❐ L.A. | 25.11.2021
“Vuestro ministerio no es simple ayuda humana, social o psicológica sino el mayor servicio que podéis prestar a los hombres, anunciar a Dios con obras y palabras. Y urge de manera apremiante”.
Con estas palabras, el arzobispo de Valencia se dirigía el pasado sábado en su homilía a los seis nuevos diáconos permanentes a los que confería la ordenación en la Catedral de Valencia.
“Os exhorto a que vuestra predicación se inspire siempre en la Palabra de Dios. Hablad con valentía, predicad con fe profunda, alentando siempre a la esperanza”.
Y es, como señalaba el cardenal Cañizares, la situación no es fácil, “en este mundo que se olvida de Dios, en el que se silencia a Dios por los poderes mundanos”.
De hecho, hizo referencia el cardenal a cómo se ha multiplicado el numero de agnósticos, increyentes y ateos ente los jóvenes, el “descenso alarmante” de bautizos, primeras comuniones y confirmaciones… Todo ello “nos urge con apremio al ministerio del anuncio de Dios para que el mundo crea y vuelva a Dios y se convierta a Él”.
En consecuencia, “sois ordenados para la evangelización; no podemos aceptar como normal e irremediable una situación en la que la Iglesia, en lugar de ganar nuevos miembros, corre el riesgo de ir reduciéndose poco a poco a una minoría apenas sin relevancia ni influencia social, agravado esto en el tiempo por la pandemia por disposiciones sanitarias que debemos cumplir, a pesar de que disminuyen o cercenan la misma libertad religiosa”.
Ante toda esta situación, el arzobispo de Valencia llamó a los nuevos diáconos confiar en Dios: “estad siempre atentos, con confianza, llevad a cabo una vida de oración, y comunicad esa fe a todos los hombres”.
Por ello, “practicad lo que enseñáis” y sobre todo, “sed siempre fieles al don de Dios”.
Y una última petición encarecida del arzobispo: “no tengáis miedo, en absoluto. No tengáis miedo, que Dios os conceda el espíritu de valentía para hacer presente ese Evangelio de gracia, salvación y esperanza con vuestra vida, vuestra palabra, vuestros gestos y acciones, y especialmente, con el ejercicio y el anuncio de la caridad con los últimos”, les indicó el arzobispo.
Por último, el cardenal felicitó y agradeció a las familias de los nuevos diáconos permanentes su apoyo y oración, como también a sus propias comunidades parroquiales.
El rito de ordenación se celebró con gran solemnidad y especialmente significativo fue cuando el arzobispo, repitiendo el gesto de los apóstoles, impuso las manos sobre los elegidos implorando sobre ellos la acción del Espíritu Santo para que les conceda el don del diaconado. Un momento éste que los fieles vivieron de pie, en silencio y espíritu de oración, implorando la gracia del Espíritu Santo.