❐ L.B. | 10.03.2022
Una mujer emprendedora y rompedora, adelantada a su tiempo y con una gran visión de futuro, cuyo principal empeño fue la educación de los niños y la promoción de la mujer. Así definen las Operarias Catequistas a su fundadora, la madre Josefa Campos, de cuyo nacimiento se cumplen 150 años. Una celebración que se va a prolongar a lo largo de todo el año.
Cuando Josefa Inés Campos Talamantes nació en 1872 en Alaquàs, la localidad era una pequeña población de la huerta, en la que el trabajo en el campo era la principal actividad. “Aquella todavía era una sociedad de clases. La mayoría de los hombres eran jornaleros y las mujeres ayudaban en el trabajo del campo y en las labores de la casa. El analfabetismo, sobre todo el femenino, era muy elevado y la cultura general, así como la religiosa, muy escasas”, explicaba el profesor Enric Juan, en la ponencia que pronunció en el acto de apertura del aniversario.
La propia Josefa Campos nació en una familia sencilla y humilde. Su padre, Francisco, era esquilador, y su madre, Mariana, trabajaba en la Tabacalera de Valencia.
Josefa fue consciente desde muy joven de esta situación que limitaba mucho la vida de sus conciudadanos, sobre todo de las mujeres. Y en ese ambiente se fraguó su proyecto, que más tarde sería el origen de las Operarias Catequistas: la formación cristiana a través de la catequesis.
Josefa empezó a impartir catequesis en su parroquia, la Asunción de Nuestra Señora. Pero además se dio cuenta de que, a la vez que daba el catecismo a los niños, podía enseñarles a leer, paliando el analfabetismo y facilitándoles algo de cultura.
Pronto su entusiasmo se contagió a otras mujeres que se unieron a su labor, creándose un grupo de maestras de la doctrina cristiana, que le ayudaron a extender su acción a otras localidades, como Picanya, Xirivella, Aldaia…
La labor de estas mujeres incluyó también a las madres, como principales transmisoras de la fe en el hogar, y las familias de los niños, a las que enseñaban catecismo, además de moral e higiene. “Reunían a las niñas, pero también trabajaban con los jóvenes y los padres. Iban a los pueblos, impartían catequesis y hablaban con la gente. Daban formación integral, formación del hogar”, indica la hermana Raquel Sanz.
Dado el creciente número de colaboradoras que seguían sus pasos -llegaron a crear 104 centros catequéticos-, en el año 1909 Josefa Campos fundó la Asociación de las Catequistas de la Madre de Dios de los Dolores y, en 1914, las Operarias Catequistas, entidad que fue aprobada como congregación en 1925.
Con el fin de tener un lugar donde reunirse y donde impartir su formación, en 1910 compraron una casa frente a la iglesia de la Asunción de Alaquàs. Allí, además, trabajaban en su taller para mantenerse y sufragar los gastos. Cosían, bordaban y pintaban abanicos, de ahí su nombre de ‘operarias’.
Cuando las hermanas ya estaban instaladas empezaron a acoger en su casa a niñas huérfanas. “Hubo hasta 50 niñas internas y lo tenían todo gratuito, mantenimiento y educación. La M. Josefa decía ‘cogeremos todas las que vengan’ Fue muy sensible a las necesidades de los demás, sobre todo de los niños”, explica la superiora general de la congregación, Paula Caño.
En el taller de las religiosas, las jóvenes también aprendían a coser, bordar, confección de punto, etc, con el fin de prepararse para un oficio.
Su carisma sigue vivo
El carisma de las Operarias Catequistas se mantiene 150 años después del nacimiento de su fundadora: la educación, el trabajo, la catequesis, la fe, el amor, la pedagogía, la atención a los necesitados…
En la actualidad, en Alaquàs, se encuentra la Casa Madre, formada por una comunidad de 25 religiosas, y el colegio Madre Josefa Campos, donde se ofrece formación a más de 800 alumnos desde Educación Infantil hasta Bachiller. “Además, seguimos preocupándonos de las madres, a las que también se sigue formando en el colegio y las catequesis”, indican las religiosas.