Se habla con cierta frecuencia de la enseñanza religiosa en la escuela, como objeto de discusión y debate; se dice, por ejemplo que se va a suprimir del currículo escolar, lo cual no es cierto, pues la garantizan los derechos humanos de libertad de enseñanza y de religión, y acuerdos internacionales; no se suprimirá, pero podrá someterse a una manera de ver que la desfigure en su identidad. En el año 1979, la Comisión Episcopal de Enseñanza publicó un documento muy importante, clarificador que fue, en su momento, punto de referencia sobre la temática de esta enseñanza en el ámbito escolar, pero que lo sigue siendo con la misma o más actualidad en el momento presente. El Documento es: “Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar” de tanta importancia y alcance. A propósito de este Documento, ha afirmado uno de los Obispos que lo redactaron y firmaron, Mons. Antonio Palenzuela: “Este escrito fue un acontecimiento decisivo en la historia de nuestra Iglesia. A primera vista parece que su asunto es importante, pero muy particular : la enseñanza religiosa en la Escuela. Pero el frente con el que polemizaba el Documento obligó a tratar temas como la sociedad, la cultura, la libertad religiosa y de enseñanza y los límites del poder del Estado. Cuando se lee hoy aquel escrito, asombran la riqueza y coherencia de su pensamiento, su advertencia profética del futuro y la gran capacidad de olvido que nos aqueja” (A. Palenzuela, Boletín Oficial del Obispado de Segovia, año CXL, Tomo CXL, 2, abril, 1995, 152).
Es importante considerar el contexto de este Documento para indicar el camino a seguir hoy en pleno siglo XXI. La situación que, tal vez entonces más como futuro, tenían ante sí los Obispos de la Comisión de Enseñanza, y la que hoy estamos viviendo, como presente, son la misma: se ha producido en España una verdadera “revolución cultural”, que se asienta en una manera de entender al hombre y al mundo, así como su realización y desarrollo, en la que Dios no cuenta, por tanto, al margen de Él, independiente de Él.
“Fue un acontecimiento decisivo, señala de nuevo Mons. Palenzuela, para este cambio de mentalidad de nuestro pueblo la publicación por el Colegio de Licenciados y Doctores de Madrid del Documento : ‘Una alternativa para la Enseñanza’. Ahí se encuentra el pensamiento que ha sostenido y animado la mencionada ‘revolución cultural’ en España. La Alternativa, en efecto, proyectaba una enseñanza que fuese capaz de conformar una sociedad homogénea, igualitaria, coherente, en la que impera la ‘voluntad general’ : sólo podría lograr este objetivo la escuela pública en la que se impartiese únicamente el saber científico, el único valedero para todos; por consiguiente, las creencias religiosas de grupos confesantes particulares no representaban, para la Alternativa, el saber que había de transmitir como socialmente relevante en la escuela pública”. ( A. Palenzuela, Boletín Oficial…151).
También, para orientar el camino a seguir, es importante tener presente el contexto del momento actual que vivimos en España, inmersa hoy en una profunda crisis de humanidad y de norte moral, y, por ende, con la necesidad apremiante y primerísima de que se ofrezca “a las nuevas generaciones un horizonte moral, una formación con principios y valores y fines que permitan al hombre existir en el mundo no sólo como consumidor y trabajador…, sino como persona, capaz y necesitada de algo que otorgue a su existir dignidad junto a lo que la sociedad, la economía y la historia vayan ofreciéndole sucesivamente… El más grave problema de España hoy son las instituciones educativas entre la escuela infantil y la universidad. En ellas los individuos despiertan a la vida personal y se les debe ofrecer no sólo saberes para una afirmación profesional sino orientación para existir como personas. Es la hora de educar y no sólo de transmitir técnicas, destrezas competencias, o estadísticas. Pero hoy nadie se atreve a educar; no hay un horizonte nacional de valores comunes, ni una concordia mínima sobre lo que dignifica al hombre y al español más allá de los estrictos enunciados generalísimos de la Constitución. Los maestros de antaño han sido obligados a comprenderse como profesores de un área precisa y éstos como trabajadores de la enseñanza. La figura del educador no existe, porque ha desaparecido también la figura personal del educando, reducido a aprendiz de saberes positivos, de contenidos objetivables y de técnicas que lo preparan para una profesión de futuro, o para una mera convivencia social. Al no haber un mínimo de proyecto de humanidad compartido, no hay una propuesta común de valores e ideales para los centros. Todo el que lo intenta cae bajo la sospecha de proselitismo político o de dogmatismo religioso. Ya nadie en tales condiciones se atiene a comprenderse como formador, o mejor como educador, y prefiere recluirse y reducirse a técnico de un saber. Éste es el final de los educadores como proyecto moral…La desilusión generalizada de los profesores de secundaria es el síntoma más grave de la crisis moral de España” ( Olegario GONZÁLEZ, Cristianismo, Iglesia y sociedad en España, en, O. GONZALEZ DE CARDEDAL y otros, La Iglesia en España 1950-2000, PPC, Madrid, 1999, pp. 415-417).
Quede, pues, como dato orientador de mi reflexión, que tal y como concibe y orienta la Iglesia en España, la enseñanza religiosa en la escuela, tanto en 1979 como en 2021, tiene muy presente esta situación, caracterizada por ser “tiempos de indigencia” (Heidegger), de crisis moral y de humanidad, y de “silencio de Dios” padecido tan dramáticamente por nuestra sociedad. En estos tiempos, que son los nuestros, “el lenguaje sobre Dios ha pasado a ser ‘insignificante’ en el espacio público, e incluso en la vida cotidiana. Ha quedado relegado al interior de las conciencias en su vida específicamente religiosa. Y, por consiguiente, no por azar, nuestro lenguaje se ha también empobrecido… Detrás de la supuesta realidad silenciada de Dios muchos no han reconocido nada; consiguientemente, se han replegado sobre su propia finitud, sobre sus grandes o modestos proyectos, sobre sus grandes o pequeñas satisfacciones: lo vemos por ejemplo, con actitudes públicas ante la pandemia o ante el volcán de la isla de La Palma.