La semana pasada se inició y concluyó la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Transcurrió sin ruido mediático. Pero fue muy importante, aunque los medios no le diesen el lugar ni el relieve que cabría esperar: Se aprobó un espléndido Catecismo de adultos, que es de las cosas que la Iglesia debe ofrecer y de las más urgentes y perentorias en estos tiempos de ignorancia de la fe y de extensión de una cultura de la Increencia, de un grave abandono silencioso de muchos cristianos de la Iglesia, de una división y no pequeño desconcierto en miembros de la Iglesia , de un llamativo y expresivo desinterés social por los temas o asuntos eclesiales, de una especie de apostasía silenciosa de católicos de la Iglesia, de una cada vez más extendida secularización como si Dios no existiese ni la Iglesia importase para la vida pública, social y privada.
Un panorama que puede parecer sombrío, aunque cabe señalar otros muchos datos que son de gran esperanza y de futuro que a todos atañe y preocupa, y les importa. Otro gran documento que la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal aprobó fue el que lleva por título: “PERSONA, FAMILIA, SOCIEDAD”, que de forma no reactiva, sino como respuesta iluminadora ante la gravísima situación social, cultural y política que vivimos en España y Occidente hemos ofrecido como servicio al mundo de hoy; va a la raíz de las patologías que nos aquejan y ofrece luz que puede ser asumida y acogida por todo; se trata de un documento que podría estar entre los grandes documentos de la Conferencia Episcopal y que tanta expectativa e interés despertaron en, tiempos anteriores Y se moja de verdad. Es cierto que no se tocan todos los temas que en estos momentos se deberían iluminar.
Lo que está sucediendo entre nosotros, en España, Es muy grave, por ejemplo las medidas que se están adoptando como la aprobación de multitud de formas de familia, o de uniones que se denominan “familia”, la ley Trans, la normativa escolar (relativismo puro y destructor), lo que está haciéndose con las instituciones jurídicas o con la democracia y tantas otras cosas que están poniendo a España al borde del caos y del abismo. Y no exagero. Y la patología a la que nos están induciendo y condicionando el futuro. ¿Todos callados? Dejo esto para otra semana. Y ahora sólo me queda formular algo que no pude decir en la Asamblea, porque me tenía que venir a Valencia: ¿Por qué no llevamos a cabo en toda España, en todos los pueblos, en todos los ámbitos una gran misión popular, centrada en aspectos fundamentales, la verdad de la fe y la verdad del hombre, con nuevo estilo destinada a reavivar la urdimbre de las personas, -su núcleo, de las instituciones, también de la Iglesia, y renovar nuestra Iglesia y nuestra sociedad en la que vivimos? ¿No nos hace falta una renovación a fondo? Hale, pues, ¡ADELANTE!
+Antonio Cañizares Llovera, Arzobispo Emérito, Administrador Apostólico de Valencia