❐ CARLOS ALBIACH | 07.04.2022
“Sonríe cada día. Vive cada instante. Ama a cada hora. Disfruta cada segundo”. Este es el mensaje que se lee cuando uno sale de la casa de Belén Soriano, plasmado en letra grande en la puerta. Una frase que resume muy bien cómo es Belén: enérgica, alegre y con ganas de comerse el mundo a pesar de que hace quince años le amputaron una pierna y en plena pandemia también la otra. “Estoy agradecida a Dios por poder vivir y tengo muchísima ilusión por seguir viviendo”, cuenta a PARAULA.
Hace quince años Belén sintió que un gemelo se le contracturaba, pero como relata, “era algo extraño, el dolor no se iba”. Ella, que era diabética, fue varias veces al hospital y le recomendaron reposo. Sin embargo, veía que la cosa no iba bien y que el dolor era insoportable: “no podía comer ni estar tumbada y no había calmante que lo paliase”. Esto hizo que le hospitalizasen durante un mes y tuviera varias operaciones. Sin embargo, los médicos vieron que la circulación no llegaba a la pierna y la única solución era amputarla. En ese momento a Belén se le vino el mundo abajo, no entendía nada y solo tenía ganas de llorar: “yo le preguntaba a Dios por qué yo”, recuerda.
A pesar de este gran sufrimiento retomó la ilusión por seguir viviendo. “Si otros lo han superado cómo no voy a superarlo yo, tenía que salir adelante”, explica. Aunque los primeros años no fueron fáciles porque había que acostumbrarse a esta nueva situación y la prótesis le causaba algunas heridas, Belén volvió con sus alumnos – es maestra del colegio San José de Calasanz de Valencia- a los que tanto quiere: “me apasiona mi trabajo y me hace muy feliz”. Allí gracias a su carácter y a su espíritu alegre su situación se vivió con gran normalidad y ella misma se lo explicó a los alumnos, a los que siempre invita a que le pregunten todo lo que quieran saber. Ella explica que se lo “han hecho fácil” y que no ha dejado de hacer nada por la falta de la pierna. De hecho, recuerda con una sonrisa una anécdota de una excursión a Viveros y cómo en el camino por el antiguo cauce del río, con las muletas, se quedó la última, y los alumnos desde un puente se pusieron a animarla: “¡Ánimo Belén, tú puedes, eres una crack!”.
En este tiempo Belén, natural de Paiporta, no ha dejado de hacer nada de lo que se proponía. “Yo cuando me propongo algo, lo tengo que hacer, de una forma u otra lo tengo que hacer”, repite en varias ocasiones. Se hizo una lista de retos, algunos nada fáciles, y los consiguió. Bautismo de buceo, pilotar una avioneta, el descenso del Sella o hacer el Camino de Santiago son solo algunos de los que ha conseguido. Este último es el más especial para ella, llevaba mucho tiempo queriéndolo hacer y se lo quería dedicar a un primo fallecido, al que le prometió que lo haría cuando pudiese. Así, sin gran preparación y casi de un día para otro se lanzó a la aventura con una amiga y recorrieron el camino portugués. Cada etapa, en la que tenía presente a amigos y familiares, se ponía el reto de un número de kilómetros. “Fue una experiencia muy dura pero a la vez muy emocionante. Cuando llegué a la plaza del Obradoiro -donde está la Catedral de Santiago- no podía dejar de llorar y chillar por el reto conseguido. Era muy especial para mí, ha sido lo más emocionante que hecho y como creyente ha sido toda una experiencia”, relata.
En plena pandemia las complicaciones volvieron y tuvieron que operarle de un trombo en la otra pierna. Parecía que iba a mejor pero sin embargo se complicó y tuvieron que amputarle la otra pierna. “Fue duro, pero yo ya lo había pasado antes, así que vi que había que luchar por volver a la vida ordinaria”, explica. Su vida volvió a dar un giro de 180 grados pero aún así ella sigue siendo autónoma, conduce y está trabajando por tener la máxima movilidad. Su reto es volver a trabajar y poder seguir persiguiendo sus sueños.
Importancia de la fe
En todo este camino la fe también ha sido uno de sus pilares. “Sé que las cosas pasan por algo y me siento cuidada por Dios, que me da fuerza”. Para Belén son fundamentales sus ángeles, tanto los del cielo como los de la tierra, así como la Virgen de los Desamparados, “a la que tengo gran pasión”, exclama. También son importantes Santa Teresa de Jesús -fue al colegio que la tiene como titular en el Vedat de Torrent- y “mi San José de Calasanz”. Toda su historia se podía resumir en una afirmación que hace con conocimiento de causa: “He tenido una vida muy feliz y soy una persona que tiene mucha ilusión por vivir”.
Su vida también ha estado marcada por la entrega de los demás. Además de ser muchos años catequista en la parroquia de Paiporta y en el colegio, ha colaborado como voluntaria en diferentes proyectos. Todo arrancó en el colegio de las Teresianas, “donde mi grupo de amigos se apuntaba a todos los voluntariados”. Después, ya en la universidad, comenzó a ir a los campamentos con niños disminuidos psíquicos y físicos que organizaba ASPADIS. “Esos niños eran imagen de Dios, aunque fuera un trabajo duro una mera sonrisa o un abrazo de ellos recompensaba todo”. También colaboró muchos años con un campamento para chicos con síndrome de Down organizado por Fe y Luz.
Ahora Belén sigue poco a poco trabajando para poder volver a caminar. “Ya lo consigo con las barras paralelas pero aún queda camino, lo que estoy segura es que no me rendiré”, explica. Ilusión, ganas, fortaleza y fe no le faltan.