❐ CARLOS ALBIACH | 03.03.2022
“La vida sigue con normalidad y apenas se nota en el día a día, aún así estamos en manos del Señor”. Estas fueron las declaraciones de los valencianos Joaquín Carbonell y Sara Aguiló a PARAULA a principios del mes de febrero, momento en que empezaba a recrudecerse el conflicto entre Rusia y Ucrania. Ellos vivían en Kiev junto a sus ocho hijos y allí formaban parte de una ‘missio ad gentes’ del Camino Neocatecumenal, cuya finalidad es hacer presente a la Iglesia.
Esa tranquilidad cambió por completo la semana pasada con la invasión de Rusia y los primeros ataques. Ellos decidieron abandonar el país en el convoy organizado por el ministerio de Asuntos Exteriores de España. Tras dormir en un hotel próximo a la embajada el jueves partieron en un autobús junto al resto de españoles. 30 horas fue lo que tardaron en cruzar la frontera con Polonia, en un viaje que en una situación normal es de 6 horas. Tras un viaje de varios días llegaron a Cracovia, donde volaron hasta Madrid.
Ellos salieron con lo justo y no llegaron a ver bombardeos. Solo oyeron alarmas y tuvieron que bajar al sótano del hotel. “Todos, incluido los niños, lo hemos vivido con mucha tranquilidad y sin miedo gracias a la fe”, cuenta esta familia, que pertenece a la parroquia San Francisco Javier. “Llevamos a Jesucristo dentro y eso nos ha hecho vivirlo con paz. Pero no es mérito nuestro ni somos héroes sino que todo viene de Dios”, añaden.
“Con el corazón allí”
Darío Esteban y María Polanco, junto a sus tres hijos, también han vivido desde 2018 como familia misionera en Ucrania. Ellos estaban en la ‘missio ad gentes’ de Zhitomyr, a 2 horas de Kiev. Tenían previsto salir del país con su furgoneta, y por tanto con la casa a cuestas, el viernes 25. Fueron previsores y llenaron el depósito de gasolina y compraron víveres para una semana. Puesto que la situación se complicó decidieron adelantar al jueves su salida, por lo que se lanzaron a la carretera para cruzar la frontera con Hungría. Esa salidad hizo que no vieran ningún bombardeo, puesto que en su ciudad los primeros sucedieron una vez ya no estaban.
“Cuando salimos vimos tanques y todas las gasolineras colapsadas, y gracias a que teníamos el depósito lleno pudimos llegar a la frontera”, cuentan. Una vez allí tuvieron que esperar cinco horas, ya que al verlos con niños les adelantaron. Tras todo el día en la carretera ya en Hungría se alojaron en un hotel: “estaban todos llenos por personas que salían de Ucrania pero al cuarto que fuimos sí tenían habitaciones”. Una vez descansaron salieron de nuevo a la carretera para llegar a España después de cruzar Europa. A lo largo del camino han sido acogidos por familias del Camino Neocatecumenal, que no han dudado en abrirles sus casas. Tras un largo viaje llegaron el domingo 27 a Valencia.
Ellos, que esperan un nuevo hijo y pertenecen a la parroquia Preciosísima Sangre de Valencia, cuentan que han visto que “el Señor les ha llevado en alas de águila”, en referencia al pasaje biblíco que narra la salida del pueblo de Israel de Egipto.
También relatan que han visto auténticos milagros en otras familias y les impresiona ver que “los hermanos de Ucrania se están apoyando en Dios y de hecho celebraron con alegría la eucaristía el pasado sábado”. “Nos están dando toda una lección de fe”, explica.“Durante estos días hemos visto que ante el miedo aparece el Señor, así como que sin Él no podemos nada”, añaden.
Una vez en Valencia la ayuda que han recibido ha sido, en sus propias palabras, “una barbaridad” e incluso les han facilitado un piso. Ahora están viendo cómo ayudar a los ucranianos, puesto que “nos llegan casos concretos de sufrimiento y necesidad”. “Los llevamos en el corazón, rezamos por ellos y nos acordamos de cómo ellos nos acogieron ”, detallan.
“Es importante rezar”
Manuel Cáceres y Elena, con sus siete hijos, también forman parte de una ‘missio ad gentes’ en Kiev desde hace siete años. Ellos salieron del país en la furgoneta el 16 de febrero, “antes que empezara el infierno”, como ellos mismos definen. “Tras rezarlo mucho y hablarlo con nuestros hijos vimos que teníamos que salir a pesar de que la situación allí era de normalidad”, detallan. “El viaje, gracias a Dios, fue sencillo y vimos que el Señor nos cuidó e incluso puso familias que nos acogieron”, explican.
Esta familia, que pertenecena la parroquia San Jerónimo de Valencia, ven desde España “con gran dolor” lo que está sucediendo allí. “Nadie esperaba que el conflicto se iba a agrandar de esta manera y que fuera tan grave”, apuntan. De hecho, los primeros bombardeos fueron en un aeropuerto situado cerca de su casa.
Desde Valencia tienen contacto con los ucranianos y son conscientes de que “tienen grandes sufrimientos”. Explican que muchos han huido a zonas más tranquilas y los que se han quedado tienen que refugiarse en búnkeres para protegerse de los ataques. “Nosotros creemos que es importante rezar por los ucranianos y por la paz. De hecho, nos ha llegado un mensaje de soldados ucranianos que piden que recen por ellos y que explican que en la batalla notan una ayuda que no viene de ellos”.
En Valencia han recibido ayuda de las comunidades de la parroquia como comida, ropa e incluso les han dejado un chalet hasta que encuentren una casa. “Estamos viendo que en este momento de desierto el Señor acontece y que lo que para nosotros era imposible Dios lo está haciendo posible y nos ayuda”, concluyen.