La tradición cuenta que Jaime I, cuando entraba en batalla, siempre llevaba consigo la imagen de Nuestra Señora de las Victorias (modernamente de las Batallas), una talla románica de autor anónimo fechada en el siglo XIII. Donada a la ciudad de Valencia, quedó entronizada en la ermita de San Jorge custodidada por el ‘Centenar de la Ploma’
/ BELÉN NAVA | 06.10.2022
La imagen de Nuestra Señora de las Victorias -o de las Batallas-, tal y como cuenta la tradición, fue donada por el rey Jaume I a la ciudad de Valencia una vez conquistada y quedó entronizada en la ermita de San Jorge custodiada por el ‘Centenar de la Ploma’, cuerpo militar que se encargaba además de la custodia de la Real Senyera cuando esta entraba en batalla o se desplazaba a algún lugar.
Tal y como explica el profesor José Francisco Ballester-Olmos, en un principio, los ballesteros del ‘Centenar de la Ploma’ rendían culto a esta invocación mariana en la iglesia del convento de San Francisco, situado en el solar de la actual plaza del Ayuntamiento, pero poco después, al estrecharse los lazos de la Cofradía en la Compañía del Centenar, a la que pertenecían muchos de los cofrades, ese culto pasó a iglesia de San Jorge que se alzaba cerca de la ‘Casa de la Ballestería’, en el solar ocupado hoy por una entidad bancaria en la plaza Rodrigo Botet, antaño de sant Jordi.
Entrando en el templo por la puerta principal, a mano derecha, estaba la capilla donde se veneraba la imagen de la Virgen de las Victorias con un rótulo al pie del trono en el que se podía leer ‘Nuestra Señora de las Victorias’ y era propia de la Compañía.
Destacaba en aquel templo el retablo de San Jorge, encargado hacia 1410 por los ‘Ballesters del Senyor Sent Jordi’.
A finales del XVIII quedaban en la iglesia de Sant Jordi, esculpidas las ballestas en los pedestales del retablo y en las lámparas, y a su lado la cruz de sant Jordi.
En 1707, el Decreto de Nueva Planta promulgado por Felipe V ordenó la disolución de esta Compañía creada por Pere el Ceremonios. Esto supuso la destrucción de sus edificios y la dispersión de sus bienes. Después del derribo de la ermita en 1807, la Virgen de las Victorias pasó al cercano templo parroquial de San Andrés, actualmente San Juan de la Cruz, en cuyo territorio parroquial se encontraba la capilla del Centenar. En 1939 esta imagen mariana fue trasladada a la nueva, pero homónima iglesia parroquial en la céntrica calle Colón de Valencia.
Románica y policromada
La talla de madera dorada y policromada, presenta a la Virgen como Theotokos o Trono de Salomón. A lo largo de su historia esta imagen ha sufrido múltiples repintes y aditamentos que han desfigurado su aspecto original, siendo la intervención llevada a cabo hacia 1940 la más agresiva, pues alteró totalmente su fisonomía y se le añadió un Niño Jesús del siglo XVIII, que no guarda ninguna relación estilística con la Madre. Estilísticamente la imagen entronca con la tradición románica en la que es destacable su frontalidad y hieratismo. En su parte posterior se aprecia una anilla para su supuesto traslado durante las campañas bélicas.
El rey Jaime I era un gran devoto de la Virgen y siempre llevaba consigo una imagen en sus campañas militares. Este modelo de Virgen sedente, que muestra un fruto en su mano derecha y en la izquierda debía sujetar al Niño Jesús para mostrarlo a los fieles como fuente de gracia y salvación (actualmente perdido), debió acompañar – según la tradición – al monarca en la conquista de Valencia, pues está documentada su salida en procesión como una reliquia “jaimina”.
Pieza Anónima
La talla es una pieza anónima. Respecto al autor de esta obra, cabe decir que hasta bien entrado el siglo XIV no se documenta ningún escultor en activo en Valencia, lo que lleva a pensar que las imágenes como ésta, anteriores a dicha fecha, pudieron ser donaciones efectuadas por los monarcas o por los repobladores de estas tierras, y en cualquier caso procedentes de otros territorios de la Corona de Aragón.
Un elemento singular: la corona
La corona que lleva la imagen es similar a la que llevaban los monarcas en aquellos años y que es expresión de su título de reina de María, reconocido por la tradición cristiana desde el siglo IV. Conviene explicar, que en la imaginería no aparece la corona hasta finales del siglo XII. En los años del cambio de centuria, en torno al año 1200, la corona se va enriqueciendo y -manteniendo la base de la diadema- comienza a superponerse florones, o pequeños arremeados trilobulados.