La iglesia de la casa natalicia acogió la celebración de la misa de acción de gracias. FOTO: ALBERTO SÁIZ

❐ L.B. | 25.11.2021
Día grande para el mundo vicentino el del pasado lunes. En presencia de representantes de la orden de los Dominicos y de todas las asociaciones y entidades vicentinas, el arzobispo de Valencia presidía la misa de acción de gracias por el final de las obras de restauración llevadas durante año y medio por el Ayuntamiento de Valencia en la casa natalicia de san Vicente Ferrer, en la calle del Mar.

La histórica construcción original del siglo XIV, numerosas veces reformada desde entonces y conocida popularmente como ‘el pouet de sant Vicent’ acogía esta misa en una fecha muy significativa: 22 de noviembre, el día en que san Vicente dejó Avignon para predicar por Europa y un 22 de noviembre, el pasado lunes, cuando se publican las constituciones del Sínodo Diocesano. “Somos una Iglesia en misión, llamada también a anunciar el Evangelio”, dijo el cardenal Cañizares. Por eso, “necesitamos el testimonio de san Vicente para anunciar el Evangelio y trabajar por la unidad y la identidad de España y de Europa, como ya lo hizo el santo dominico”, señaló. Además, subrayó que san Vicente nos invita a ser hoy “testigos de esperanza, a no contentarnos con una vida mediocre sino aspirar a una vida santa”.

LA INVITACIÓN DE S. VICENTE

✒ José Manuel Alcácer Orts. Dominico

Esta celebración no deja de ser algo atípica, puesto que no se celebra la fiesta del santo, ni la dedicación de su Iglesia, pero sí que damos gracias a Dios y a todos los que han hecho posible la rehabilitación de esta Casa Natalicia de San Vicente Ferrer. Y lo hacemos en un día que el mismo San Vicente lo consideraría como un día importantísimo en su vida, puesto que supuso un antes y un después; ya que un 22 de noviembre de 1399, salió por la puertas de Aviñón para dedicar el resto de su vida a la predicación itinerante, por toda Europa, durante veinte años, hasta su fallecimiento en Vannes un 5 de abril de 1419.

Tan grabado se le quedó en su vida aquél 22 de noviembre, que a partir de ese momento y sin que menguara su humildad, dejó de firmarse como Fray Vicente Ferrer Pecador y en adelante lo hizo como Fray Vicente Ferrer Predicador.
San Vicente Ferrer Predicador nació un venturoso día en esta Casa en la cual el paso de las centurias y a pesar de las restauraciones de que fue objeto, la hacían necesaria de una total rehabilitación, por la que, una vez terminada, había que dar gracias a Dios, para que este lugar fuera lo que ha sido desde siempre y lo continuó siendo desde que en 1573, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Valencia, con el fin de que la Casa de San Vicente fuese propiedad de todos los valencianos; cada vez más devotos de su santo Patrón; y desde 1915 estuviera atendida por una Comunidad de sus hermanos dominicos.

En primer lugar, una Casa que como Casa de Dios, siempre es, ante todo, Casa de oración, de encuentro con el Señor y con los hermanos, una casa de paz, de conversión, de concordia y unidad, en la cual, de una manera continuada, resonara el eco de su predicación evangélica en la que siempre brillaba la luz y el calor del Evangelio sobre todo para los más necesitados de ella como eran los miembros más heridos de la Iglesia y por ello, más queridos.

Y no solo esto, no podemos olvidar la resonancia histórica de estos muros, hoy restaurados, puesto que quien nació entre ellos llegó a ser quizá, uno de los personajes que influyó decisivamente, en los acontecimientos más importantes de la historia de la Iglesia y de los reinos. Tiempos y acontecimientos difíciles, que iluminados por su fe y resueltos por su caridad, alumbraron un futuro de esperanza, y en esta casa también tiene que resonar esta dimensión.

Por último, si la historia va ligada a la cultura y a las costumbres y ambas están impregnadas por la santidad, este es un lugar privilegiado, no solo para el recuerdo, sino también para la profundización en un diálogo del humanismo cristiano: bien conocido, mejor enraizado y abierto al intercambio de ideas, que debemos emprender con el mundo actual, para que siguiendo la tradición vicentina, acertemos -desde la solidez de la historia- en encontrar los caminos de una convivencia en la que la milenaria civilización cristiana siga dejando oír su voz.

A esta tarea renovada estamos convocados hoy todos los vicentinos, tanto individual como colectivamente y desde nuestras conciencias deberíamos tomar una muy “determinada determinación”, de que nuestra devoción al santo no quede reducida a la celebración de una fiesta anual, sino en un deseo ferviente de seguir sus huellas; unos como dominicos, otros como cristianos, que no caminan solos, sino hermanados, para continuar su obra.

En definitiva, que esta Casa, según su deseo, siga siendo la Casa del encuentro de todos los valencianos, embajada de San Vicente y de sus hermanos dominicos ante Valencia y embajada de Valencia ante su Santo Patrono; porque quien vino aquí a este mundo, jamás hubiera excluido a nadie de su casa, ya que fue un valenciano universal, que amando mucho a su tierra, amó y acogió siempre especialmente a cuantos estaban necesitados de una palabra de salvación; entre ellos, nosotros, por eso su casa es y será siempre la nuestra, la de todos.