su ayuda y ser dichosa como Ella porque escuchamos la palabra de Dios y la cumplimos, porque somos fieles servidores de Dios.
Nos visita esta imagen de la Inmaculada para darnos ánimo, consuelo, aliento y esperanza y afrontar la pandemia terrible que estamos viviendo, para que nos dé fuerzas para afrontarla con fe y fortaleza cristiana y superarla, con su auxilio de Madre de todos los hombres.
Amigos lectores, con todos quisiera unirme, y acudir a la Virgen querida. Por todos mi plegaria a María. Que Ella bendiga y proteja a todos; que a todos acompañe siempre en el caminar de cada uno y en el de todos en conjunto, y conduzca a Cristo, que es Camino, Verdad y Vida. Ante Ella, con toda certeza, recuerdo a todos y pido por todos. Quisiera conocer los nombres, al menos, de cada uno de los diocesanos de Valencia, conocer vuestras vidas, gozos y esperanzas, inquietudes, penas y sufrimientos para presentarlos a la Señora, toda santa e inmaculada, llena de gracia, tan cercana a todos. Los hago míos y los presento ante Ella. Quiero tener también un recuerdo particular de cuantos nos han precedido: Su memoria nos llena de gozo, de gratitud y de emoción. (Seguro que se nos hacen presentes sus rostros con su sonrisa o su preocupación, su sufrir o su dicha). Sus recuerdos y su presencia viva evocan nuestras raíces, inseparables de la devoción y protección de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros.
En medio de esta pandemia que sufrimos todos, la imagen de la Virgen viene a Valencia y a otras partes de España; viene Ella como Madre compasiva que nos fue dada junto a la Cruz en la pasión de Jesús, Madre que llora con sus hijos afligidos que la acogen en casa, como el discípulo amado, Juan; y Ella, con sus hijos, dolorosa, sufre y llora. Nunca se cansa, siempre espera a que sus hijos acudan a su corazón de Madre y, en ese momento, olvidándose de sí misma, dar la esperanza, la fortaleza, el consuelo y el amor que necesitan, sean cuales sean las miserias físicas y morales que tengan.
Además, visita esta imagen de la Virgen Inmaculada, a España, y en concreto a Valencia, en el Año Compostelano, lo que nos hace recordar aquellos momentos de la evangelización primera por el apóstol Santiago y en carne mortal, según la venerable tradición hispana del Pilar en Zaragoza, para animar y dar esperanza al apóstol Santiago, un tanto desesperanzado ante la obra misionera evangelizadora de España, hasta los confines de la tierra. Acaece, además y a mayor abundamiento, esta visita días después que se ha hecho pública por el CIS la situación religiosa de España que indica un aumento triplicado en diez años del porcentaje de agnósticos, increyentes, entre nosotros. Y eso me hace pensar en Valencia, por muchos motivos, pero sobre todo, en esta diócesis valenciana, embarcada decisivamente, tras el Sínodo Diocesano, en la evangelización, nueva evangelización o reevangelización de nuestras tierras valencianas y del resto de las tierras de España, o exenta de dificultades que necesitan ánimos, fuerzas, fe y esperanza para evangelizar de nuevo. Y me hace pensar también en Valencia, después de las Fallas en agosto y de la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados, para superar la formalidad e ir al fondo del significado de esta ofrenda, tan vistosa y de tanta emoción.
Todo esto lo tenemos en cuenta y presente ante la visita de la Virgen a Valencia, sin olvidar, como cantamos a la Virgen de los Desamparados, que “por Ella, la fe, no muere en tierras valencianas” y que, también nos vamos a situar de inmediato ante la conmemoración del primer Centenario de la Coronación litúrgica de Nuestra Señora de los Desamparados, nuestra adorable Patrona.
Esta visita de la Virgen, en una imagen de la Inmaculada traída desde Éfeso, debería ayudarnos, a los valencianos, a prepararnos con renovada devoción filial a la celebración de este Centenario, el año 2023, de la Coronación de la imagen de nuestra Patrona e intensificar la espiritualidad mariana en nuestra diócesis, inseparable de una nueva evangelización, que anuncie el gozo y la alegría del Evangelio.
Nuestras raíces, inseparables de las de España, son cristianas y se arraigan en la cercanía de la que es Madre de misericordia, consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos, salud de los enfermos. Nuestra historia se amasa con la protección, la honra y la filial devoción de María. Nuestros anhelos más hondos, nuestros estímulos y nuestras ilusiones, nuestros suspiros y nuestras alegrías, nuestras plegarias y nuestras esperanzas no se pueden separar de la Madre. Ella también apunta al que es el principio y el fin de todo: Jesucristo.
“¡Sé tú misma, Valencia, con todas las aldeas, los pueblos y ciudades, las comarcas de España!”. Vuelve a tus raíces y ganarás en lo más valioso a lo que puedes aspirar. Nuestros antepasados, a los pies de la Virgen, confiaron en el Señor y comprendieron la verdad. Alcanzaron la vida. Cristo es la Verdad y la Vida. Como Pilatos, tenemos delante la verdad, que es Jesucristo. Y no somos capaces de reconocerla. ¡Y la necesitamos tantísimo!. María, sin embargo, nos la muestra: ¡Acudamos a Ella!. Estamos en pie de guardia, vigilantes y expectantes ante la visita-peregrinación de la Virgen Inmaculada, y le decimos, aclamándola: ¡¡¡VEN!!!