/ BELÉN NAVA | 06.10.2022
La conmemoración del 9 d’Octubre en Valencia es una de las fiestas vigentes más antiguas de Europa y, a diferencia de otras, esta celebración valenciana posee una singular continuidad cronológica, una mayoritaria aceptación social y una espléndida vitalidad institucional”, afirma con rotundidad el profesor José Francisco Ballester-Olmos.
“La celebración del 9 d’Octubre y, en concreto, su procesión cívica que constituye el núcleo de la fiesta, desde la puridad histórica, no tiene otro sentido que el de ir a una iglesia, en este caso a la catedral, con un elemento simbólico como es la Senyera, para dar gracias a Dios por haber hecho posible que en 1238 fuera conquistada Valencia a los musulmanes y también para implorar la protección del cielo sobre el Reino construido a partir de esa victoria militar”, señala.
Retrocedamos en el tiempo hasta el mes de septiembre de 1238. La ciudad de Valencia estaba agotada por el largo asedio a que Jaime I la venía sometiendo desde abril y se habían empezado las negociaciones para la rendición. Las conversaciones las llevaron directamente el rey Jaime y su mujer Violante de Hungría con el sobrino del rey Zayyan, Abu-l-Hamlek, y fueron necesarias dos reuniones para alcanzar el acuerdo verbal.
Tal y como señala el profesor Ballester-Olmos, Abu-l-Hamlek pactó con Jaime I que, como prueba de que su tío aceptaba las condiciones, izarían una bandera del rey aragonés en la torre de Alí-Bufat del portal de Bab al-Sakhar. Cuenta el propio rey don Jaime en su Crónica que, al cabo de uno o dos días, yendo a caballo por la orilla del río vio la bandera de Aragón sobre la torre que había donde ahora está la iglesia del Temple; descabalgó y, llorando, besó la tierra.
El 28 de setiembre, víspera de San Miguel, Jaime de Aragón firmó el documento de la capitulación de Valencia. Según unas fuentes la firma se hizo en Ruzafa -donde el rey Jaime tenía asentado su campamento-, aunque otros autores dicen que fue en Walaya, un lugar en el entorno de la actual plaza del Ayuntamiento.
Desde el 28 de setiembre al 9 de octubre –diez días- la ciudad se preparó para la entrada oficial del rey y su corte. Mientras, el rey Zayyán siguió ocupando el alcázar de Valencia, y allí estuvo hasta el día 8.
Llegado el día 9 de Octubre tuvo lugar la solemne entrada del rey e, inmediatamente, se procedió a la re-consagración de la ex catedral, transformada desde hacía cinco siglos en mezquita mayor. Quedó dedicada a la Virgen María, se entronizó su imagen y, como había dispuesto el rey, se celebró una ceremonia de acción de gracias a Dios por la victoria final de la campaña, que ofició el arzobispo de Tarragona Pere d’Albalat.
La orden del santo sepulcro
La Orden regular del Santo Sepulcro se instaló en España en 1126 con motivo de la donación que el conde Ramón Berenguer III hizo a Gormundo, Patriarca de Jerusalén y a Gerardo, prior del Capítulo de Jerusalén, de la iglesia de Santa María de Prats (hoy Prats del Rey) y sus sufragáneas de Sant Andreu de la Manresana y de San Ermengol, en Barcelona, encomendándolas al clérigo sepulcrista Bertrán, clericus Sanctii Sepulchri.
“Sabemos que no pocos canónigos sepulcristas procedentes del monasterio de Santa Ana de Barcelona, y probablemente también de las casas de la Orden en Calatayud y Palma de Mallorca, acompañaron a Jaime I a la campaña de Valencia. Nueve años antes, combatientes de la Orden del Santo Sepulcro habían participado en la campaña de conquista de Mallorca, encuadrados en la mesnada de Guillermo II de Moncada, Vizconde de Bearn”, explica el también académico de número de la Real Academia de Cultura Valenciana.
Fue el arzobispo tarraconense Pedro de Albalat quien, en compensación por la colaboración de los Caballeros y Canónigos del Santo Sepulcro en la campaña militar, hizo donación a la Orden del Santo Sepulcro de la mezquita de Ibn Aysun -una de las diez mezquitas de la ciudad-, tras lo cual se produjo la erección canónica de la parroquia de San Bartolomé por el arzobispo Albalat en 1239, a lo que sucedió la incorporación de los sepulcristas, que ya llevarían casi un año instalados en las casas cercanas que les habían sido donadas.
Parroquia de San Bartolomé
El subsuelo del conjunto formado por la parroquia de San Bartolomé y la casa residencial de los Caballeros del Santo Sepulcro se correspondía con un solar de planta trapezoidal atravesado por la muralla romana, en lo que hoy es la plaza de Manises. “Dos años más tarde de la conquista jaimina, el 8 de agosto de 1240, Ximén Pérez de Tarazona, señor de Arenós y más tarde llamado Ximén Pérez d’Arenós, lugarteniente del rey Conquistador en Valencia, concedió en nombre del monarca a los frailes de la Orden las casas que habían sido de Mahomat Abenarab Almalah, situadas en la partida que tras la conquista correspondió a los hombres de Daroca, recibiendo esta donación Guillermo Boniol, prior de la casa del Santo Sepulcro en España y del convento de Calatayud. La iglesia fue recibida ante el notario público de Valencia Guillen Ramón el 22 de octubre de 1241”, relata Ballester-Olmos .
En 1277 la casa sepulcrista e iglesia de San Bartolomé ya aparecen plenamente adscritas a Santa Ana. “Los rectores de la parroquia de San Bartolomé se ocuparon de la cura animarum y en los aspectos pastorales, la parroquia de San Bartolomé obedecía las disposiciones de obispo de Valencia, pero en lo temporal y en lo que se refería a su estado de canónigos del Santo Sepulcro respondían ante el prior del convento de Santa Ana de Barcelona”.
Por Marcos Antonio Ortí (1656) conocemos de aquel antiguo templo medieval su planta de tres naves, sostenidas al parecer por cuatro pilares. Siguiendo la orientación de la ermita que lo precedió, tenía su eje en posición transversal al del templo barroco construido en el siglo XVII, es decir desde el principio de la calle de Serranos, donde estaría la cabecera con el altar mayor, hasta la actual calle Los Borjas, que ubicaría los pies del templo.
Por el Padre Jordán (1704) sabemos que la fábrica de aquella primitiva iglesia sepulcrista edificada a partir de la mezquita era de sillería “desde los cimientos hasta el techo” y constaba de tres tramos (“navadas”) “con sus pilares y arcos”.
Aunque el templo se dedicó inicialmente a San Bartolomé Apóstol, posteriormente se le añadió la dedicación a San Miguel Arcángel, que todavía lleva, “al absorber a otra iglesia que existió probablemente en la plaza del Ángel -barrio del Carmen-, en la zona de la ciudad que Jaime I había donado en el Llibre del Repartiment a los turolenses que le acompañaron en la campaña de conquista de Valencia”, confirma el profesor.
De esta manera, la construcción de un nuevo templo forzó a derribar en el año 1666 el ya existente. El templo de nueva construcción se planteó utilizando la corriente de la época, el barroco, con planta de cruz latina y bóveda en el crucero. Hoy sólo subsiste de la antigua colegiata su torre campanario.
En los inicios de la Guerra Civil Española, el asalto a la colegiata provocó “graves destrozos y un incendio que dejó inservible la iglesia, por lo que unos años más tarde se hubo de derribar el edificio. El actual de la Iglesia Parroquial Patriarcal y Colegiata Honoraria de San Bartolomé Apóstol y San Miguel Arcángel está situado en la avenida del Reino de Valencia. Fue proyectado en 1962 por los arquitectos Cayetano Borso di Carminati y Rafael Contell Comenge. La primera piedra fue puesta en acto presidido por el entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea y Loizaga”, concluye José Francisco Ballester-Olmos.