Un año más, la Fundación ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ ha presentado y publicado el INFORME 2021 sobre la libertad religiosa en el mundo, uno de los informes más acreditados y documentados mundialmente, si no el que más, sobre esta temática de la libertad religiosa. Debo señalar, de entrada, que aquí, en España , se supedita frecuentemente este derecho fundamental e inalienable, al derecho de libertad de expresión. Con frecuencia, bien en la práctica, bien en el pensamiento o en la expresión misma, parece como si fuesen dos derechos contrapuestos y que, en todo caso, si hubiese conflicto entre ambos debiera prevalecer el derecho de libertad de expresión. Así, incluso en sentencias de tribunales, parece como si el derecho de libertad de expresión fuese el máximo de los derechos y que, por encima de otros, debería ser respetado. Por supuesto que debe ser respetado, pero nunca por encima del derecho de libertad de conciencia y religiosa.
Creo, con total honestidad y con el máximo de los respetos a la verdad y a la necesidad de edificación de un mundo en paz y en libertad, que el considerar el derecho de libertad de expresión como un derecho absoluto o casi absoluto, sin límites, es un error, y es origen de muchos dolores y sufrimientos que es necesario evitar. En una sociedad vertebrada y democrática, esto constituye un gravísimo error. Sé que lo que acabo de decir, para algunos, no parecerá políticamente correcto pero no puedo menos que manifestar mi desacuerdo; y debo decirlo -en honor de la verdad, de la razón, de la ética cívica y natural, de la sostenibilidad social y del bien común y de la persona- tal desacuerdo con esa preeminencia absoluta, sin límites, que se está dando a este derecho de expresión, que, sin duda, insisto, hay que respetar y salvaguardar, pero cuya preeminencia absoluta, sin límites, está siendo con cierta frecuencia fuente de cercenamiento de derechos y libertades fundamentales e inviolables, correspondientes a la dignidad de la persona humana, por ejemplo el derecho a la libertad religiosa o de conciencia.
Es más, ¿puede prevalecer –pregunto- el derecho a la libertad de expresión sobre la verdad o el derecho a la verdad? ¿No es un límite –y está por encima- el derecho al honor y la honra de la persona, el bien común? Cuando se falla a la verdad, cuando se difunde la mentira so pretexto de libertad de expresión, cuando se propaga la injusticia, cuando se va en contra del bien común y de la convivencia en justicia y paz, ¿se puede apelar al derecho a la libertad de expresión y poner por encima este derecho? Que conste que no hablo de situaciones hipotéticas, sino que hablo desde la propia experiencia vivida –a veces sufrida- en mi propia carne.
Por otra parte, a veces sucede, contra el cristianismo o la Iglesia, contra sus representantes o lo más preciado por sus gentes…, se puede expresar uno impunemente, sin que pase nada, y sin embargo, ¿qué espacio de defensa se deja al cristianismo, a la Iglesia, a sus representantes?
Quiero dejar constancia aquí de agradecimiento a aquellos hombres de Iglesia de la época de la transición, que tan grandemente contribuyeron a esa misma transición democrática, a la democracia y a la convivencia entre los españoles por su defensa de la libertad religiosa y la libertad de expresión, unidas e inseparables, en pro de cuanto exigía el entendimiento entre todos, la difusión de los derechos humanos, el bien común, el establecimiento de libertades en verdadera armonía. De eso soy testigo y podría ofrecer mi testimonio personal y mi propia experiencia ya desde entonces, que no es de ahora, sino que en mi persona viene de lejos e invariablemente. La defensa inalterable de la libertad religiosa en la enseñanza social de la Iglesia reconoce como base y fundamento el edificio de los derechos humanos fundamentales e inviolables. Espero, digo, que estas reflexiones que ofrezco ayuden a la clarificación que deseamos y necesitamos y eviten toda persecución o actuación contra la religión, y que la aportación bien fundada de este derecho de libertad religiosa, dentro del conjunto y armonía de los derechos humanos fundamentales que forman entre sí de una unidad indivisible, podamos ofrecerla a la sociedad con el ánimo de contribuir a la vertebración de esa sociedad nuestra y a su construcción genuinamente democrática y en libertad para el bien común y el bien de las personas. Es base de los sistemas democráticos. Pero, ¿se da y respeta en todos los países? Es cierto que en algunos países la violación de este derecho es terrible, con persecuciones, sangrientas y destructivas. Según el Informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada, son 62 países de todo el mundo, particularmente de África, Asia y hasta América Latina, donde se dan estas terribles violaciones, con asesinatos, violencia física y psicológica, destrucciones materiales, por ejemplo de iglesias, véanse los incendios recientes de iglesias en Chile, como en la persecución religiosa del pasado siglo en España. Sin llegar a esos lamentables extremos, también en el Occidente “civilizado”, en España concretamente se da una violación de este derecho. ¿No es o fue una violación flagrante, escandalosa, grosera, blasfema, insultante la del Diputado por ER de Cataluña hace unos meses en pleno Parlamento Español, Sr Rufián? Y lo peor de aquel espantoso suceso es que ni siquiera la Presidenta le mandó callar ni le expulsó de aquel ámbito que representa la soberanía del pueblo español, en su mayoría, además, católico. Mal por parte de Rufián y peor por parte de la Presidenta. Así de claro.
Pero es que hay más. ¿Se puede negar que se está cercenando o debilitando lo que exige el respeto pleno a este derecho básico con legislaciones como la española en favor del aborto o de la eutanasia, con la imposición de ideologías dañinas en contra del hombre o de la imposición del pensamiento único en el ámbito escolar, desde infantil a la universidad, con la persecución de la libertad de conciencia? ¿No se está cercenando o caminando en contra de este derecho con las amenazas de castigos y represiones a personas que, en las inmediaciones de clínicas abortistas, tratan de ayudar sin intimidaciones, con libertad a mujeres, jóvenes o adultas, que se ven “forzadas” a abortar, y rezan en la calle para que no aborten? ¿No podría decirse que algo de cercenamiento ha habido a propósito de las normas a seguir en actos y manifestaciones de lo religioso durante la pandemia? ¿Qué hay de esas amenazas a la objeción de conciencia que nos llegan a través de los medios de comunicación social últimamente? Y lo que digo no es privativo de grupos políticos de derechas, ni fanáticos, es sencillamente, de personas de razón, de la verdad que nos hace libres y se realiza en el amor y del bien común sin las que no será posible la sostenibilidad social, hoy amenazada. ¿Queremos esto, queremos dejar de ser democráticos? ¡Qué vergüenza, qué retroceso y regresión! Seguiré hablando del Informe de la Fundación “Ayuda a la Iglesia necesitada” y otros temas candentes que deben hacernos pensar –por ejemplo los macro botellones de los últimos días, o la Universidad-, y cambiar, porque por donde vamos y hacia donde nos encaminamos nos llevará a la ruina y al abismo y no será posible la sostenibilidad social tan necesaria y apremiante, ni habrá esperanza de futuro. Me apunto a la esperanza.