¡Qué bien le viene al corazón humano escuchar la Palabra que el Señor nos entrega! Y ¡qué bien viene descubrir las exigencias que esta Palabra tiene para ser vivida y para que alcance todas las dimensiones de la existencia humana! La parábola del sembrador nos lo hace entender: la semilla puede nacer en diversos lugares. Pero para que dé fruto es necesario que caiga en un corazón que sea capaz de vivir en el silencio y acoger todo lo que esa Palabra tiene de contenido transformador de la existencia humana. Es Palabra del Señor, que acogida en el silencio, nos hace hablar con la sabiduría que viene de Dios mismo. Porque, ¿qué es en definitiva el Itinerario Diocesano de Renovación? Es la manera singular de impulsar la vida cristiana desde la Palabra de Dios, haciendo silencio que se convierte después en comunicación, es decir en palabra sabia que construye y da presente y futuro a todos los que nos encontramos en la vida y que anuncia a Jesucristo, porque hace verdad ese mandato del Señor de “Id por el mundo y anunciad el Evangelio”. Silencio que acoge la Palabra y que se convierte en palabra llena de sabiduría y de autoridad moral para la Nueva Evangelización. El Evangelio nos habla de la necesidad que todos los hombres tienen de vivir de la verdadera Palabra: “Salió de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó… les habló mucho rato en parábolas”.
Valor del silencio para poder tener palabra: dos miradas
La Iglesia que vive de la fuerza y del impulso que le da el Espíritu Santo, que camina por este mundo con la misión de regalar la vida del Señor, tiene que saber sentarse también como Jesús y hablar a los hombres, hacerles ver el valor del silencio y del valor que éste tiene para poder después tener palabra. ¿Qué son si no los grupos del Itinerario Diocesano de Renovación? Es la Iglesia de Jesús reunida, que desea transmitir con el lenguaje de la Belleza, que es Dios mismo, expresándola en su Palabra, la fe al hombre de hoy. La Palabra de Dios siempre nos ofrece una doble mirada, que es la que el Señor quiere que tengamos todos los hombres: 1) mirada hacia nosotros mismos y 2) mirada hacia todos los hombres. Dejemos que nos hable Jesús a nosotros como habló a aquellas gentes desde la barca en parábolas. Necesitamos para ello hacer silencio. Dejemos que se meta el Señor hasta el fondo de nuestro corazón. Pensemos que el Señor quiere llegar a cada uno de nosotros, desea sembrar su Vida en nuestro corazón para que así seamos testigos de Él en medio de los hombres.
Mirada hacia nosotros mismos
Tengamos una mirada hacia nosotros mismos como la tiene Jesucristo y seamos capaces de tener el coraje de tomar una determinación. Tengamos esta certeza y esta convicción: el Señor que salió a sembrar y que pasó a mi lado, derramó su Vida en mí. Somos cristianos por gracia de Dios. Somos un milagro de Dios. Porque milagro es saberse hijos de Dios y hermano de todos los hombres. Milagro es saber para qué estoy en la vida. Milagro es saber el sentido que tiene nuestra vida. Milagro es sentir la mano del Señor que coge mi mano y me dice `levántate´. Milagro es saber que el Señor me dice `coge de la mano a tu hermano, nunca lo abandones, nunca le respondas con una mirada inquisitorial aunque él te la dé a ti´. Y así, un día el Señor se fijó en nosotros y nos regaló su existencia. De tal manera que nuestra vida cristiana es un regalo del Señor, es gracia. Somos regalo de Dios, tenemos su Vida. Sin embargo, también es cierto que esa Vida del Señor en nosotros, que ha sido tan maravillosa porque nos hace ver todo de una manera nueva, no siempre la hemos cultivado bien o no siempre la estamos cultivando bien. No siempre hemos sido testigos cualificados de la misma. ¿Qué situaciones podemos vivir de incoherencia de nuestra fe?: 1) Mal uso de la libertad: A veces, desde esa libertad que nos da el Señor para acoger su Vida y que dé fruto, hemos utilizado mal la libertad y no cultivamos su Vida, nos hemos entretenido en otras cosas que aparentemente nos llenaban más y que, sin embargo, nos dejaban más vacíos. 2) Vivir superficialmente la existencia: Hemos sido muy superficiales, nos entusiasmamos con Jesucristo, cuando fuimos conscientes de lo que nos daba, pero a la media vuelta, cualquier cosa nos hacía ir tras ella y relegar a Jesucristo a mero recuerdo. 3) Cambiar a Jesucristo por otros dioses: La seducción de otros dioses que hacen que desaparezca de mi vida Jesucristo y que lo cambie por ellos, que a la larga llenan la vida de angustia y de infelicidad, entre otras cosas porque no dan vida sino muerte. Pero, con todo, Jesucristo viene a nuestro lado. Y nos habla y nos dice con fuerza que Él es el sembrador, que es quien da la vida al hombre, y que “el que tenga oídos que oiga”.
Mirada hacia todos los hombres
Queremos tener una mirada como la suya hacia todos los hombres. Deseamos entregar a todos su Vida. Si vale esta comparación, queremos ser como la luna, que no tiene luz propia, pero refleja la luz que le viene del sol y da luz. Eso mismo deseamos ser nosotros, hombres y mujeres que regalamos la luz del Señor. Nosotros no tenemos luz propia, pero nos ha sido regalada por el Señor la suya. Y esa luz es la que queremos dar con el impulso que nos da el haber entrado en el Itinerario Diocesano de Renovación para anunciar el Evangelio. ¡Qué maravilla! Impulsos de silencio y de palabra para hablar de Dios con un lenguaje que todos entiendan, como en Pentecostés, cuando estando hombres de diferentes lenguas, razas y culturas, todos escuchaban y entendían lo mismo en aquél deseo de los Apóstoles de comunicar y dar a conocer a Jesucristo. Miremos como Jesucristo a todos los hombres. Porque, como nos ha dicho el Apóstol San Pablo, “también nosotros poseemos las primicias del Espíritu”. El Señor sanaba a los hombres. También nosotros deseamos sanar a los hombres como el Señor porque tenemos el mismo Espíritu. Y descubrimos que sanar es entregar salud, dar salvación, y que solamente se da lo que se tiene. De ahí, la necesidad de cultivar nuestra vida de relación con el Señor a través de la escucha de su Palabra, de la celebración de los sacramentos, muy especialmente la Eucaristía y la Penitencia. Solamente podemos sanar si tenemos la Vida de Dios.
Jesucristo no es cuestión secundaria:
el ser humano necesita conocer el Amor
¿Qué será de alguien que no siente y experimenta que le aman o que desconoce ese amor? El anuncio de Jesucristo no es cuestión secundaria. Cuanto más conozca y descubra yo a Jesucristo, más sabré del Amor incondicional y más veré la necesidad de abrirme a todos los que me encuentre en la vida para regalarles ese Amor del que yo mismo soy testigo de la curación y sanación que hace en mi vida. El Amor, que es Jesús mismo, abre mi vida a todos y cada vez que me encuentro más con Él, más apertura llega a mi existencia. El encuentro con Jesucristo no es secundario. Regalemos la semilla que es la vida de Cristo mismo. Salgamos a sembrar. Hagámoslo con el lenguaje que tienen los hombres hoy. Como Jesús, acojamos su ser y modo de ser, que nace del silencio y, por ello, de una relación de comunión única: “Yo y el Padre somos uno”. Comuniquemos la Buena Noticia, el gran amor y pasión del Señor por el ser humano.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia